YER la consejera de Desarrollo Económico e Infraestructuras, Arantxa Tapia, y la consejera de Salud, Nekane Murga, anunciaron que el Gobierno vasco declarará el lunes la emergencia sanitaria.

Estamos ante una crisis compleja y múltiple. Es, para empezar, una situación de emergencia sanitaria. La consejera Murga ha dicho que "estamos ante un posible tsunami". La palabra no surgió de forma casual ni seguramente improvisada, sino que fue empleada para referir una situación que se nos puede ir de las manos y que exige, para no terminar arrasados por el desastre, medidas preventivas muy duras. Tapia completó la explicación: no es plato de gusto anunciar que se tomarán duras medidas restrictivas en breve, pero es necesario. Se trata de evitar que la ola nos arrolle.

Es también una emergencia económica, comercial, industrial y laboral. Aquí la presencia de Tapia era necesaria para transmitir el mensaje de que ni se ignora ni se es insensible al daño económico que en determinados sectores supondrán las medidas que se apuntan, que se es consciente su efecto dañino en el empleo en los sectores relacionados con la hostelería y el ocio y las actividades con público. Se conoce el daño que se causa, pero así debe procederse a actuar para evitar males mayores a la vuelta de vacaciones y coincidiendo con el arranque del curso escolar (o lo que pueda salvarse del mismo).

Finalmente estamos también, lo digo aún a riesgo de parecer excesivo, ante una crisis de carácter cultural que incluye:

? Una crisis de confianza en la información. Las redes son cada vez más una fuente inagotable de noticias falsas o manipuladas para hacernos creer las cosas más peregrinas, para confundirnos con datos tergiversados, medias verdades y teorías confabulatorias. Es la crisis del periodismo, del rigor, de la información de calidad. Es la crisis del ciudadano con criterio, gusto por la calidad informativa, sano espíritu crítico y cultivado olfato lector que sabe discernir.

? Una crisis de confianza institucional. Un creciente número de personas desconfían absolutamente de las instituciones democráticas y de los sistemas de control y transparencia -imperfectos pero reales- que los estados de derecho nos hemos dado.

? Una crisis de confianza en el conocimiento. Y es que en esta crisis los que de verdad saben deben mostrarse prudentes, conscientes de su falibilidad, abiertos a admitir errores y a corregirse sobre la marcha con humildad y responsabilidad. Los que no saben, en cambio, no necesitan de semejantes sutilidades. En los extremos más aberrantes, pero cada vez más abundantes, se afirma que los científicos nos engañan, los médicos nos engañan, los periodistas nos engañan, los profesores nos engañan, en un demencial complot universal que no pasaría el control de calidad de la serie de zombies más tonta.

Es quizá una crisis de confianza en el proyecto del humanismo, en la promesa de la ilustración y en la apuesta de la democracia. No es algo nuevo pero sí ha encontrado en la crisis sanitaria y sus inevitables incertidumbres su mejor caldo de cultivo.

La mala noticia es que esa triple crisis (sanitaria, económica y cultural) se alimenta de nuestro futuro de bienestar y libertad. La buena noticia es que no somos únicamente víctimas pasivas, sino actores, al menos en una pequeña parte, capaces de velar por la seguridad sanitaria de nuestro entorno y de reaccionar con responsabilidad en defensa del rigor, el conocimiento, la información de calidad y la responsabilidad ciudadana.