bilbao - A menos de tres semanas de la investidura, el choque es frontal entre el PSOE y Unidas Podemos. Pablo Iglesias utilizó ayer su última bala para tratar de forzar el gobierno de coalición, pero volvió a toparse con el muro de granito de Pedro Sánchez, que además se ve reforzado por la encuesta del CIS y quiere colocar a Podemos ante el abismo de una repetición electoral. Iglesias se ofreció a renunciar a su entrada en el gobierno a cambio de que el socialista se presente a la sesión de investidura de este mes con ese acuerdo de coalición cerrado y lo someta a la consideración del Congreso. Si el Congreso lo tumbara, Iglesias renunciaría a su exigencia. La oferta, que se planteó como una cesión en un artículo en La Vanguardia, puede esconder la trampa de que, en realidad, Iglesias está convencido de que Sánchez pasaría la investidura con la abstención de ERC. El presidente en funciones pareció olerse la jugada y respondió con una negativa rotunda.

Iglesias trataba de desmontar el discurso socialista, según el cual el gobierno de coalición provocaría que otros partidos votaran en contra. De ahí que la oferta tenga mucho de órdago. Sánchez no tiene ninguna intención de abrir la puerta a ministros de Unidas Podemos, porque tiene serias dudas de que la convivencia dentro del Gobierno español vaya a ser plácida con el partido que le disputa la hegemonía en la izquierda y, además, cree que provocaría fricciones a la hora de fijar condiciones a otros grupos en la negociación de asuntos como los Presupuestos, con Catalunya en mente. La última oferta del PSOE es dar entrada a Podemos en niveles intermedios de la administración, pero nada de ministros. Es el llamado gobierno de cooperación. Quedan menos de tres semanas para la primera votación del día 23, donde el PSOE no tendrá mayoría absoluta. Dos días después le bastará la simple. Si tampoco la logra, tendrá otros dos meses para intentarlo. De lo contrario, se celebrarían elecciones el 10 de noviembre.

En paralelo, el PSOE ha retomado los contactos con el PNV, tal y como confirmaron a DEIA fuentes del grupo jeltzale en el Congreso. Tras varios días de parón, se han reiniciado las conversaciones, aunque sin concreciones. La ronda de contactos de Sánchez se activará la próxima semana, y el PNV la afronta con una apuesta por la responsabilidad para poner en marcha cuanto antes la legislatura y evitar las elecciones, de ahí que se mueva entre el voto a favor y la abstención. No le preocupa en exceso el hecho en sí mismo de que el gobierno sea en solitario o de coalición, sino que quiere escuchar las políticas. No le asusta lo que pueda hacer Podemos, porque el propio Iglesias se mira en el espejo vasco para proponer medidas como una renta básica que se inspira en la renta de garantía de ingresos. Lo que sí le preocupa es la tendencia que cree que tiene Podemos a la hora de plantear medidas sociales de manera uniforme para todo el Estado sin tener en cuenta las competencias vascas. Es ahí donde el PNV estrecharía la vigilancia.

la propuesta Iglesias intentó desbloquear el gobierno de coalición con un movimiento que al PSOE le pareció pura estrategia maquiavélica, lo que da una medida de la desconfianza que impera entre ambas partes. Iglesias trató de rebatir los argumentos de Sánchez y el PSOE para rechazar un gobierno de coalición, porque el socialismo cree que complicaría la investidura y le restaría apoyos. El PSOE habla, sobre todo, por Coalición Canaria. Pensar en la abstención de Ciudadanos es ya una quimera.

Iglesias propone “lograr un acuerdo integral de gobierno de coalición”. “Si se verifica la hipótesis del PSOE y la investidura no sale adelante”, Iglesias se compromete a “revisar” su posición. Si la investidura saliera adelante, habría coalición y se superaría la “situación de bloqueo”. La vicepresidenta española en funciones, Carmen Calvo, avisó de que la investidura “no pasa por táctica, retos ni estrategias”, y pidió hablar de políticas y, si acaso, del gobierno de cooperación.