Barcelona

Siempre miró al cielo pero hoy ya lo toca. La biblia modernista de piedra ideada por Antoni Gaudí y emblema por méritos propios de Barcelona, se convierte hoy en la gran catedral del siglo XXI con la consagración del Papa. Por eso estos días, el entorno de la Sagrada Familia parece Gaudilandia. Miles de personas dan la vuelta al templo, esperando hasta dos horas y media para poder acceder al interior. Subir en los ascensores que elevan a los visitantes por las torres es misión imposible. Los 16 euros que hay que pagar por la entrada con autoguía, más el extra por usar el ascensor, no retrae a casi nadie. Todos están fascinados por una obra faraónica que se prolonga a lo largo de tres siglos y va más allá de lo religioso e incluso trasciende el arte.

Operarios con casco confunden a los transeúntes montando pantallas, vallados y filas de asientos mientras los Mossos d"Esquadra inspeccionan las casas cuyos balcones miran al templo. Muchos de ellos cuelgan aún carteles alquilando las vistas. Los más baratos se han cotizado entre 300 y 400 euros; otros han conseguido vender todo el aforo hasta por 3.500 euros en e-Bay. No sabemos si al arquitecto de Dios le hubieran gustado semejantes fastos, ni la conversión de su criatura en un santuario superstar, pero la Sagrada Familia atrae a las masas.

Ciento veintiocho años después, sigue inacabada y la fecha de finalización es una incógnita. Eso no preocupaba a Gaudí. "Mi cliente no tiene prisa. Tiene todo el tiempo del mundo", contestaba a principios del siglo XX, con una obra al ralentí por falta de fondos; porque se ha erigido céntimo a céntimo. Desde sus inicios, el templo ha sido expiatorio, pues su construcción se ha financiado con donativos, pero ahora la peregrinación constante de visitantes, más de dos millones al año, engorda la recaudación. La novedad es que hace tres décadas nadie daba un duro por ver culminado un prodigio siempre a medio hacer. Sin embargo hoy, el cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach mantiene que "si las aportaciones de los fieles y las visitas siguen como hasta ahora, las obras podrían acabarse en veinte años". Concretamente en 2026, coincidiendo con el centenario de la muerte de Gaudí, precisa el arquitecto Jordi Faulí.

Cuando dentro de un siglo, un sucesor de Ken Follet novele una versión de Los pilares de la tierra, contará cómo la primera piedra de la Sagrada Familia se colocó en 1882 en un solar del Eixample comprado por 172.000 pesetas; y cómo Gaudí no asumió la dirección de la obra hasta un año más tarde, dándole al proyecto la vuelta como a un calcetín.

El gran hito del último año es que el templo duerme a cubierto. Las vidrieras se terminaron de colocar hace unas semanas y ya está instalado incluso el órgano en la zona del ábside. La gran nave central está tapada, sí, pero la silueta del templo está todavía muy lejos de la que debe llegar a ser. Sólo se levantan al cielo 8 de las 18 torres previstas y falta un pináculo central que superará en 58 metros a los que ya existen.

Si el exterior maravilla, el interior deja boquiabierto. Las columnas en forma de árbol -de diferentes piedras según el peso que deban soportar- sostienen con sus ramas las bóvedas luminosas que parecen hechas de grandes hojas pétreas y que, como verdaderas copas de árbol, dejan intersticios abiertos al cielo. Bajo estas cinco bóvedas con motivos florales y entre sus columnas arbóreas caben 8.000 fieles.

Para algunos, con este canto a la naturaleza de formas geométricas imposibles, la nave de la Sagrada Familia, realizada por el arquitecto Jordi Bonet, "entra en la historia de la arquitectura religiosa y la universal, junto a la sala hipóstila de Karnak en Egipto, el Partenón griego, las basílicas constantinianas, el interior de Santa Sofía o las grandes catedrales góticas".

Con una torre de 170 metros

Variará el "skyline" de Barcelona

Pero el templo expiatorio al que Gaudí (1852-1926) dedicó 43 años de su vida se está construyendo sin planos. Todos se perdieron en la guerra civil. El Vaticano tiene abierta una causa de beatificación del maestro modernista, enterrado en la cripta del templo, a los pies de la Virgen del Carmen. A su muerte, dejó dibujada una fachada (la del Nacimiento), de la que vio levantada una sola torre, una maqueta de la estructura y otra del conjunto. El edificio ha visto crecer siete torres más. Faltan cuatro en la fachada principal, o de la Gloria, con la que cada uno de los doce apóstoles dispondrá de la suya, y además las de los cuatro evangelistas en el centro (todas ellas de 120 metros de altura). Este punto de las obras se calcula para el año 2015.

Después, sólo restarán dos torres más: la de la Virgen María, sobre el ábside, y la de Jesucristo, la mayor de todas con 170 metros de altura y que será coronada por una gran cruz de 15 metros a la que podrá subirse en ascensor. La idea de Gaudi era que el pináculo más alto no superara la visual de la montaña de Montjuic. No podría prever que el skyline de la ciudad, cambiaría con los rascacielos de Mapfre y Arts, que miden 154 metros y la futurista torre Agbar, con 142 metros de altura.

Desde que en 1926 murió Gaudí, días después de ser atropellado por un tranvía, su trabajo lo han continuado otros seis arquitectos, que han seguido sus planos y sus directrices. "Gaudí era consciente de que nunca vería esta obra acabada, ni un solo tramo terminado. Pero dejó las cosas listas para que sus sucesores siguieran su camino. Nosotros no nos inventamos nada, seguimos sus maquetas, sus planos y su uso de la geometría como ciencia exacta", asegura Jordi Bonet, al frente de la dirección arquitectónica desde 1984.

Polémicas en torno al templo

Pecados que expiar

La Sagrada Familia ha sido objeto involuntario de polémica en los últimos años por las obras del túnel del AVE. Un tramo discurre a unos 30 centímetros de sus cimientos y la junta constructora y una plataforma popular trataron de parar las obras por miedo a un desmoronamiento. Pero la Unesco estimó en julio que el templo no corría peligro. La tuneladora superó en octubre el tramo de la discordia, bajo estrictas medidas de protección y el atento control de los técnicos y los sensores no detectaron movimientos importantes en los tres días de trabajo. Sin embargo hay expertos que no descartan que en el futuro se vean afectados los cimientos por desajustes en las capas freáticas.

La polémica también ha arreciado con los derribos previstos. Y es que a más largo plazo, el proyecto gaudiniano no estará completo hasta que sean demolidos los edificios legalmente construidos ante la fachada principal, que impiden abrir la soñada gran explanada de acceso. Por eso, para el final quedará la resolución de la fachada de la Gloria, la que se erigirá en la calle Mallorca, junto al discutido túnel del AVE. Su proyecto será realizado en la Universidad de Melbourne, donde se desarrollarán modelos tridimensionales a partir de los escasos fragmentos y fotografías originales conservados de la reproducción a escala que había hecho Antoni Gaudí.

Aunque combinadas con las obras, a partir de este momento, el templo celebrará misas ya que hasta ahora el culto se realizaba en la cripta. De momento, Benedicto XVI estrenará hoy la basílica oficiando sobre un una roca iraní de siete toneladas de peso reconvertida en altar. El pórfido -nombre que recibe la roca- fue colocado en el que será su lugar definitivo antes del verano, mientras que el baldaquino que lo cubrirá ha sido instalado en los últimos días. Pero a la Sagrada Familia todavía le quedan algunos pecados que expiar como conseguir los permisos urbanísticos de los que carece.