Arzuaga, a sus 87 años continúa fiel a la labor de hilandero, es el último del Bidasoa. Aprendió de su amatxo y enseña de pueblo en pueblo, el cuidado, la poda y el injerto de árboles frutales.

Hijo de Francisco Arzuaga Iribarren y de María Saldias Saldias, los dos labradores, Bittoriano acaba de cumplir los 87 años (nació el 6 de junio de 1925), es el mayor de ocho hermanos, cuatro chicos y cuatro chicas, Juan (1926), Julia (1927), Anttoni (1928), José (1930), Lorenzo (1931), Petra (1933) y María (1935), y desde chaval trabajó en el caserío, en el campo, cuidando ovejas (de otros propietarios, ellos no tenían), cortando leña en el monte, o haciendo carbón, generalmente en pueblos de la comarca, en Labaien, en Donamaria y otros. Finalizada la guerra y para sacar algún dinero y ayudar a la familia a sobrevivir, trabajaba fuera de casa por el día y de noche ayudaba a su madre, hilando.

Hizo el servicio militar en la quinta de 1946, en el Batallón de Cazadores de Montaña en Irun, es un hombre muy religioso y siempre le ha gustado viajar (ha visitado Barcelona, Roma e Israel) y está soltero. Bittoriano trabaja en una chabola cercana a su caserío, y le gusta oír la radio mientras lleva a cabo su labor. Las manos de Bittoriano son unas "esculturas vivas muy poderosas, las madejas resultantes una joya visual y el material, pura lana tanto virgen como hilada y tricotada, tiene un atractivo estético muy grande y se presta a pensar en cualquier instalación", explica una joven admiradora del trabajo del artesano.

El popular artesano (ahora con agujas de plástico) elabora gorros, chalecos, zapiñak (calcetines), partañak (polainas que se usaban antaño en lugar de los calcetines), pasamontañas, pantalones para cubrirse y protegerse en invierno y artículos más actuales. Y también, como consecuencia de su habitual buen humor y algo de picardía que se refleja en sus ojos, otras cosas sorprendentes como sostenes, tangas e incluso fundas de pene, que también sirven "para guardar el teléfono móvil". Se los compran los jóvenes para las despedidas de solteros, las cuadrillas que los sortean en la cena.

El pueblo de Urrotz quiere reconocer la labor de Bittoriano en conservar el antiguo oficio de hilandero y haber dado a conocer con mucho orgullo el pueblo que le vio nacer. Siempre muy atento a lo que ocurre a su alrededor y dispuesto a enseñar a todos los que sientan curiosidad por las labores que domina, tanto como hilandero como en la poda o injerto de frutales, y goza de excelente memoria. "Todos acudimos a él cuando surge alguna duda o curiosidad sobre la historia de Urrotz", afirma Patxi Urroz, un concejal que se está ocupando de organizar la jornada de reconocimiento. En su opinión, "las personas como Bittoriano son únicas, irrepetibles; por eso hemos decidido dedicarle este homenaje que se merece de verdad".