bilbao - Tras una ruptura, llega el turno del reparto de culpas. Ayer -ya sin el freno puesto en las declaraciones al estar rotas las negociaciones- el PSOE y Unidas Podemos se dedicaron a intercambiarse críticas y reproches, en una pelea dialéctica más destinada a la campaña electoral que a buscar una solución de última hora a un desencuentro que parece crónico.

En la sesión en el Congreso de los Diputados se evidenció que la relación entre quienes fueron socios en el breve Gobierno socialista de la pasada legislatura ha saltado por los aires. Si ya había quedado tocada la confianza tras el fracaso de la investidura en julio, ahora los puentes están rotos y nadie parece tener intención de reconstruirlos para evitar las urnas en noviembre. Así, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se dedicaron a responsabilizarse mutuamente del fracaso y a tomar posiciones para la carrera electoral que se avecina.

Pese a todo, Iglesias procuró mostrarse conciliador en la sesión de control al Ejecutivo que, aunque se había convocado para debatir sobre asuntos europeos, terminó convirtiéndose en un monográfico sobre el bloqueo en la política española. El líder de Unidas Podemos habló como si todavía creyera en poder amarrar un acuerdo in extremis y rogó a Sánchez que regrese a los postulados de julio, cuando el PSOE ofreció a los morados tres ministerios y una vicepresidencia. “Es preferible siempre un Gobierno de coalición antes que la repetición electoral”, le trasladó. Sin embargo, Iglesias sospecha que nunca estuvo entre los planes del presidente en funciones conformar un gabinete bicolor y reveló que éste no le ha llamado en ninguna ocasión desde que fracasó el primer intento de investidura, salvo para felicitarle por su paternidad.

Pedro Sánchez, por su parte, se mostró más duro, implacable con las peticiones que le llegaban desde la bancada morada y sin filtros a la hora de atacar a su homólogo de Podemos. En esta línea, recordó a Unidas Podemos sus sucesivos rechazos a las ofertas socialistas y les reprochó haber calificado de “floreros” y de carteras sin competencias los ministerios de Sanidad, Igualdad, Cooperación y Ciencia que estuvieron sobre la mesa en la negociación de julio. “No son asuntos menores que se puedan despreciar”, criticó Sánchez que, sin embargo, no ofreció una explicación clara sobre por qué la coalición era una opción válida hace menos de dos meses y ahora no puede estar en la mesa. El presidente en funciones se limitó a decir que la formación morada busca que haya “dos gobiernos en uno”, en lugar de comprometerse con un Ejecutivo cohesionado y estable.

Así las cosas, cada líder busca ya su particular relato para afrontar la extensa campaña que se avecina ante lo que, salvo giro de última hora en los próximos días, será la tercera convocatoria electoral de 2019 y las cuartas generales en cuatro años. Pablo Iglesias se aferra a que él ya se echó atrás y cedió cuando renunció a ser ministro, mientras esgrime que son los socialistas los que nunca han tenido intención de llevar la negociación a buen puerto al preferir los réditos que les puede dar una repetición de los comicios. El relato del PSOE está también bastante definido. En Ferraz insisten en que sus antaño socios no son de fiar y no desean un Gobierno progresista, ya que es la segunda vez que bloquean una investidura de Pedro Sánchez y abocan a los ciudadanos a elecciones, como ya ocurrió en 2016.

tiempo de descuento A pesar de la ruptura de la mesa de negociación, todavía quedan días antes de la fecha límite. No muchos, pero sí los suficientes para que alguno de los actores intente mediar y propiciar un regreso a las conversaciones a última hora. Al PSOE no se le ve por la labor de volverlo a intentar e incluso el ruego de Iglesias ayer en sesión parlamentaria para mantener un cara a cara con Sánchez fue desdeñado por este último. El secretario general de Podemos ha dejado caer en los últimos días que se equivocó en julio al haber delegado en los equipos negociadores y no haberlo gestionado personalmente acudiendo a La Moncloa a departir con el presidente en funciones. En ese sentido, sigue confiando en que un encuentro a solas con el líder socialista podría destensar la situación.

Pedro Sánchez, sin embargo, parece determinado a afrontar la repetición electoral y ahora su batalla es otra: la de elaborar un discurso que le sea efectivo en campaña para amortizar el bloqueo sufrido y meterse en el bolsillo algunos escaños más. En Ferraz están convencidos de que pueden sobrepasar la barrera de los 130 diputados y reforzar su posición hasta el punto de que otro bloqueo parlamentario sea inconcebible. Ya hay un precedente, el de Mariano Rajoy en 2016, que fue el principal vencedor de la segunda ronda de las generales y logró lo que parecía imposible: ser investido implosionando el PSOE por el camino.