BILBAO. "Sólo tienes que contemplar cualquier debate en la televisión, incluso de los serios, para toparte con gente vociferante que si pudieran se agredían. O contemplar Generación ni-ni -que es lo que ven estos chavales- para darte cuenta que la agresión verbal, e incluso sexual, está en las pantallas y no pasa nada", censura Begoña Ereño.

A la psiquiatra del Instituto Burmuin estos programas le resultan inaguantables, "porque es lo que veo a diario en la consulta. Nuestros niños y niñas ahora quieren ser famosos, salir en la tele y ganar dinero fácil. Esto es lo que vende. Cuando se publica en el periódico que fulanito ha encontrado dinero y lo ha devuelto casi no es noticia; las buenas acciones pasan desapercibidas. El clientelismo es lo otro. No puedo dejar de criticarlo", apostilla.

¿Hay alguna explicación para entender un crimen de las características del de la niña de Seseña?

La sangre fría de la agresora es estremecedora. Es como si la transmisión de los valores que se han dado siempre en la familia como la solidaridad, la compasión... estuvieran fallando y, como consecuencia, la sociedad se haya vuelto más agresiva. Lo que está claro es que es la familia quien, de alguna forma, tiene que trasladar estos comportamientos. Mucha gente -médicos, profesorado, educadores...- tenemos la sensación de que todo esto no se hace. Ya hay muchas señales de alarma: agresión entre los alumnos, al profesorado, a los padres. Son casos llamativos que nos dejan perplejos. Pero creemos que las agresiones son reflejo de la sociedad, aunque de forma dramática.

¿Por qué esta poca sensibilidad de muchos menores hacia la violencia? ¿Tienen que ver en esto mucho los videojuegos, el cine...?

Lo que sí vemos en las consultas es la influencia en nuestros niños y adolescentes de determinadas series televisivas. Dicen que a estas dos niñas les gustaba la serie Física o Química. Si ves esa serie te das cuenta de que entre ellos hay una violencia verbal muy fuerte, que en muchos momentos pasa a ser violencia física; que hay profesores que parecen ser todos ellos adolescentes y que se olvidan de transmitir unos valores de seriedad, de firmeza con respecto a estos adolescentes a los que están educando.

¿Se refiere a marcar los límites? Una sociedad debe indicar a los niños y adolescentes qué es bueno y qué es malo. Deben tener claro qué pueden hacer y qué no. Saber dónde se tienen que contener. Deben aprender los límites. Y creo que la familia ha bajado la guardia. Esto me preocupa. Si a ello sumamos los espectáculos que se dan desde las televisiones, el panorama es alarmante.

¿Qué estamos ejemplarizando?

Modelos muy negativos. De hecho, cuando le preguntas a un niño qué quiere ser de mayor, ahora dicen que famoso. ¿A nivel personal qué nos tenemos que replantear? Que estamos fallando en la formación de los jóvenes. Es una reflexión que vuelve a la palestra cuando suceden casos extremos como el de Seseña.

¿La violencia es un fenómeno arraigado en nuestros menores?

No sé si más arraigado, pero sí es cierto que en nuestro aprendizaje no tuvimos la violencia actual. Por eso me resulta tan desconcertante verla en estas edades. Si antes había acoso social, ahora con las redes sociales la tenemos a todos los niveles. A la consulta llegan chavales acosados desde Tuenti. Ante esto se justifica el enfado, pero no la agresividad.

La violencia la tienen más cerca. ¿Cree que hoy actúan con más violencia que décadas atrás?

Lo que vemos es que se controlan menos. Podríamos tener tendencia a la violencia, pero si hay un aprendizaje en el control no se manifiesta. Si no nos enseñan a controlarnos, entonces pegamos... En Inglaterra, al profesorado le vuelven a dar mayor poder porque veían que se estaba haciendo todo incontrolable.

¿Los padres y madres delegan totalmente la educación de sus hijos e hijas en las escuelas?

Sí. Es un error. Los padres quieren que a sus hijos los eduquen en la escuela. Sin embargo, no podemos delegar nuestra responsabilidad. En estos momentos, tenemos la sensación de que se da una delegación de la educación. Y sin formación no hay control y sale lo más instintivo del ser humano: la agresividad.

¿Hay que devolver la autoridad al profesorado como en Inglaterra?

No sé en Inglaterra qué pautas les han dado. Lo que está claro es que sí hay que devolver al profesor la autoridad. No el autoritarismo, pero sí la autoridad para que pueda enseñar. Si no la tiene, no puede enseñar y se hallará en la indefensión total. Los padres tienen que tener la autoridad de padres, de poder transmitir valores y de poder educar. Es el principio básico; los chavales no pueden hacer lo que les da la gana. Lo que no podemos consentir es la educación en la agresividad.

¿En qué falla la sociedad para que ocurran casos como el de Seseña?

Lo que me parece importante es la reflexión que se está dando. Hay que educar en la compasión; en la inteligencia emocional, la empatía. Educar en lo que hace al ser humano más humano. Pero, lo que más me preocupa es la falta de interés por el aprendizaje que tienen muchos chavales. Si a esto se une la permisividad de los padres hacia sus hijos, el cóctel puede ser tremendo. Educar es muy difícil, pero hay que saber decir no a tiempo; los padres deben poner los límites a sus vástagos.