COBRA, diamante, king turbo... Suena a detergente para lavavajillas, pero no. Son los nombres de las peonzas de última generación que se han propagado, cual especie invasora, por plazas, parques y patios. Olvidadas las pulseritas de gomas, los chavales reclaman un trompo y los padres terminan rascándose el bolsillo. Valen de euro y medio a veinticinco euros, según la calidad. "Me ha pasado lo de siempre. Cojo una peonza intermedia, pensando que en dos días se va a cansar, y acabo comprando la cara porque la barata se rompe al primer viaje o porque el niño va detrás de los que tienen la que él quiere y da pena. Al final te sientes un poco arrastrado por las modas", reconoce Laura, madre de una niña de 8 años y un niño de 5. Consciente de que siempre han existido estos boom jugueteros, coincide con otras madres y comerciantes de Bilbao en que ahora caducan mucho más rápido. "Antes estabas con un hula hoop medio año. Ahora las modas duran poco más de un mes", señala.

"Culo veo, culo quiero", replica una madre a su hija y la niña se debe imaginar un trasero porque se muere de risa. Luego se pone seria e insiste en que se aburre mazo mientras sus amigos hacen girar sus trompos. Lo repite hasta que consigue el suyo. En solo tres días. "Nadie quiere que su hijo sea justo quien no tiene el juguete. Yo me prometo que no voy a caer en eso, pero estoy segura de que caeré", admite Ainhoa Sinde, madre de un niño de tres años. Un vistazo a su infancia le basta para corroborar que no es un fenómeno nuevo. "Nosotros también teníamos peonzas, cromos y gomas, pero las modas duraban más. Quizás ahora haya más consumismo, todo va más rápido, en plan usar y tirar".

Los bazares, con sus réplicas de bajo coste, contribuyen al hábito de regalar pijadas a los críos un día sí y otro también. "Con la tontería de que es barato, total, por un euro o dos, compras, pero yo igual me he gastado 25 euros en gomas, más el telar y la caja para guardarlas. Aunque no me ha dolido tanto porque era creativo, ya están olvidadas en el cajón", comenta Laura.

Partidaria de "todo lo que sirva para jugar con los amigos", Ainhoa Baldor, madre de dos niños de nueve y seis años, cree que lo primordial es enseñarles a disfrutar de lo que tienen. "Las casas que sacan los juguetes al mercado saben perfectamente cómo montárselo para que los niños y los padres consumamos a su gusto, pero debemos ser capaces de trasmitirles que no son más felices por tener más cosas que el crío de al lado", explica.

También para María Martínez, que tiene una niña de 9 años y unos gemelos de 5, la clave está en la educación. "Las modas han existido siempre. Yo recuerdo el blandi blue, las canicas, las peonzas, los cromos con brillantina... La diferencia está en si se les dan las cosas como un premio, un regalo de cumple o cuando se cae un diente o porque las han pedido sin más o todos las tienen. Ese creo que es el error de ahora", considera.

Peces a pilas y pistolas

"Las peonzas son el furor del momento y juegan lo mismo chicas que chicos". Lo dice, con conocimiento de causa, Alberto Toribio, jefe de la juguetería de El Corte Inglés de Bilbao, donde una de las marcas que las comercializa ha celebrado en las últimas semanas campeonatos. "Las coges con el hilo, te las pones encima del dedo, en el hombro o en la patilla de la gafa... Los chavales empiezan a dominarlas que da gloria verlos", da fe. La afición se contagia porque "hay padres que acaban comprándose una". Para recordar viejos tiempos, con la ventaja de que "estas no pesan, tienen más fuerza centrífuga y se bailan más fácil que las de madera".

Pistolas que disparan agua, balas de espuma o muñecos, pececillos electrónicos o las monstruosas figuras de Invizimals son algunos de los juguetes que, por su precio asequible, "compra la abuela al nieto o los padres cuando el niño está malo o ha ido al dentista". Pese a su éxito, las peonzas se los llevan de calle. "Estas modas no son espontáneas, hay unas campañas de publicidad detrás", desvela Toribio, aunque también "es cuestión de acertar, porque a veces se hacen muchas cosas, pero no calan".

Tras el mostrador de la juguetería Toy Planet de Bilbao, Isabel Sánchez es testigo de cómo "todos los días se les compra alguna cosita de bajo precio a los niños". Los trompos, que ya estuvieron a la venta el pasado verano y en Navidades, han resurgido hace cosa de un mes. "De repente alguien lo lleva al colegio y otra vez se pone de moda", comenta, y explica que hay modas, como la de las gomas, que germinan en los quioscos y bazares para saltar después a las jugueterías. Pasado el verano, avisa, habrá que preparar el monedero. "En septiembre posiblemente salga otra cosa". Y la peonza, otra que tal baila, rodará hasta el cajón.