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Julio Pérez Díaz : “Hablar de si hay más o menos trabajadores y pensionistas es desviar la atención de lo que importa”

Según el demógrafo, el envejecimiento de la sociedad vasca no supone problema alguno a la hora de mantener las ayudas y las pensiones

Julio Pérez Díaz : “Hablar de si hay más o menos trabajadores y pensionistas es desviar la atención de lo que importa”

Bilbao - La población envejece. Según datos del Instituto Vasco de Estadística-Eustat, la esperanza de vida de los vascos es de 85,4 años en el caso de las mujeres y de 78,9 en el de los hombres. Ello ha propiciado que se democratice vivir todas las etapas de la vida. Sin embargo, también levanta polémica sobre la sostenibilidad del sistema de ayudas y pensiones. Julio Pérez Díaz, demógrafo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), aporta una visión diferente sobre lo que algunos consideran el gran problema demográfico.

¿Es la pirámide invertida la forma demográfica de nuestro tiempo?

-En realidad, no existen las pirámides invertidas. Es una manera tendenciosa de llamar a una realidad en la que llevan tiempo adentrándose los países que se han desarrollado durante la modernidad. Al aumentar la esperanza de vida, en estos territorios ya no es necesaria la natalidad de épocas pasadas y eso sí que está transformando la pirámide. Si a algo se parece ahora mismo sería a un árbol y, en un futuro, es probable que se asemeje a una columna. Pero de pirámide nunca hubo nada.

¿Entonces por qué se utiliza tanto este término?

-En demografía existen una gran cantidad de intereses y de logias implicadas y algunas de ellas desde siempre han tratado de asustar a la sociedad para que nos traguemos ciertas fórmulas políticas. Esto de la pirámide invertida es parte de ese vocabulario, así como el alarmismo que intentan inducir las expresiones como “la gran hecatombe” o “el suicido demográfico”. Y en ningún caso supone un problema, tal y como nos intentan hacer creer.

¿Por qué?

-Las pirámides pueden envejecer por dos motivos muy diferentes, tanto en sus causas como en sus consecuencias: porque se van los jóvenes, como en las formas rurales, o porque cambia el sistema reproductivo -es decir, que cambia la cantidad de nacimientos en función de la duración de las vidas-. Tanto en el caso de Euskadi como del Estado el envejecimiento de la sociedad se debe al segundo motivo. Esto es un progreso evidente, ya que veníamos de un mundo en el que la esperanza de vida era muy corta. Por concretar, en menos de 100 años nuestra esperanza de vida ha pasado de 34 a 80 años.

¿Cuál es la razón por la que algunos califican de problema la forma demográfica que se está consolidando a día de hoy?

-Principalmente, se teme que el envejecimiento de la población reduzca el número de trabajadores y, con ello, también la cantidad de contribuyentes. En cierto modo es así ya que, estrictamente hablando, habrá menos contribuyentes, pero ello no se traduce en la crisis de la Seguridad Social tal y como algunos tan fervientemente apuntan. Hay que ir más allá del número de trabajadores, parados y pensionistas e incluir otras variantes, como cuánto cotiza cada uno. No se trata de cuántos son, si no de cuánto producen y cuánta riqueza generan.

¿Y respecto al relevo generacional? Los últimos datos indican que índice de fecundidad es de 1,3 hijos por mujer.

-Seguimos pensando que lo importante es el número de nacimientos, cuando lo importante es la calidad de vida. Venimos de un tiempo ancestral en el que la mayoría de los que nacían morían antes de poder reproducirse. Hoy en día no ocurre así, por lo que no es necesario tener seis o siete hijos para asegurar la continuidad. En África, por ejemplo, hay muchos africanos, pero la cuestión es cómo se les educa, cómo se les alimenta, cuál es su esperanza de vida, etc.

¿Y si llegamos a un cierto equilibrio entre nacimientos y defunciones?

-Eso es lo que tiende a ocurrir en los países avanzados como consecuencia de tener vidas más largas, y precisamente por eso las migraciones serán fundamentales. Ahora están algo paradas por la crisis, pero cuando vayamos saliendo del agujero tendremos que ir acostumbrándonos a ellas. La migración, al fin y al cabo, es solo una parte más de la reproducción de las poblaciones avanzadas. Solo como curiosidad, en el Estado hay más gente que nunca y llevamos décadas con una fecundidad en descenso.

¿Cuál es entonces el gran problema?

-El paro. En el Estado hay cuatro millones y medio de parados. Con el fin de mejorar la situación y siguiendo la lógica de que la crisis de la Seguridad Social deriva de que se haya reducido el número de trabajadores, se ha alargado el tiempo que la gente permanece trabajando. Aunque realmente da igual si nos jubilamos a los 65 o los 67 si a los 50 estamos en paro.

¿Alguna solución?

-La de siempre: que se mejore el sistema productivo y se invierta en modernizar y en nuevas tecnologías. Hay que generar empleo, pero no de cualquier tipo. Si todos terminamos trabajando en el Burger King o con contratos de tres días, las cotizaciones van a ser muy malas por mucho que haya menos parados. Por tanto, todo lo que sea hablar de si hay más o menos trabajadores y pensionistas es desviar la atención de lo que realmente importa.

Además de en la economía, ¿el envejecimiento de la población qué cambios podría tener en términos políticos?

-Es difícil de predecir. Muchos alegarán que un mayor número de gente madura supondrá el auge de los partidos de corte más conservador. De ahí el dicho “el que a los 20 no es del PCE no tiene corazón y el que los 50 es del PCE no tiene cerebro”. Pero eso es un tópico. El principal problema que tiene todo el mundo a la hora de entender la pirámide de la población es que dan por supuesto que ya sabemos lo que significa tener cada edad, cuando no es cierto. En la vida todo es histórico y la vejez hoy en día no se vive igual que hace 50 años. Después de todo, es simple y llanamente el resultado de lo que vivieron.

¿Qué destacaría sobre el envejecimiento de la población?

-Es muy llamativo que siempre se traduzca en cosas que dan miedo, como que las pensiones se van a la porra, que el sistema sanitario se colapsará, etc. Pero nadie habla de lo importante que se está volviendo la gente mayor para el resto de sus familiares. No solo para cuidar nietos, sino también para ayudar a los hijos que se quedan en paro y les desahucian del piso. Son una inestimable ayuda a nivel social y familiar, un colchón salvavidas para buena parte de la población. Si el sistema no explota es, precisamente, gracias a ellos, porque el gran Estado del bienestar que tenemos no es para tirar cohetes.

¿Perspectivas de futuro?

-Si no hay grandes hecatombes y mantenemos unas ciertas cuotas de igualdad, la madurez demográfica conseguirá que cada vez haya un mayor interés económico en mejorar los niveles de la gente madura. También vamos a seguir mejorando en salud colectiva y en esperanza de vida. La gente no me cree cuando digo que los niños que nacen hoy probablemente vivirán hasta los 100 años. Y la fecundidad no experimentará grandes aumentos, porque en una sociedad con mucha gente mayor no puede aumentar mucho. Todo esto no debería asustarnos, porque las pensiones y todo el sistema de ayudas se puede mantener si la productividad por hora es adecuada. En términos demográficos nunca nos fue mejor.