Bilbao
VAN al instituto o a la universidad como van a la discoteca o a hacer botellón. La indumentaria es tan llamativa que conozco la ropa interior de todos mis alumnos", sentencia una profesora de Secundaria que no quiere dar su nombre para que no la tachen de carca. Chicos con la cabeza cubierta con gorras y capuchas, y pantalones caídos que dejan a la vista los calzoncillos y chicas que muestran sin pudor la hucha (la raja del trasero) o lucen escotes de vértigo, conforman un paisaje cotidiano en muchas aulas. Algunos docentes defienden la necesidad de recuperar el decoro en las clases, sea en los centros de enseñanza Secundaria o en la Universidad y algunos consejos escolares ya se han visto obligados a fijar normas sobre las vestimentas de los alumnos.
La última polémica la protagonizó hace dos meses una profesora de la Universidad de Oviedo. La docente expresó su malestar al ver a un alumno en clase con una camiseta en la que rezaba I love bukakkes. El bukakke es un género pornográfico donde se práctica sexo en grupo y se humilla a algunos participantes. La queja de la profesora encendió un agrio debate sobre la libertad de indumentaria en una institución pública entre alumnos mayores de edad. Razón que también esgrime la Universidad del País Vasco para no contar con ninguna normativa sobre este particular.
En los institutos, con estudiantes menores, la cosa cambia. En Francia fue sonada la decisión de algunos centros de prohibir el tanga. Los directores argumentaban que se trata de una prenda demasiado provocativa para exhibirla en una institución académica. En Ribeauvillé (al noreste del país), diez chicas fueron enviadas a casa para que se cambiasen de ropa y el centro prohibió definitivamente llevar tangas a la vista o descubrir demasiado el vientre y dejar una generosa parte de piel al aire, inevitable con la moda imperante del pantalón de talle bajo.
Euskadi tampoco escatima en prendas ligeras a pesar de la climatología. El instituto público de Balmaseda se convirtió en el primero en tomar medidas para exigir a sus alumnos vestir de forma adecuada. La disposición la propició el escueto vestuario de ciertas alumnas y los directivos recuerdan aún hoy que una estudiante se negó a salir a la pizarra porque su atuendo no tapaba su ropa interior.
Efervescencia adolescente Itziar Alegría, directora del Instituto de Bertendona, en Bilbao, reconoce estar muy sensibilizada con el problema de las prendas exiguas ya que la chavalería de su centro se subleva con frecuencia. "Tenemos que repetir a los chavales que no es lo mismo ir a la playa que venir a a clase". Admite, aún a riesgo de ser políticamente incorrecta, que los escotes y las minifaldas son el problema más acuciante entre el alumnado inmigrante, en concreto, entre las chicas latinoamericanas. "Esta misma semana he tenido que avisar a un padre y cuando le he dicho lo qué llevaba puesto su hija, me ha dicho que así no había salido de casa", aclara.
Itziar Imaz, del Miguel de Unamuno, con 750 alumnos en diurno y 450 en nocturno, sabe lo que es lidiar con adolescentes en efervescencia. "Y eso que los nuestros vienen bastante correctos. Sin embargo, me consta que en Getxo, los chavales van en moto, con la tabla de surf y directamente con el bañador y las chancletas".
La revolución de la lencería femenina en forma de tanga choca de bruces con un teórico recato escolar y causa más de un conflicto. "La verdad es que los tangas y los calzoncillos los enseñan todo el año. La moda de llevar la riñonada al aire que se ve en la calle también la importan al instituto y aunque sea invierno, vienen enseñando el ombligo. Hay algunas chiquitas especialmente exageradas que llevan tops con muchísimo escote", afirma Imaz, quien corrobora que no disponen de un reglamento para la indumentaria, salvo el decreto de derechos y deberes. "No hemos sentido la urgencia de fijar ninguna norma ni por estética ni por una connotación sexual porque nunca nadie se ha sentido violentado".
Los alumnos sin embargo se escudan en la libertad individual. Así, desde Ikasle Abertzaleak consideran que un centro educativo no debería aislarse de la realidad social y que no se puede prohibir al alumnado vestir tal y como lo hacen en su vida cotidiana. Piercings, tatuajes, pantalones rotos o caídos o faldas demasiado cortas suelen encontrar el límite más en "el buen gusto o el sentido común" que en disposiciones normativas concretas. Así, el instituto Mendizabala de Gasteiz, insta a respetar las normas básicas de urbanidad y prohiben gafas de sol y gorras. Y es que las gorras también intranquilizan a muchos directores que ven como este complemento invade las aulas. Itziar Alegría reconoce que el tema "gorras y capuchas" ha bajado porque antes era una tendencia imparable pero "ahora ya saben que les vamos a obligar a quitárselas".
¿Libertad ilimitada? ¿Pero es ilimitada la libertad de los alumnos para elegir su indumentaria? Los jóvenes defienden que "el hábito no hace al monje" y "que la informalidad no está reñida con la buena educación ni con el rendimiento académico". Sin embargo, los responsables escolares discrepan. "El todo vale es muy cómodo pero no es educativo", apostilla Itziar. "Es muy difícil saber hasta dónde debes llegar para no pecar de puritanismo o de conservadurismo porque es una frontera muy frágil. Pero son menores de edad y hay que informar a los padres si se desmadran", asegura, aludiendo a ese look juvenil que deja al descubierto una gran parte de la anatomía.
La disputa sobre la indumentaria está tan candente que tras el debate por el caso de Najwa Malha, la estudiante de Pozuelo de Alarcón a la que su instituto prohibió asistir a clase con hijab, un colegio valenciano ha prohibido esta semana la entrada a tres adolescentes entre 16 y 17 años que llevaban tirantes y, según el centro, faltaban al decoro.