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"Hay que estar un poco loca para ser madre"

Terapeuta familiar y escritora, la argentina Laura Gutman, autora de culto sobre temas de maternidad, expresa en voz alta los conflictos internos de las nuevas madres, los sentimientos de culpa y las nuevas puertas emocionales que abre el nacimiento de un vástago

"Hay que estar un poco loca para ser madre"Foto: zigor alkorta

BILBAO. Nacida en Buenos Aires, se graduó en París en Psicopedagogía Clínica, especializándose en temas de familia. En su extensa obra insiste en que el periodo inmediato después del nacimiento es la etapa que más impresiona en la constitución del ser humano. Gutman ha presentado en Bilbao su último libro La revolución de las madres, el desafío de nutrir a nuestros hijos (Ed. Integral).

¿Qué es "la revolución de las madres"?

Una reflexión sobre la dificultad que existe para ejercer el papel de madres y padres; la maternidad ha perdido valor social. Cuando nos quedamos en casa con los pequeños sentimos que dejamos de existir. Sin embargo, si no estamos con ellos y con paciencia, esos pequeños irán creciendo insatisfechos y luego se convertirán en lo que somos muchos de nosotros: personas adultas necesitadas de cuidados. La revolución de las madres es silenciosa y pacífica. El mundo cambiará cuando seamos capaces de integrar el amor y los cuidados amorosos en casa junto al despliegue de la autonomía y la libertad fuera del ámbito privado.

¿La maternidad es hoy más complicada que antes?

Sí. Porque las mujeres estamos desarrollando nuestra identidad en el mundo público. No nos parecen compatibles la libertad, la autonomía y la maternidad. Cuando nace un bebé, que nos demanda las 24 horas del día, sentimos que nos devora.

¿Hay que estar loca para ser madre?

Algo sí. Hay que dejarse llevar un poco por las emociones, porque si lo pensamos demasiado nadie se metería en una cosa así.

Defiende que la maternidad "convierte a las mujeres en invisibles".

Sí. Además, a las mujeres no nos valoran por ser madres, sino por otras actividades que realizamos de manera externa: estudios, desarrollo profesional, éxito social. Por tanto, inconscientemente, aunque nos formemos como madres en crianza y educación, buscamos el reconocimiento externo que necesitamos para sentirnos valorados en los ámbitos que sí aplaude la sociedad.

¿Muchas mujeres viven el ser madre como una losa para su profesión?

La maternidad no debería ser un lugar de sometimiento y debilidad. Los grandes avances sociales que nos han permitido a las mujeres estudiar, participar en las decisiones políticas y trabajar nos han hecho tener que dejar en un plano secundario otra faceta que nos hace muy poderosas.

¿Está considerada socialmente la maternidad?

Ser madre nos hace muy importantes, nos hace sentir válidas, además de convertirnos en personas fundamentales para el progreso de las sociedades pues de nosotras depende en gran medida la felicidad y la salud de las generaciones futuras. Por eso, ser madre y cuidar de nuestros hijos debe volver a ser considerado un valor social.

¿En que medida el ritmo vertiginoso de la sociedad en que vivimos afecta a la relación madre-hijo?

El ritmo vertiginoso es el mayor depredador de la unión madre-hijo. El ritmo del niño es en principio lento, suave, silencioso; todo niño necesita tiempos largos para entrar o salir de situaciones, como despedirse de la madre, ingresar en ámbitos diferentes... Una semana es un siglo en las percepciones del niño. Cada vez que nos apuramos con ellos, el resultado esperado será un fracaso.

¿Para cambiar al mundo hay que criar bien desde la cuna?

Sí. Es así. El desamparo de los niños pequeños no se hace visible de forma inmediata, sino que aparece unos años después, en la adolescencia. Y para criar bien a un bebé sin que se den frustraciones hay que entender profundamente los aspectos oscuros de la maternidad, que son exactamente lo opuesto a lo que nos cuentan las revistas. Pero sí, si queremos cambiar el mundo hay que criar bien al niño desde la más tierna infancia.

¿Hay alguna receta para afrontar la maternidad?

La mejor receta es saber que no hay receta. Lo mejor es indagar, conocerse, preguntarse por qué sentimos lo que sentimos o hacemos lo que hacemos.