Iruñea - Ana Ollo (Geroa Bai) encara su segunda legislatura como consejera con el reto de continuar y ampliar las políticas de convivencia y de acción en el exterior desde la experiencia de los últimos cuatro años. Su labor también será observada en su compactación con el relato global del Gobierno de la socialista María Chivite. La guía base será el acuerdo programático.

¿Quién cree que atesoraba mayores expectativas en su inicio, el Ejecutivo de Barkos o el Chivite?

-Es diferente. El de Uxue Barkos recogió un anhelo en la sociedad de cambio. Ahora es un Gobierno diferente, pero asume prácticamente todas las políticas de los últimos años. Probablemente es una etapa vista con más naturalidad por la sociedad. Creo que es muy positiva como consolidación de esas políticas. La oportunidad de continuarlas dándoles una centralidad y una territorialidad que probablemente ha ganado este Ejecutivo.

“Con el PSN hay muchas cosas en las que podemos coincidir”, afirmó en septiembre de 2016. Hasta el punto de que ahora los socialistas lideran un gobierno de coalición junto a ustedes, Podemos y el apoyo e I-E. Pero al PSN se le va a recordar a menudo que en la legislatura anterior confrontaron.

-El PSN se situó en la oposición, y a veces con una labor dura. Pero dije que nos unían muchos más acuerdos que desacuerdos y creo que el pacto actual ahonda en ese punto de vista. La política es llegar a acuerdos. Lo que no puede ser es el espectáculo que se está dando ahora mismo en Madrid, donde todos los partidos parece que van a las máximas. La política es ceder, consensuar, dialogar, llegar a acuerdos entre diferentes por un bien común.

Dijo también entonces: “El Gobierno ha hecho de la paz y convivencia una base del cambio”. Una base que va a seguir desarrollándose.

-El acuerdo programático desarrolla ese marco de las políticas de paz, convivencia y derechos humanos, en el fondo de una manera bastante continuista. Ahora se parte ya con un bagaje de una experiencia de cuatro años y queremos avanzar en aspectos concretos que se quedaron en una fase inicial.

¿Como cuáles?

-El propio acuerdo programático habla de un plan estratégico de convivencia y derechos humanos para la sociedad navarra. Tenemos que empezar a trabajar en ese plan con una participación no solo de la clase política sino también de la ciudadanía. Para que tenga efectividad tiene que ser compartido. También habla de una ponencia parlamentaria, en la que se acuerde un suelo ético de todas las fuerzas políticas sobre las bases de una convivencia en una sociedad diversa y plural.

Eso requiere honestidad y coraje intelectual. Una tarea nada sencilla de articular.

-Es una oportunidad si queremos creer en una sociedad en paz, y desde luego tendremos que tener un consenso en torno a ese suelo ético, a esa deslegitimación de la violencia y a una mirada crítica con ese pasado violento que hemos tenido en Navarra. ¿Difícil? Para eso estamos en las instituciones. Para plantearnos retos y no para trabajar en la comodidad.

¿Qué aprendió personalmente en la anterior legislatura? ¿Cómo le afectó una consejería con una carga tan delicada y al mismo tiempo tan humana como la suya, con tanto contacto con víctimas de vulneraciones de derechos humanos?

-Eso te hace descubrir que muchas veces hemos vivido como sociedad, y yo la primera, de espaldas a ese sufrimiento de muchas personas. Pongo siempre un ejemplo. Fue muy tarde cuando descubrí que en 1938 en el monte Ezkaba más de 800 personas prisioneras se fugaron en la mayor fuga de presos en la Europa Occidental. Y esto no lo conocíamos. Hemos vivido de espaldas a una realidad; algunos más, otros menos. Y en la anterior legislatura descubrí, yo que pensaba que conocía esa realidad de sufrimientos, que había muchos hechos ocultos. Y esa es precisamente una de las líneas de nuestro trabajo: la transmisión a las nuevas generaciones de ese pasado violento que vivimos para que no se vuelva a producir, tanto en la memoria histórica como reciente.

Usted viene del periodismo. A veces la batalla por la propaganda genera que ideas antes inimaginables calen en poco tiempo, también en cuestiones de convivencia.

-Efectivamente, ahí tenemos una responsabilidad como sociedad, pero sobre todo quienes estamos en las instituciones tenemos una responsabilidad de no manejar esos mensajes.

Dijo que el primer año del Gobierno de Barkos fue “cañero”. ¿Les viene ahora algo parecido o peor?

-Supongo que cuando yo dije eso venía de una inexperiencia política, y fue entrar en una realidad desconocida. Estas primeras semanas están resultando también cañeras. Aquí hay una responsabilidad, sobre todo de Navarra Suma, de valorar si esto les compensa o nos compensa a la sociedad navarra. Intentar fragmentar o provocar conflictos allá donde no los hay no nos beneficia a la sociedad navarra. La crítica política es una cosa, la fragmentación de la sociedad es otra cosa.

¿Cómo se puede desarticular ese discurso de la crispación?

-En eso estamos, en eso estuvimos en la legislatura anterior. Por ejemplo en el ámbito del euskera creo que se estableció un lenguaje perverso alejado de toda realidad. ¿Cómo se combate? Demostrando que esas mentiras y falsedades no son reales, contándolo muchas veces, dando datos y confiando en que haya un momento en que la oposición descubra que ese mensaje no le compensa políticamente.

Pero este gobierno, como el anterior, no tiene un discurso monolítico. ¿Va a ser difícil alimentar la cohesión?

-Es un gobierno de coalición. La voluntad tanto de la presidenta como de todos los que estamos en el Ejecutivo es que sea un equipo lo más cohesionado posible. Es una oportunidad que nos ha dado la sociedad poder seguir avanzando en políticas progresistas. Eso tiene que estar por encima de todos y es un compromiso que hemos asumido todos, empezando por la presidenta.

“Tendremos que tener un consenso de suelo ético y una mirada crítica sobre el pasado violento en Navarra”

“Es una oportunidad que nos ha dado la sociedad poder seguir avanzando en políticas progresistas”