BILBAO - La capacidad para asumir los reveses nos ayudará, quizá no a ser más felices, pero sí menos infelices. Por pragmatismo, e incluso en evitación de males mayores, es importante que aprendamos a limitar daños y, si es el caso, a renunciar a determinados objetivos. Claro está que eso no significa que debamos arrojar la toalla sin ofrecer la menor resistencia.

J. V.: Empecemos haciendo una distinción: una cosa es saber aceptar lo que hay y otra, rendirse a la primera de cambio.

-I. Q.: Bueno, eso depende de la magnitud de la tarea. Hay algunas que son tan descomunales que tras el intento, que siempre es aconsejable, se ve que van a llevar demasiado trabajo y escaso resultado. Pero en líneas generales, las tareas descomunales son pocas. Asumir muchas veces supone retrasar acciones hasta mejor ocasión, pero sin renunciar a ellas.

J. V.: Antes de rendirse, habrá que luchar o, por lo menos, plantearse minuciosamente si procede entrar en batalla.

-I. Q.: Ya te decía que tras el intento, y salvo que te vaya la vida en ello, a veces es mejor aquello de una retirada a tiempo porque puede ser una victoria rotunda. Pero en otras ocasiones hay que afrontar el reto aunque solo sea para aprender.

J. V.: Me temo que hay personalidades que tienden a tirar la toalla demasiado pronto.

-I. Q.: Pues sí, y no son solo de un tipo. Los hay con “poco fuelle”, que decía mi difunto aita, y que ante la dificultad bajan la cabeza y se retiran. Y los hay que funcionan únicamente por intereses espurios y sacan las cuentas entre lo que cuesta y lo que obtienen, y se retiran solo por interés personal, sin un ápice de romanticismo.

J. V.: En el lado contrario están quienes se niegan a aceptar la evidencia y se dan una y otra vez de bruces contra la pared.

-I. Q.: También. Hay quien confunde la persistencia, la obstinación y la terquedad, que son sinónimos pero que encierran matices que se asocian con la utilidad de lo que se hace. Yo entiendo que te refieres a los últimos y que son los que hacen sus planteamientos con el objetivo de no dar su brazo a torcer, en lugar de aprender y ganar experiencia.

J. V.: Abundando en estos, muchas veces tienen muy buena prensa pero, en el fondo, no son más que cabezotas? y añadiría que muy poco prácticos.

-I. Q.: Sí, son tercos como las mulas y dedican mucho tiempo a no hacer otra cosa que no dar su brazo a torcer. Cuando ejercen, lo mejor es retirarse un poco. No del todo porque a veces son entrañables, pero un poquito, es conveniente.

J. V.: Tiene que haber un momento en que sepamos parar. Por nuestro bien y por el de los que nos rodean.

-I. Q.: ¡Ah, buena apreciación! Sin embargo, ¿quién no se ha visto en una de esas que entra en un espacio en el que ya no se puede echar atrás y, como los delincuentes que niegan la evidencia, ignora las inconveniencias que está diciendo?

J. V.: Una vez que hemos aceptado algo que no nos gusta, lo inmediato es pasar página. No podemos estar flagelándonos todo el rato.

-I. Q.: Bueno, te decía que asumir creo que no es lo mismo que resignarse. Se diferencian en que el que asume alberga la esperanza de poder cambiar la realidad actual. Sufre, pero equilibra lo que sufre con la esperanza de conseguir algún día lo que se ha planteado. El que se resigna pasa por un sufrimiento de otro tipo, más profundo y sin esperanza.

J. V.: ¡Pero cuidado! Esa sensación de fracaso no debe hacer que en la próxima batalla que se nos presente nos retiremos mansamente.

-I. Q.: Claro que no. Si hemos afrontado la batalla previa, aprendemos bastante para la próxima. Siempre hay que estudiar el reto que se nos presenta y valorar nuestras fuerzas, nuestros recursos y la manera de asociarlos para conseguir algo bueno. En mayor o menor medida, todo es posible.

J. V.: Hay quien es capaz de buscar el lado bueno de las renuncias. Eso está bien? mientras no caigamos en el autoengaño y digamos lo de la zorra con las uvas...

-I. Q.: Sí. He dicho muchas veces que la renuncia es la máxima expresión del amor y, visto de esa manera, es más que un lado bueno, es un ejercicio admirable, pero de esto a lo otro de clasificar las uvas por su dureza sin hincarles el diente hay un trecho muy hermoso.

J. V.: Entiendo que la resignación es personal e intransferible. Quiero decir que si yo me he resignado, no puedo pretender contagiarte mi resignación a ti.

-I. Q.: Eso creo yo. Hay gente que entiende que su mal es más tolerable si lo padecen muchas personas e intentan contagiar a su entorno de su actitud y eso entiendo que no es así. Esto de trasladar la resignación al resto es la antesala de afrontar todos los problemas sin otra actitud que la resignación.

J. V.: Saber de saque que no siempre podemos salirnos con la nuestra es llevar mucho adelantado, ¿no crees?

-I. Q.: Sin duda, ni podemos, ni debemos querer salirnos con la nuestra más que en asuntos muy importantes, de esos que se llaman trascendentales. Muchas veces debemos renunciar a lo que planteamos por picardía, por ser listos, y en otras ocasiones, por generosidad, que es una forma especial de expresar la inteligencia.