madrid - Sus largas y vistosas túnicas eran, junto a su barba y su melena descuidada, las señas de identidad de Demis Roussos, cuya muerte se conoció ayer, a pesar de que falleció el fin de semana en un hospital de Grecia, a los 68 años. Una imagen que casaba a la perfección con su tranquilidad y una sencillez que promulgaba desde sus canciones de amor, tan tópicas como pegadizas. Porque si algo no destacaba en los temas que hicieron famoso al cantante griego de origen egipcio era la profundidad de unas letras llenas de tópicos, pero que él sabía defender con la elegancia que le permitía el movimiento vaporoso de sus túnicas.

Incluso en algunos casos, el éxito de una canción se basaba en la repetición cacofónica de un sonido. Así fue con uno de sus mayores éxitos, Mañanas de terciopelo (Velvet mornings), que en 1973 puso al mundo entero a bailar al ritmo de “triki, triki, triki, triiiki, triki, mon amour, triki, triki, triki, triiiiii”. Acompañado de un leve chasquido de dedos, el cantante, convirtió esta canción en un himno que cantó en griego, inglés, francés o español, entre otros idiomas.

Fue un artista internacional que supo salir de la limitación que le imponía su idioma, el griego, que él reconocía como complejo y muy local, pero que supo exportar a través de esas melodías que le hicieron tan popular en casi todo el mundo. En el Estado español vendió una buena parte de los 50 millones de álbumes que colocó a nivel internacional y al español tradujo la mayor parte de sus éxitos: Bailaré bailarás, Mi amigo el viento, Cuando soy como un niño, Adiós amor adiós o María.

“Aunque soy un artista internacional, no lo soy al cien por cien, porque en una buena parte soy un músico local”, reconocía él en 2000, cuando presentó un disco con los éxitos que le convirtieron en estrella en los años 70. Un regreso que no tuvo la repercusión esperada y que no le permitió recuperarse de la terrible transición musical de los 80, como él definía a un periodo por el que transitaron como pudieron otros artistas de su estilo, como Charles Aznavour o Nana Mouskouri.

Nada que ver con el éxito de años anteriores, cuando sus melodías eran tan conocidas como sus exóticos y llamativos atuendos, especialmente sus túnicas de lentejuelas. Pero en sus primeros tiempos lo que le hizo destacar fue la alta tesitura de su voz, con la que se fue abriendo un hueco en la escena desde los 17 años, aunque tuvo su primera etapa importante a partir de 1968, cuando se unió a la banda de rock progresivo Aphrodite’s Child. Le acompañaba en ese grupo el teclista Evangelis Papathanassiou, que más tarde acortaría el nombre a Vangelis y se dedicaría a bandas sonoras de éxito, como la de Chariots of Fire (Carros de fuego) o Blade Runner, en la que participó Roussos cantando el tema Tales of the future.

Los años setenta y ochenta fueron de gran éxito para el cantante, que sin embargo pasó por un momento personal muy complicado. En 1982 publicó el libro A Question of Weight (Una cuestión de peso), un relato personal sobre su larga lucha contra la obesidad, un problema que le hizo caer en una grave depresión.

Aunque no paró de trabajar y en los noventa produjo muchas canciones, el éxito ya no le volvió a acompañar al mismo nivel que en los 70. Su último disco, Demis, se publicó en 2009, aunque se dice que tenía en mente publicar otro en breve.