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"La vida del camionero en Estados Unidos es dura si trabajas de costa a costa"

Conoce las carreteras de Estados Unidos mejor que la mayoría de norteamericanos. De hecho, los amigos del Durango de su niñez y juventud, le dicen que está hecho un yanqui, aunque él lo niega. Manny Villanueva es camionero. euskalkultura.com

"La vida del camionero en Estados Unidos es dura si trabajas de costa a costa"Foto: EuskalKultura.com

RENO - Manny Villanueva, Manuel Villanueva cuando salió de Euskadi, vive en Reno y recorre cada día 800 kilómetros en su camión de 18 velocidades y 575 caballos. Hace muchos años, casi desde que llegó en 1979, que todo el mundo en su entorno americano, familia y amigos, le conocen como Manny. Cuando llegó de Durango no tenía carné y al par de años se lo sacó -“por solo el examen y 10 dólares, había aprendido conduciendo en el circuito cerrado de una mina al aire libre”, precisa- hasta convertirse en el profesional del volante que es hoy, con 35 años de carretera a sus espaldas, recorriendo primero Estados Unidos de punta a punta, con el propio camión por casa, hasta el día de hoy, en que realiza cada día cinco viajes entre Reno y Dayton, unos 800 kilómetros, entrando a trabajar a las 3.00, 4.00 y 5.00 de la mañana.

Vida dura la del camionero...

-No es fácil. Depende de qué tipo de trabajo tengas, de costa a costa o geográficamente más limitado. Si trabajas de costa a costa puede ser bastante dura, apta sobre todo para los más jóvenes. Aquí las distancias son terribles, pero el país es uno, aunque la legislación también cambia. Lo que aquí llamamos costa a costa supone en Europa cambiar muchas veces de país, de lengua, de costumbres y de policía. Yo aquí he pasado por todo, con diversos tipos de camión, pero ahora, después de años, estoy más asentado, conduzco un camión que aquí llaman oversize y en este momento me dedico a llevar en cada viaje cuarenta toneladas de grava y arena para obras y plantas de hormigón, con dos remolques, 105 pies de largo en total, que viene a ser algo más de treinta metros y cuarenta toneladas.

Tiene que dominar la máquina para atreverse con eso...

-Como en cualquier otro trabajo te habitúas, pero sí es cierto que conlleva una responsabilidad evidente y siempre tienes que estar atento. Cuando andaba en trayectos largos, en los 80 y 90, ese tipo de trabajo podía resultar más variado y entretenido, pero tocaba trabajar muchísimas horas y dormir poco. Ahora han cambiado las leyes y todo está más controlado. Me sigue tocando madrugar, pero cuando llegas a una edad, andar con el camión en ruta larga se hace más difícil. Es un trabajo para gente más joven y desde que me casé por segunda vez en 2000, también por motivos familiares, me he asentado en Reno.

¿La vida del camionero es como la pintan en las películas?

-Sí y no. Las películas son eso, películas, pero incluso cuando a veces caricaturizan una realidad, también la reflejan. Pero, como digo, estos últimos años ha cambiado mucho.

¿Es muy diferente conducir en Estados Unidos y en Euskadi?

-Yo me saqué el carné aquí y la verdad es que cuando alguna vez que ha tocado conducir allá he notado la diferencia. Los límites de velocidad son diferentes. Aquí tenemos grandes llanuras, en Euskadi son todo montañas. Creo que allí los camiones tienen un límite de 80 o 90 kilómetros por hora, aquí puedes ir a 110 o 120 en autopista, y en algunos tramos concretos a más de 130. En Euskadi los caminos son más estrechos, aquí tenemos los arcenes más anchos. No creo que allí haya camiones como el que yo conduzco, de tres ejes, motor Caterpìllar.

La crisis mundial azotó con fuerza Nevada. ¿Les tocó sufrir?

-Sin duda. Lo fuimos aguantando como pudimos y con el tiempo hemos ido saliendo. Yo ahora mismo tengo suerte, trabajo en la construcción, hemos hecho obras importantes, una central eléctrica solar, llevado el hormigón y material para muchos proyectos, alguna mina de oro... pero tuvimos años muy flojos. Ahora llevamos una temporada en la que el trabajo ha subido. Hay que trabajar duro, pero no está mal pagado. Pero esto es América: te pagan lo que trabajas, no te pagan los días festivos, pero sí te pagan el seguro médico y nos corresponde una semana de vacaciones al año. La gente allí se extraña, pero aquí es así: cuando entras en la compañía tienes derecho a una semana de vacaciones al año, cuando sobrepasas los cinco años, te dan dos semanas y te van subiendo las semanas hasta las cuatro, cuando llevas quince años en la empresa. Lo demás, ahora pagan entre 20 y 25 dólares la hora normal, y la extra, tiempo y medio.

Lleva una vida bastante regulada, nada que ver con la de años mozos.

-Es que no tiene nada que ver trabajar recorriendo el país sin descanso, hasta Canadá o Montana, o vivir en un lugar fijo y no salirte en el trabajo de un radio o de los límites del estado. En mi caso, además, el factor familiar tuvo mucho que ver, la edad también está ahí. Tuve una hija en 2003 y eso te condiciona, hace que te asientes y te aporta calidad de vida.

En Reno, participa de la euskal etxea local, el Zazpiak Bat Basque Club.

-Sí, quizás hace unos años más que ahora, pero he sido miembro de su directiva en varios términos. Mi mujer también es vasca, nacida en este país, y ella y mis dos hijas -las tres son dan-tzaris- somos socios. Sin ir más lejos de aquí a un par de semanas, el 19 de julio, tomaremos parte en el Festival Vasco Anual en el Wingfield Park de Reno. Más allá de que Donostia y Reno sean ciudades hermanadas, lo vasco y los vascos formamos parte de la historia y la realidad de este Estado desde hace muchas generaciones.