EScribo estas líneas desde este lado del charco, aunque todavía me encuentro geográfica y simbólicamente lejos del País Vasco. Llegué ayer de Buenos Aires, y estoy pasando unos días con unas queridas amigas donostiarras en Madrid. La soleada "capital del Estado" es una buena "escala intermedia" para comenzar el proceso de re-aclimatación a todo aquello diferente a lo argentino y lo porteño, comenzando por el acento y los modismos, y siguiendo por las temperaturas de invierno. Madrid, como cualquier punto distante de "casa" es, también, una buena locación para la reflexión y para las charlas. Sobre todo para aquellas referidas a temas tan delicados como la "endogamia marital vasca".

Este tema nos toca de cerca, a mí y a las donostiarras. El exmarido de una amiga en común está saliendo con una sueca. Nuestra amiga asegura, no obstante, que esa relación está indefectiblemente destinada al fracaso. Esto es así por una simple razón: la sueca ha tomado varios cursos de euskaldunización, pero nunca ha superado "el límite crucial de las mil palabras"... En la conocedora opinión de nuestra querida amiga, "Joseba jamás tendría hijos con una mujer que no dominara a la perfección el euskera, y que no haya pasado por la ikastola". Esta idea evidentemente la tranquiliza y, si no supiéramos que quiere mucho y bien a su ex, sospecharíamos que casi, casi la alegra...

En una línea similar, mis amigas donostiarras cuentan que unas conocidas han estado contemplando la idea de inscribirse en Kaixomaitea.com, una página de "contactos" para euskaldunes que buscan pareja. La página intenta brindar un preciado "servicio a la comunidad", facilitando lo que (para euskaldunes y no euskaldunes) parece una difícil tarea. El servicio adolece, no obstante, de algunos problemas: los vascos mismos. O, mejor dicho, su candoroso pudor, y su temor a ser reconocidos, y a salirse de la media... Hay en la página muy pocas fotos de perfil, y abundan las declaraciones de afición al montañismo, y a la gastronomía.

Las prácticas sociales endogámicas no son, claro, una exclusividad vasca. En India, por ejemplo, éstas han estado férreamente regidas por el criterio de estratificación social por casta. Lo mismo ha sucedido hasta hace poco con los grupos raciales en Sudáfrica y, antiguamente, con la co-residencia en un pueblo o comunidad en la cultura incaica. Actualmente, muchas sociedades continúan observando "reglas de endogamia", aunque éstas sean de facto, y bastante más laxas. La segregación espacial y educativa, ambas asociadas a la clase social, y algunas veces a la raza, suelen operar como claros generadores de prácticas maritales endogámicas.

Las elecciones del ex de nuestra amiga donostiarra no parecieran responder a un "mandato colectivo". Tampoco las de nuestras conocidas euskaldunas que buscan "contactos" a ciegas a través de una página. Por lo contrario, los criterios que utilizamos para seleccionar nuestras parejas se nos antojan libres, subjetivos, arbitrarios. El sociólogo francés Pierre Bourdieu nos enseña, sin embargo, que hasta en esto somos seres sociales. Los gustos y las disposiciones que adquirimos durante nuestra "socialización primaria" (como miembros de una familia, una clase social, ¡una ikastola!, un barrio), se ven luego reflejados en nuestras elecciones "adultas". En esto consiste, según Bourdieu, "el poder reproductor del habitus"... Sobre estas cositas charlamos estos días bajo el límpido cielo madrileño, entre alfajores argentinos, y calamares en bocata.