bilbao. Alberto Santana trazaba las rutas a seguir por La mirada mágica. Fue la última persona que habló con el equipo del programa. "Estuvimos trazando el recorrido y le dije a Iñaki que ese día no iba a volar. Él intentó convencerme, pero dije que no". Comenta que no había un motivo claro, que al día siguiente se iba a Zuberoa, ya que iba a pasar unos días con su hijo que tenía entonces dos años, los mismo que el de Iñaki Pangua, y que quizá fue ese el motivo por el que declinó la invitación. "No lo sé bien -dice-, son esas cosas que ocurren. Mil veces me he hecho una pregunta, ¿por qué no volé ese día?".

Se despidió de ellos a pie de helicóptero. Media hora después, una llamada de ETB le puso al corriente de lo sucedido: "Siempre volaba yo. Siempre íbamos los cuatro, ese día no". Recuerda con emoción a Iñaki Pangua, ambos habían hecho de un sueño un programa de lujo para los espectadores. Ambos se apasionaban con los reportajes y la forma que les daban.

Reconoce la pericia de Roberto Arenas como piloto. Se acuerda de los planos que recogía Rubén Cortijo: "Después de su muerte nos hemos dado cuenta de la joya que era Rubén. Volvimos a retomar el programa, hemos trabajado con muchos cámaras, pero ninguno como él. Él era realmente los ojos de Euskal Herria: La mirada mágica".

En este punto está de acuerdo Edu Llorente, él tomó el testigo y sustituyó a Iñaki Pangua en la realización: "Todo lo que sé se lo debo a Iñaki, todo lo he aprendido con él. Cuando ocurrió el accidente llevaba once años trabajando a su lado. ¿Cómo era? Era apasionado, puntilloso, exigente, era muy bueno. Lo mismo puedo decir de Rubén. Nunca me he encontrado con un cámara como él. Hemos trabajado con canadiense, belgas... pero nadie como él".

Ese día fue todo un cúmulo de circunstancias: no se iba a volar, no fue Alberto Santana y sí lo hizo Santi Yaniz. Iñaki Pangua tenía claro que quería esas imágenes y las iba a hacer. Era así de tenaz en todo. DEIA le hizo una entrevista días antes del accidente y, curiosamente, hablaba del riesgo de volar, del miedo y de la magia que para él era ver Euskal Herria desde el aire. A la pregunta de cómo vivía el riesgo, contestaba que vivir era ya un riesgo: "En muchas ocasiones correr riesgo merece la pena, esta es una de ellas. ¿Miedo? Sí, en ocasiones he contenido la respiración y he visto el peligro... Volar y ver todo desde arriba es como dejar de ser pequeño y tener la magia de ser casi un Dios". Ese día propuso a DEIA hacer un reportaje sobre el programa, al expresarle la sensación de vértigo y miedo, comentó: "No te preocupes, nunca pasa nada". Salvo ese 21 de mayo de 2001.