BILBAO - Otro de los aspectos en el candelero respecto a la aplicación de la prisión preventiva es la influencia de la opinión pública en los casos mediáticos. En procesos judiciales como el de los dirigentes independentistas, el de La Manada o el caso Altsasu, la presión a varias bandas sobre los magistrados es evidente. Los juristas aseguran que quienes imparten justicia están sobradamente preparados para soportar situaciones complejas de este tipo y no es habitual que se comporten de manera arbitraria a la hora de aplicar medidas privativas de libertad. “Se les exige el deber de actuar con imparcialidad, abstrayéndose de cualquier elemento extraño a los hechos que investigan y a las pruebas de dichos hechos”, defiende la abogada Ana Palacio que, sin embargo, admite que en ocasiones los jueces “puedan verse influidos de forma no consciente por la opinión pública o por la presión mediática”.

En la misma línea, el magistrado Raimundo Prado esgrime que en el mundo judicial se está habituado a trabajar en condiciones complicadas. “Los jueces siempre estamos de un modo u otro sometidos a presión, pero un juez se tiene que aislar de todo eso”. También advierte Prado de las consecuencias que se pueden dar si un juez no decreta la privación de libertad cautelar y pone como ejemplo los delitos sexuales. “Si a un agresor sexual se le pone en libertad y comete otra agresión, al juez se le puede caer el mundo encima. O coge alguien y se te va a la selva de Brasil. Los jueces siempre estamos entre la espada y la pared”, concluye.

El exjuez Joaquín Giménez se muestra tajante sobre las presiones: “El sistema judicial no puede estar pendiente de la opinión pública ni de la publicada y la prisión provisional nunca puede acordarse por la alarma social. La alarma social es creada artificialmente por los medios de comunicación o por las redes sociales”, expone. Giménez admite que en una sociedad democrática la crónica judicial y las opiniones públicas están siempre presentes, pero cree que los profesionales de la justicia deben ser impermeables a las críticas. “Los jueces y fiscales ya por educación sabemos que hay que ser un poco insensibles”, ironiza. - M. Aizpuru