barcelona. Los entierros de beneficencia de personas que no tienen recursos para pagar un funeral se han duplicado en el último año en Barcelona, pero se mantiene la venta de panteones de lujo en los cementerios de la capital catalana. Jordi Valmaña, director general de Cementerios de Barcelona, la empresa municipal que gestiona los camposantos de la ciudad, explicó que en sus 20 años trabajando en esta empresa nunca se había alcanzado la cifra de 491 entierros de beneficencia que se registraron el año pasado, un 110 % más que los 233 del año anterior.
El crecimiento de los entierros de personas pobres aún es más notable si se compara con las cifras de 2009, cuando los cementerios de Barcelona asumieron el entierro de 184 personas sin recursos, casi tres veces menos que los actuales por culpa de la crisis. Valmaña explicó que paralelamente a este incremento espectacular de entierros de beneficencia, que el año pasado supusieron un gasto de 480.000 euros a las arcas municipales, la crisis no se ha notado en la venta de panteones. "Cada año vendemos unos 8 o 9 panteones, básicamente en los cementerios, que tienen un precio de entre 15.000 y 90.000 euros para usarlos durante 99 años", señaló Valmaña.
Los entierros de beneficencia, que representan un 2,5 % de los casi 18.000 entierros que se realizan cada año en Barcelona, los asume la empresa municipal tras un informe preceptivo de los asistentes sociales que certifican la precariedad económica del difunto y sus familiares. Cuando los servicios sociales certifican la necesidad de un entierro de beneficencia, los servicios funerarios recogen el cadáver, le realizan los mínimos tratamientos sanitarios, le colocan en el ataúd más simple y lo llevan al cementerio, que se hace cargo del entierro, pero nunca de la incineración. El entierro de una persona pobre se realiza en un nicho "y no en una fosa común como se hacía hasta los años 80, con la misma dignidad y sin ninguna diferencia con un entierro de pago".