París - Hay una cosa clara sobre el incendio que ha malherido Notre Dame: la catedral quedó maltrecha pero sobrevivirá. Hubo minutos eternos en los que ni siquiera eso era seguro. El resto aún son interrogantes: cómo se originó el fuego, qué obras de arte se han perdido, cuánto tardará en reconstruirse. Aunque, según declaró el presidente francés un día después de la devastación causada por el fuego, para reconstruir “todavía más bella” la catedral serán necesarios cinco años, estimó Emmanuel Macron.

Tampoco se sabe apenas sobre el lugar donde comenzó el incendio o sobre sus causas, el Gobierno y la Fiscalía quisieron ser tajantes desde el inicio al afirmar que todo apunta a un origen accidental.

En tiempos de ruido y confusión, con los teóricos de la conspiración afilando armas en las redes sociales, el fiscal de París, Rémi Heitz, que dirige la investigación, subrayó que “nada por ahora va en la línea de un acto voluntario”. Con la prudencia exigible a su cargo, Heitz explicó a la prensa que prioriza la hipótesis de un origen accidental de las llamas, aunque no se podrán realizar las comprobaciones necesarias hasta que las condiciones permitan acceder a la “zona cero” del incendio, algo que hasta ahora “no ha sido posible porque no es estable”.

Poco antes, el ministro de Cultura, Franck Riester, ya había avanzado que el suceso pareció iniciarse en torno a la aguja de la catedral, donde se estaban realizando obras de restauración, para lo cual se había montado un andamiaje de cien metros de altura. Cinco empresas trabajaban en esa obra, y la quincena de operarios presentes en aquel momento ya han comenzado a ser interrogados por la policía.

Algo más que sí se sabe: el abismo estuvo cerca. Tan cerca como un cuarto de hora. Quizá si una veintena de bomberos no se hubiera encaramado a las torres para combatir desde allí con mangueras el fuego que había devorado la cubierta de la catedral, hoy no quedarían de Notre Dame más que las cenizas.

En ese intervalo de 15-30 minutos, entre las ocho y las nueve de la noche, “se jugó la supervivencia” del templo, a juicio del secretario de Estado del Interior, Laurent Nuñez.

Nuñez avisó de que los arquitectos han identificado “algunas vulnerabilidades”, sobre todo en la bóveda y la fachada lateral del transepto norte. Pero esos problemas no amenazan, a priori, la estabilidad global del monumento.

La investigación deberá determinar, por ejemplo, por qué si la alarma de incendios saltó a las 18.20 no se logró descubrir su origen hasta que la alerta volvió a sonar, 23 minutos después. Para entonces, las llamas ya se habían adueñado del complejo envigado de madera (“el Bosque” lo llaman, por la cantidad de robles, más de mil, que se usaron para urdirlo) que sujeta la cubierta. También tendrá que establecer si las compañías concesionarias de los trabajos cumplían con los protocolos de seguridad o si pudo haber algún tipo de error humano en la génesis del suceso.

Las autoridades se preparan para una investigación larga y costosa. Hablan de semanas, incluso de meses. No hay muchos precedentes de una pesquisa similar. Si acaso, en las páginas de alguna novela histórica que haya caído en el olvido.

También habrá que recapitular el estado de las múltiples obras de arte que guarda en su seno la catedral. Muchas de ellas pudieron ser puestas a salvo por los bomberos, como el llamado Tesoro de Notre Dame, en el que se pueden encontrar la túnica de lino del rey San Luis o la corona de espinas y otras reliquias de la Pasión de Cristo, como un clavo de la crucifixión y un trozo de la cruz.

También parecen haber escapado de las llamas una cincuentena de los cuadros conocidos como los “Mays”, que forman parte de una serie de 76 regalados por la cofradía de los orfebres de París en homenaje a la Virgen María entre 1630 y 1707.

Una lluvia de promesas de financiación, tanto de instituciones como de las mayores fortunas del país tratan de paliar la conmoción que sufren los franceses por uno de sus monumentos más queridos.

Quizá para poner en contexto esta euforia dadivosa, el concejal de Cultura del Ayuntamiento de París, Christophe Girard, se aprestó a matizar que a esas donaciones habría que descontarles las pingües desgravaciones fiscales que acarrean. Y ese dinero, argumentó Girard en la emisora France Info, serán los contribuyentes quienes lo aporten. El debate sobre las exenciones para quienes quieran aportar en la reconstrucción ya se ha abierto. El ministro de Cultura, Franck Riester, baraja declarar Notre Dame como “Tesoro nacional” lo que garantizaría reducciones de impuestos de más del 60% para empresas y particulares.