donostia - Angel Oiarbide y Zelai Nikolas dejarán la portavocía de Gure Esku Dago, la plataforma que ha impulsado consultas en pueblos vascos para defender el derecho a decidir, casi seis años después de que se presentara en Ficoba y justo a las puertas de que llegue una etapa “mucho más eficaz y potente que la de hasta ahora”.

¿Por qué este adiós?

-Más que un adiós, es un cambio de responsabilidades. Hace cinco años y medio en Ficoba se presentó Gure Esku Dago y tanto Zelai Nikolas como yo tomamos la responsabilidad de darle voz a este movimiento. El cambio de responsabilidad es natural, Gure Esku Dago comienza una nueva etapa y esos cambios son naturales y buenos.

¿Cómo valora esta trayectoria?

-En seis años hemos creado un espacio que no existía. Cuando dijimos que Gure Esku Dago no era un eslogan, sino una actitud, hoy lo podemos ver. Hemos caminado y hemos sentido la capacidad que tenemos la ciudadanía vasca. Lo más importante ha sido que hace seis años nos decían que el derecho a decidir era un tema visceral, que era complicado hablar a nivel de país, de cuadrilla, de familia o pareja, pero hemos hecho la transición a la racionalidad. Somos capaces de hablar sobre todo sin enfadarnos. Estamos conquistando lo que en otros países es normal. Hemos creado un punto de encuentro sobre un tema que nos desunía y ahora empieza una nueva etapa, no solo Gure Esku Dago. Ahora empieza el sentir de qué somos capaces una vez creado el espacio.

Dice que estos cinco años y medio han sido un ensayo. ¿Para qué?

-La ciudadanía vasca ve un futuro donde podamos decidir libremente cualquier problema político, poder pasarlo a reto político y solucionarlo libremente mediante un referéndum. En una sociedad como la británica, a hora y media en avión, existe este escenario. Poder llegar a ese escenario es un tema de país. La sociedad en su totalidad debe implicarse. Debemos organizarnos como movimiento social. Es el reto del futuro: adquirir y legalizar esas herramientas democráticas para poder decidir.

La cadena humana de 2014 llamó mucho la atención, el acto de los estadios de 2015 no logró llenar y la cadena de 2018, pese a ser más larga, generó menos expectación. ¿Cómo lo interpreta?

-No lo valoramos de esa manera. Gure Esku Dago es un movimiento con muchísima ambición. Los retos que pone encima de la mesa no se pueden abordar solo con la estructura de Gure Esku Dago. Son proyectos de país, de demostrar de qué somos capaces juntos. Los cambios no se dan físicamente llenando estadios o haciendo cadenas, sino también mentalmente. Ampliar la dimensión mental de lo que somos capaces de hacer desde la ciudadanía es para nosotros ya un éxito. Ese reto y esa ambición de país contagia.

¿Y la cadena de 2018?

-Esa cadena de 201,9 kilómetros fue muy, muy potente. Es verdad y tiene razón en que al principio, a la hora de organizar, socialmente no fue como la de 2014, porque era una especie de eso ya lo hicimos. Tenía la novedad de que en cuatro años habíamos sido capaces de desgranar el derecho a decidir y llegar a 2.019 razones en muchos ámbitos. Con esas razones fuimos al Parlamento de Vitoria. Esa movilización fue una de las claves para que llegaran a un acuerdo de bases en la Ponencia de Autogobierno. Que se viera a miles y miles de personas en 202 kilómetros dando las razones que tenemos la ciudadanía para decidir influyó políticamente en aquel acuerdo de bases.

¿Qué han aprendido de Escocia?

-La normalidad de que la sociedad tome la palabra y decida, que las consultas no dividen a la sociedad y que los escoceses, saliera que sí o que no, ganaron. La sociedad no se rompió. Lo más importante es que la base democrática puede amortiguar cualquier diferencia.

¿Y de Catalunya?

-La capacidad que tenemos de influir en nuestro propio futuro. Somos los protagonistas. Los catalanes nos enseñan el escenario que nos toca jugar en el Estado español, pero también que ellos han creado un hábitat totalmente propio, profundizando en la democracia, en el respeto, en el pacifismo, en la tolerancia, el civismo? Ese es el camino. A Escocia tendríamos que acercarnos más, y hay ejemplos que como país nos pueden nutrir para ser capaces de crear nuestro propio ejemplo, adecuado a nuestra realidad.

Deja la portavocía sin poder reunirse con algunos agentes políticos y sociales, como por ejemplo, el PSE o el PP.

-Lo que más me ha extrañado en estos seis años es lo que cuesta a diferentes agentes políticos y sociales ver intereses comunes de país, lo roñados que estamos mentalmente para ver intereses comunes. Si este país ha puesto diferentes hitos a nivel mundial, fue porque fueron capaces de visualizar intereses comunes y trabajar conjuntamente. Esa visualización está hoy atrofiada.

¿Por qué en las consultas no se termina de movilizar toda la ciudadanía que vota opciones favorables al derecho a decidir, como ocurrió en Donostia? ¿Cómo ampliar la base favorable al derecho a decidir?

-Sobre las consultas, tenemos que diferenciar las cosas, porque cuando se haga un referéndum jurídicamente vinculante la participación será histórica. Que en nuestra consulta hayan participado 21.000 donostiarras no quiere decir que no interese el debate, sino que a las consultas que organiza Gure Esku Dago hay que darles la importancia que hay que darles. Físicamente no cambia nada, pero en el transcurso, el ambiente y las complicidades que se crean en el camino, sí.

¿Y cómo ampliar la base?

-La clave son esas 2.019 razones que hemos recopilado. No hay solo una, sino 2.019 razones en las que han participado un montón de agentes diferentes. El derecho a decidir no es del 73% o del 75% de la ciudadanía representada en la Cámara en Vitoria y que es favorable al derecho a decidir: es un espacio del 100% de la ciudadanía vasca.

¿Le han dolido algunas valoraciones políticas?

-(Pensativo) Me han sorprendido, porque parece el mundo al revés... Hemos dicho en privado nuestras opiniones, pero públicamente sabíamos que no íbamos a ningún sitio criticando o diciendo lo que deberían hacer los demás si creemos en el objetivo que buscamos.