Que Pablo Iglesias e Irene Montero hayan tenido que interrumpir sus vacaciones en Asturias por el acoso sufrido con pintadas en la carretera o campañas en las redes sociales señalando su ubicación ha servido a la derecha española para echar en cara a Podemos su apoyo a los escraches, las dinámicas de protesta ciudadana ante los domicilios privados de los políticos o en actos públicos con los que simpatizó en su momento el partido morado. Que prueben de su propia medicina, vienen a decir desde la derecha estatal, como si a Podemos le estuviera bien empleado y le hubiera salido el tiro por la culata tras haber dado oxígeno a estas protestas que nacieron en el contexto del 15-M y las plataformas antidesahucios. Podemos no lo ve así, y lleva días pidiendo con filtraciones a la prensa que la Fiscalía actúe. Ayer se produjo un choque entre Irene Montero y otra compañera ministra, la socialista Margarita Robles, a quien acusó de blanquear lo sucedido. En todo este debate subyace la dimensión que tiene el acoso que denuncia la pareja, que se prolonga ya cuatro meses y que no da ni un respiro a Iglesias y Montero ni a sus hijos. Les persigue como una sombra: de su chalé en Galapagar, hasta las vacaciones. Es un hecho sin precedentes, al menos en un escrache y exceptuando el hostigamiento de ETA en Euskadi. A su regreso desde Asturias, se han vuelto a encontrar con caceroladas en las inmediaciones de Galapagar, aunque esta vez había también grupos en su apoyo.Solo por su dimensión, Podemos cree que no se puede equiparar a un escrache y que la justicia debe actuar. Ve detrás a grupos de extrema derecha. En su momento, Pablo Iglesias justificó los escraches asegurando que son un “jarabe democrático”. Ya en aquel momento se cuestionó la práctica del escrache desde diversos ámbitos por interferir en la vida privada de los cargos públicos, como le sucedió a la entonces vicepresidenta, la popular Soraya Sáenz de Santamaría, quien tuvo que lidiar con una protesta frente a su hogar en 2013 cuando se encontraba en compañía de su hijo recién nacido. La justicia amparó la protesta y la situó dentro de la libertad de expresión. Montero e Iglesias denuncian ahora un hostigamiento constante que reabre el debate sobre los límites del marcaje a los políticos. Lo han sufrido en vacaciones con sus tres hijos, con pintadas en el suelo (“coletas, rata”) y campañas en las redes sociales que informaban de su ubicación y llamaban a hacerles una visita.

Polémica con robles

Hasta ahora, los compañeros socialistas de Unidas Podemos en el Gobierno español de coalición habían rechazado el padecimiento de Iglesias y Montero al considerarlo un hostigamiento por razones políticas, como hizo Ábalos. Pero ayer se produjo un encontronazo entre Montero y la ministra Robles, con quien los choques son habituales y suele mostrar matices en el discurso con respecto a otras voces del PSOE. “No puedo compartir posiciones de algunos que dicen que es jarabe democrático cuando se hace a unos pero, cuando se hace a otros, no está bien”, había dicho Robles, para rechazar todos los escraches. Montero mostró ayer su discrepancia en RNE y matizó que “el escrache está reconocido incluso por la propia justicia española como una forma legítima de protesta”, pero el acoso a su familia tiene como objetivo “sacar del gobierno” a Podemos. “La extrema derecha lo orquesta con la idea de que todo vale. Creo que eso es algo que es un problema político de nuestro país y los demócratas van a reaccionar frente a esto”, dijo. Montero consideró que excede la crítica política.