Bilbao - Nos enorgullece ser de los más longevos de Europa pero nos asalta el pavor cuando escuchamos que Euskadi se va desinflando?

-Sí, que Euskadi sea una de las sociedades más longevas es un gran éxito social. La otra cara del envejecimiento, la menos positiva, no tiene que ver con el aumento de la esperanza de vida, sino con la reducción de la natalidad, que no parece explicarse en su totalidad por los deseos de las personas por no tener criaturas, sino más bien porque la sociedad y su organización actual no permite tenerlos.

¿La Administración es consciente de lo que se le viene encima?

-Creo que sí, pero debe ponerse en serio a buscar maneras para afrontar los retos que supone. Euskadi necesita un pacto demográfico en el que administraciones públicas, entorno productivo y sociedad civil pacten un cambio en nuestra sociedad que ponga la vida en el centro y permita que Euskadi afronte su futuro en este ámbito. Son necesarias políticas públicas valientes y efectivas. Por ejemplo, políticas de fomento de la natalidad que realmente sean eficaces y no movidas por la coyuntura o los cálculos electoralistas, políticas de remplazo generacional, que inviertan en la juventud, políticas de migración?

¿Esto es exclusivo de Euskadi?

-No, pero sí hay factores que han tenido especial magnitud en Euskadi.

¿Por ejemplo?

-La fecundidad, que alcanzó valores mínimos en perspectiva estatal e internacional. Se dice que 2,1 hijos por mujer es la cifra para asegurar el relevo generacional. En la actualidad ronda el 1,4 pero llegó a ser del 0,9...

¿Hay ejemplos de sociedades que se han recuperado?

-En lo referente a la natalidad, sí. Hay teorías que hablan de que cuando una población baja de los 1,4 hijos por mujer el aumento de la fecundidad es muy complicado. Sin embargo, el ejemplo de países del norte de Europa o Francia muestran cómo es posible el aumento de la natalidad si se toman las medidas oportunas. Se trata de socializar los costes de tener descendencia, mejorar las condiciones de las personas jóvenes y que tener hijos no suponga un precio demasiado alto para los padres y, sobre todo, para las madres.