Bilbao

Por qué los tiburones no atacan a los abogados...? Por cortesía profesional". Sólo hace falta asomarse a internet para hallar cientos, quizá miles de chistes, muchos de ellos poco complacientes, sobre una de las profesiones más versátiles que existen. ¿Quién a lo largo de su vida no ha tenido que recurrir a un abogado para solucionar algún asunto, por nimio que parezca? Pero, además, la literatura, el cine y la televisión han agrandado la leyenda que rodea esta profesión. Muchos de los jóvenes que se animan a estudiar Derecho lo hacen deslumbrados, ayer, por Perry Mason, Turno de oficio o La ley de Los Ángeles, y hoy por Ally McBeal o Shark. Pero después de su paso por la universidad, no todos quieren ser abogados. Algunos se emplean en la empresa privada y un grupo significativo se dedica a estudiar oposiciones para distintos puestos de las administraciones públicas: notarios, jueces, fiscales, abogados del Estado, registradores de la propiedad, diplomáticos...

Y otro grupo, el vocacional, quiere ejercer de abogado. Pero ese toro es un miura para jóvenes que apenas han superado los veinte años y que no tienen experiencia, salvo un par de meses de prácticas realizadas durante la carrera universitaria. Ahí entra en juego la Escuela de Práctica Jurídica Pedro Ibarreche, perteneciente al Colegio de Abogados de Bizkaia. Este prestigioso centro, referente en todo el Estado, tiene como objetivo la enseñanza práctica del ejercicio de la abogacía. Para ello ofrece dos modalidades: la Iniciación al Ejercicio de la Abogacía y el Máster en Abogacía y Práctica Jurídica, este último impartido al alimón con la Universidad de Deusto. Se da la circunstancia de que, dentro del máster, existe una especialidad que se imparte únicamente en euskera, siendo la única escuela que ofrece este servicio.

En los últimos años, se vienen matriculando entre 50 y 60 alumnos por curso, y todos ellos se acercan a las clases muy motivados porque "el que viene aquí quiere ser abogado", explica Aitzol Asla, director de la escuela.

Los cursos duran quince meses y se dividen en dos fases. En los primeros meses se imparten los módulos obligatorios de las ramas de Civil, Penal, Administrativo, Laboral y Empresa, a cargo de acreditados profesionales en activo: abogados, jueces, notarios y fiscales. En la segunda fase, los alumnos se especializan en dos de las ramas y realizan prácticas externas en despachos profesionales, empresas e instituciones. Al finalizar el máster, los alumnos hacen las pruebas del CAP (Certificado de Aptitud Profesional). En los últimos años, la formación ofrecida por la escuela del Colegio de Abogados ha agilizado la salida al mundo laboral de cientos de jóvenes.

En el horizonte se vislumbran cambios de calado, porque la adaptación a Bolonia del sistema universitario obligará a los licenciados en Derecho que quieran ejercer de abogados a cursar obligatoriamente un máster, cuando hasta el momento es optativo. Este cambio entrará en vigor a partir de 2011 y la escuela Pedro Ibarreche está en pleno proceso de adaptación a la nueva situación.

El centro, que también tiene una importante labor de formación continua entre el colectivo de abogados vizcainos, realiza el próximo jueves la clausura del curso, que contará con la lección magistral a cargo de Ángel Juanes Peces, presidente de la Audiencia Nacional.

TOdos los abogados son abogados, pero los que pululan por los libros de John Grisham, los que defienden ante el juez a culpables o inocentes en las películas y series de televisión son los penalistas, los patanegra de los letrados, al menos en el imaginario colectivo. La gasteiztarra Silvia García lo tiene muy claro a sus 25 años. Quiere especializarse en Derecho Penal y, por ese motivo, tras terminar la carrera de Derecho en la Universidad de Deusto, se plantó en la Escuela de Práctica Jurídica para adquirir soltura. "Me dije: si no emprendes ahora el máster, no lo haces nunca, porque ¿cuándo vas a tener un año y medio libre para realizar exclusivamente prácticas?". Su elección del Derecho Penal, la rama que incide sobre los delitos, es firme. "No hay mucha gente que se dedique a esta especialidad, porque los recién licenciados le tienen miedo, porque es muy complicada o porque quizá el tema no da para tanto". Y es que los despachos ofrecen varias áreas de especialización, pero no se dedican con exclusividad a ninguna, ni siquiera el prestigioso bufete en el que realiza las prácticas. "En el caso de los delitos como asesinato, homicidio, alzamiento de bienes o apropiación indebida, el mercado se queda con cuatro o cinco abogados buenos. Nadie se arriesga a que le caigan 15 años de cárcel con un abogado que acaba de salir de la facultad. Así que los primeros delitos que podemos abordar son los menores: robos y hurtos". Y así durante años, hasta que adquieren experiencia para afrontar los grandes casos. Silvia es consciente de que dar el paso a la primera división de los penalistas le costará tiempo y esfuerzo: "Tardaré por lo menos diez años en ver un tema mayor". Pero su determinación es férrea: aunque el vértigo de emprender aventuras arriesgadas está ahí, dentro de una década se ve montando un despacho en el que poder compatibilizar el Derecho Penal con otras especialidades.

La pregunta que seguro se ha hecho en algún momento es si sentirá prejuicios al defender a presuntos culpables. "Un profesor nos dijo cuándo aceptar un caso: cuando, poniéndote en la piel de esa persona, viendo su situación económica, su familia, la trayectoria de su vida, no sabes cómo te comportarías tú ante esa situación. Todo el mundo tiene derecho a ser defendido y a que se le aplique la ley de forma justa".