hace 43 años, once meses y un día que Franco, probablemente, no recibía tantos “¡vivas!” de los suyos, de los nostálgicos del régimen, de los que estuvieron en el Valle de los Caídos hace ese tiempo, algunos de los cuales volvieron ayer a decirle adiós al cementerio de Mingorrubio, un pequeño barrio cercano al Palacio de El Pardo, lugar de residencia del dictador y a unos 15 kilómetros del centro de Madrid. Ellos, y no sus víctimas, fueron los protagonistas en su última despedida, las cerca de 250 personas que acudieron a primera hora de la mañana a las proximidades del camposanto para “homenajearle”, para darle las gracias por “todo lo que hizo”, repetía Ana. Estaban a 300 metros del cementerio, en el punto donde la Policía situó el cordón de seguridad para que todo transcurriera sin sobresaltos, después de que la Delegación del Gobierno de Madrid prohibiera las dos concentraciones convocadas en apoyo al dictador y su familia.

“¡Viva el generalísimo!”, “¡Viva el caudillo!”, “Sánchez, profanador de tumbas”, “Prensa española, manipuladora” fueron algunas de las frases más aclamadas por los franquistas durante la jornada, en la que no faltó el Cara al sol, el himno de España, el de la Legión, el Padre nuestro y el rosario. Porque los fieles a Franco rezaron mientras caminaban por la carretera hacia el cementerio. Lo hicieron cuando se les comunicó que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid les permitía ir hacia el cementerio.

Micrófono en mano, un sacerdote, con otro párroco al lado, echó a andar por la carretera e invitó a los concentrados a ir hacía el cementerio, donde se disponía a salir la familia Franco. En su camino se cruzaron con los hijos y nietos del dictador que iban dentro de los minibuses en los que llegaron desde el Valle de los Caídos.

La soledad que pudieron sentir en ese punto de la sierra de Madrid quedó aquí lejos, porque los fieles a la causa les gritaron en varias ocasiones que “no estáis solos”. El que lo sintió más de cerca fue Francis Franco, que a diferencia del resto se fue del cementerio andando para encontrarse con los franquistas. “Han estado a punto de detenerme porque decían que había grabado un acto familiar”, afirmaba el nieto de dictador resumiendo los últimos cinco “desagradables” minutos del acto en el panteón del cementerio, con dos bisnietos al fondo ondeando una gran bandera preconstitucional que colocaron sobre el ataúd del dictador.

Alguna otra bandera de ese tipo se vio entre los simpatizantes, que estuvieron coreando consignas como “socialistas, terroristas”. El rostro del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ilustraba una de sus pancartas con la frase: “El valle no se toca, PSOE profanador de tumbas”. “Esto es una venganza, es odio. Es una manipulación estúpida”, repetía Rafael, un jubilado que estuvo en la Legión durante casi veinte años y que llegaba ex profeso desde Granada para “dar las gracias a este gran hombre”.

Le escuchaba de cerca Marius Visovan, un sacerdote que llegó de Rumanía “para homenajear al defensor de la Iglesia”. “Soy hijo de un combatiente anticomunista”, declaraba una y otra vez este párroco a los numerosos periodistas concentrados en la zona en la que estuvieron la mayor parte de la mañana. Cerca estaba también Paloma, una elegante jubilada con aspecto de “señora bien” que se interesaba por saber “quién quiere remover esto”. “Lo de la exhumación es una orden mundial porque a alguien le interesa. Sánchez es un mindundi que no tiene poder para nada”, comentaba. Ante este ir y venir de gente, de banderas y cánticos se preguntaba una periodista mientras miraba a los concentrados: “¿Verdad que parece una película de Berlanga?”. Algo cierto sino fuera porque la agresión ultra a una periodista fue muy real.

el chino franquista Allí también estaba Chen, un ciudadano chino que parecía mecer una corona de flores rojas y amarillas, más pequeña que las que recibió el dictador con frases como “Barcelona con Franco siempre”, “Málaga no te olvida” o “Valencia con el generalísimo”. “Pero si no conociste a Franco, ¿por qué vienes?”, le pregunta un periodista a Chen, que vive en España desde hace 21 años pero aún no domina bien el castellano: “Yo no conozco, pero sé historia. Él hecho pantanos, hecho sanidad, hecho Seguridad Social. Hoy podemos ducharnos gracias a Franco”.

La exaltación continuó dentro del panteón tras la llegada del féretro. El sacerdote Ramón Tejero, hijo del golpista Antonio Tejero, mostró su incomprensión por la “gran afrenta” que ha llevado a cabo el Gobierno con Franco de quien dijo que “por defender la fe católica y el Santo Nombre de Jesucristo ha recibido insultos, calumnias y persecución, en la vida y en la muerte”. “No podemos comprender la gran afrenta que algunos están haciendo con sus restos mortales, pero estoy convencido que él lo asumiría como un sacrificio más por Dios y por España”, subrayó Tejero en la homilía que pronunció en la inhumación.

Además, dijo que quizá “la rabia” les “carcoma” ahora pero insistió en que no pueden consentir que “estos hechos atroces” les “endurezcan el espíritu”. Finalmente, presentó a Franco como un “bienaventurado” por “su compasión y su entrega a los más desfavorecidos en momentos de extrema necesidad, por implantar la Justicia Social en nuestra Patria, por dar trabajo, vivienda y sanidad a todos”, y “por la Paz que entregó y mantuvo a lo largo de tantos años, una Paz que llevó a la Reconciliación que algunos pretenden destruir”.