Porque este joven país nacido hace tan solo 245 años con una ambiciosa Declaración de Independencia que proclamaba “Todos los hombres han sido creado iguales, dotados por su Creador con derechos inalienables entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”, llegó al mundo con “pecado original”: estos derechos no alcanzaban a todos, porque de su exigua población de dos millones y medio de aquel, más de 600.000 eran esclavos cuyos derechos “inalienables” eran prácticamente inexistentes.

Esto duró casi 90 años, hasta la enmienda constitucional de 1865 en que la esclavitud quedó abolida al final de la Guerra de Secesión.

El autor de la Declaración de Independencia, Tomas Jefferson, a pesar de referirse a los derechos inalienables de libertad y felicidad, tuvo a lo largo de su vida más de 600 esclavos y no ocultaba que consideraba a los negros una raza inferior que no convenía mezclar con la blanca. También tuvo esclavos el general George Washington, que consiguió liberar del control británico a sus colonias americanas y se convirtió en el primer presidente de Estados Unidos, y otro tanto ocurrió con otros diez presidentes hasta la emancipación de los esclavos.

Pero si la esclavitud acabó, la situación de la población negra nunca se equiparó a la de los blancos y, a pesar de múltiples esfuerzos de blancos y negros para conseguir mayor igualdad, las diferencias siguen siendo enormes, en muchos lugares todavía hay discriminación y donde no la hay, todavía se encuentran personas que consideran inferiores a los negros

No es una discriminación oficial, pues un siglo más tarde de abolirse la esclavitud, las leyes para equiparar los derechos civiles eliminaron totalmente las desventajas que impedían el ascenso de la población negra a trabajos bien remunerados y a puestos oficiales. Pero lo que decían las leyes no fue suficiente: la esclavitud y segregación han desaparecido, pero los prejuicios continúan.

Ha habido múltiples intentos de acabar con estos prejuicios, pero aquí incluso algunos líderes negros han constituido obstáculos, unas veces por ideología y otras por intereses políticos, pues han boqueado propuestas que habrían ayudado a las comunidades negras, como por ejemplo la posibilidad de acceder a escuelas privadas, o la posibilidad de acercarse o integrarse a la cultura dominante del país -la blanca- por su deseo de desarrollar una “identidad negra”.

Otros esfuerzos por eliminar las desventajas negras, como la “acción afirmativa” (que permite a funcionarios o estudiantes negros con cualificaciones peores acceder a puestos o universidades), han sido una espada de dos filos, pues hacen creer que los beneficiados están en realidad peor preparados, cosa que a veces es cierta pero en muchas ocasiones no es así.

Ni el esfuerzo de líderes negros como Martin Luther King, asesinado por un blanco en 1968, ni la victoria electoral de Barak Obama, que llevó por primera vez, en 2008, a un negro a la presidencia de Estados Unidos, han sido suficientes para salvar las diferencias económicas y sociales.

A esto se suma la falta de acceso a buenas escuelas: las escuelas públicas de los negros acostumbran a ser peores que las de los blancos, porque estas escuelas se financian con los impuestos del catastro, mucho más bajos en los barrios pobres. Y ciertamente, los negros viven en barrios más pobres, con lo que sus escuelas disponen de menos dinero.

Los medios informativos atizan a veces el fuego del descontento al centrarse en los aspectos más negativos. Incluso algunos medios españoles se hicieron eco de datos falsos al señalar que los hogares blancos en Estados Unidos ganan 10 veces más que los negros, cuando los ingresos mayores no corresponden a los blancos sino a la minoría asiática, que además de trabajar mucho vive en familias y acumula sueldo. Muchos hogares negros tienen como cabeza de familia a una madre soltera con poco dinero, preparación y tiempo para ayudar a sus hijos.

Otro problema es el alto índice de delincuencia entre los jóvenes negros: nada menos que el 25% de los varones negros ha pasado alguna temporada en la cárcel y, aunque posiblemente hay mayor discriminación y acaban entre rejas por motivos que no llevan a la cárcel a blancos u otros segmentos de la población, lo cierto es que sus niveles de criminalidad son mayores y la consecuencia es reducir sus posibilidades de conseguir buenos empleos porque pocos empresarios contratan a gente con antecedentes penales.

Aunque hay programas sociales para compensar estas diferencias con todo tipo de ayudas que no se reflejan en las estadísticas, lo cierto es que la gran mayoría de los negros saben que están en el grupo más bajo de la escala socioeconómica, que sus posibilidades de subir son bajas y que la policía los trata peor que a los demás.

Entre tanto, las periódicas explosiones de violencia que acompañan las protestas difícilmente benefician a los negros sino que refuerzan los prejuicios contra ellos, al tiempo que los blancos se sienten molestos de que les culpen de su “blancura” o su “arrogancia” y consideran que no se les puede hacer responsables de la actuación de los colonos americanos que fundaron hace más de dos siglos y medio un país al que gran parte de la población blanca de hoy en día llegó mucho más tarde.