SARTAGUDA. LA ikastola de Lodosa celebrará mañana una gran fiesta para celebrar su 25 aniversario en la que habrá conciertos, juegos infantiles, deporte rural, dantzas y kalejira y que servirá para recoger fondos debido a su precaria situación económica y que esta semana ha sido centro de la polémica por la subvención otorgada por la Diputación de Gipuzkoa. Con más inconvenientes que ventajas, y con más trabas que facilidades, la ikastola de Sartaguda abrió sus puertas por primera vez hace 25 años en una casa situada en el número 15 de la Calle del Olmo. "Un muchacho del pueblo, Óscar Martínez, se entera de que la ikastola de Dicastillo va a cerrar por falta de matriculación, y tras varias reuniones viendo la viabilidad de emprender un proyecto así en Sartaguda, donde tampoco nacían muchos chavales, decidimos lanzarnos a la aventura. No teníamos nada que perder y mucho que ganar", asegura Luis Miguel Martínez, primer presidente del centro sartagudés.

Gracias a la colaboración de la primera profesora, Mari Paz Iturbe, la ikastola acogió a los cinco primeros alumnos, que entonces tenían dos, tres y cuatro años. "Ningún inicio es fácil, pero si algo nos sobraba era ilusión. Me acuerdo que cogía el censo en el Ayuntamiento y me iba casa por casa a preguntar si les interesaba matricular a sus hijos en la ikastola. Era un proyecto en el que creíamos de verdad y poco a poco el número de alumnos fue aumentando. Además sabíamos que si no salía bien, y teníamos que cerrar, no pasaba nada", añade Martínez.

Lara Burgos, Aritz González, Beatriz Martínez, Iker Martínez y Gema Martínez fueron los primeros en ocupar un pupitre en la ikastola de la localidad navarra. Unos niños muy jóvenes para los que las carencias que el centro presentaba, no eran un inconveniente. "No echábamos de menos nada, no nos dábamos cuenta. A veces cuando íbamos a jugar al frontón durante el recreo y pasábamos delante del colegio en cadeneta te dabas cuenta de que había diferencias, porque el resto de niños, el resto de tus amigos, estaban en el patio y a ti no te dejaban entrar", recuerda Aritz González. Tuvieron que pasar cerca de cinco años para que los alumnos de la ikastola compartieran patio con el alumnado del colegio de Sartaguda. "Recuerdo que a veces oía a mis padres hablar sobre lo injusta que era la situación, estar apartados del resto de chavales. La verdad que sí que nos sentimos algo discriminados durante un tiempo", comenta González.

Luis Miguel, además de ser el presidente, llevó a su hijo a la ikastola desde el primer día, y afirma que las madres, que al fin y al cabo eran las que llevaban y recogían a los niños de la ikastola todos los días, sufrían más al ver que sus pequeños no podían jugar con los demás en el patio. Sin embargo, el recuerdo de aquellos años para los cinco primeros estudiantes es "imborrable". "Cada uno de nosotros ha seguido con su vida por separado, y aunque hemos hecho muchísimos más amigos en el camino, a nosotros cinco nos sigue uniendo un vínculo muy especial que no tenemos con los demás", asegura Beatriz Martínez que añade que "puede que sea porque entonces era todo muy familiar y éramos una auténtica piña. Si un profesor se metía con uno, saltábamos todos a defenderle".