hAY madres biológicas, adoptivas, de acogida... y también mujeres que anhelan serlo, sintiéndose madres siquiera imaginariamente hasta que la biología les brinde la oportunidad. Sin perder la sonrisa, ella aguarda el momento, balanceándose en un columpio en el que espera pasar largas horas con su bebé. Miren Edurne Ormazabal continúa entretanto con el tratamiento hormonal que combate su cáncer. Ya han pasado cuatro años desde que le diagnosticaron el dichoso tumor. Está en la recta final de la terapia, aunque el plazo podría prolongarse en función de su salud. "Lo primero era salvar mi vida y luego ser madre. Siempre he tenido esa ilusión, algo que parecía desvanecerse, un sueño que alimento ahora de nuevo". Elegante, bien parecida, vitalista y locuaz, esta vecina de Zumarraga cruza los dedos para que en un futuro pueda celebrar el Día de la Madre, como lo hacen hoy tantísimas mujeres. Por el momento, un cáncer de mama se ha interpuesto en el camino, aunque ella se ha encargado de dejar la puerta abierta. ¿Cómo? Congelando sus óvulos hasta que finalice el tratamiento, cuando arrancará una nueva etapa con la que sueña cada día.

Ormazabal, de 43 años, se va recuperando del "mal trago". Fue intervenida de un cáncer de mama en 2010. Fue el día de Santa Lutzi, hace ya cuatro años. "Que Santa Lucía me conserve la vista y el tacto", suelta en un arranque de humor esta sumiller de profesión que nunca le ha perdido la cara a la vida. "Salía de la ducha cuando reparé en un pequeño bulto del pecho", rememora.

Se encontraba por aquel entonces en pleno trajín de médicos. Un cáncer iba consumiendo a su padre y ella le acompañaba en la recta final de su vida. Lo hacía ajena a lo que estaba ocurriendo en su propio organismo: otro tumor le rondaba a ella. El aita falleció el 13 de marzo. El diagnóstico del cáncer de mama llegó doce días después. "No le pude ayudar, pero él sí que me ayudó a mí porque si hubiera estado inmersa en el trabajo, lo mismo no le habría dado mayor importancia a ese bultito que tenía del tamaño de una lenteja. Pero esos días iba de consulta en consulta y me fui a mirar".

Hubo cirugía y 37 sesiones de quimioterapia y radioterapia. El diagnóstico, carcinoma lobulillar infiltrante. Agradece, al menos, no estar mastectomizada. "El pelo crece, pero el pecho no", sonríe acariciando su melena. Su enfermedad no ha desaparecido, pero ella se siente plena, y bastan unos minutos de charla para comprobar que su disposición de ánimo acaba siendo más eficaz que el mayor arsenal terapéutico. "He aprendido a pensar en las cosas que realmente importan y las demás las dejo de lado. Lo que me ha ocurrido pasa en las mejores y en las peores familias, y ante ello tienes dos soluciones: o tirar para adelante con todas las de la ley o hundirte. Yo siempre he sido pasional, para lo bueno y lo malo. No concibo otra manera de ser, y además no lo quiero".

Miren, hoy se celebra el Día de la Madre. ¿Qué le sugiere este día?

-"Es un día que me encantaría celebrar. Me encantaría hacerlo el resto de mis días y dar las gracias a que un día tuve la feliz idea de no cerrar definitivamente la puerta de la maternidad. Sería fantástico tener un niño o una niña. Sería el culmen a la propuesta que me hicieron cuando enfermé. Cuando me lo recomendaron, ni pestañeé".

Esa puerta que franqueará algún día comenzó a abrirse poco después del diagnóstico. "¿Te interesaría ser madre?", le preguntaron en el Hospital Donostia donde es tratada. Fue entonces cuando conoció la alternativa para preservar su fertilidad mediante la vitrificación de óvulos, una técnica que permite extraer ovocitos conservando su calidad. Ormazabal ha vitrificado once. Es una suerte de "autodonación", a la espera de que llegue el momento idóneo cuando esté plenamente curada.

El doctor Marcos Ferrando, director médico de IVI Bilbao e IVI San Sebastián, donde se realiza esta técnica, explica que no se trata de una congelación ordinaria sino que es preciso disminuir la temperatura de los ovocitos a -196 grados centígrados de un modo tan rápido que no se crea ningún perjuicio en las células, "conservando así la misma tasa de embarazo".

En Euskadi se registran cada año 1.300 nuevos casos de cáncer de mama. El 30% afecta en Gipuzkoa a pacientes por debajo de los 50 años, mujeres que años atrás bastante tenían con salvar sus vidas, pero que veían frustradas sus expectativas de concebir hijos. Es algo que ha comenzado a cambiar gracias al imparable avance de la medicina.

"A día de hoy, esta técnica tiene dos funciones. Una sería para casos oncológicos como el de Miren. Son casos en los que el tratamiento con quimioterapia se prolonga y, puesto que mujeres como ella no quieren renunciar a ser madre, deciden guardar sus óvulos. Sería uno de los usos de esta técnica, pero actualmente también se someten a ella mujeres solas. No tienen pareja y están próximas a los 40 años. Saben que, según discurra el tiempo, la probabilidad de embarazo va a ser más baja y por eso se guardan los óvulos. Saben que ahora no es el momento de ser madres, pero lo será en un futuro, y quieren demorar ese momento", explica el doctor.

En Euskadi un total de 86 mujeres con una patología oncológica se han sometido a la vitrificación de óvulos practicada en IVI, clínica pionera en la aplicación de esta técnica, que se practica desde 2007. Otras 149 han preservado su fertilidad por causa social.

Cada vez es más habitual retrasar la maternidad por razones sociales y es por ello que el problema oncológico comienza a presentarse cada vez con mayor frecuencia entre maternidades tardías. "Ahora es cuando comenzamos a ver ese problema, para el cual se brinda esta posibilidad. La vitrificación es un servicio gratuito por el cual no es preciso abonar ni la consulta ni la intervención". Según precisa el director médico de este centro médico, los ovocitos son de propiedad exclusiva de la mujer y ella es quien decide en un futuro dónde someterse a la fecundación, técnica, esta sí, de pago.