Bruselas -La Unión Europea está de enhorabuena. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha publicado su informe de 2018 sobre ayuda al desarrollo a nivel global y, un año más, el bloque comunitario se mantiene a la cabeza representando más de la mitad de las ayudas en todo el mundo. Pero las cifras, no solo en Europa, se reducen año tras año y los objetivos marcados están lejos de cumplirse. “La ayuda total de los países ricos en 2018 fue solo un poco superior a la fortuna del hombre más rico del mundo, Jeff Bezos”. Con esta ilustrativa comparación ha querido reflejar Oxfam Internacional, una de las principales ONG que lucha por la erradicación de la pobreza y la desigualdad en el mundo, las últimas cifras publicadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en su informe de 2018 sobre ayuda al desarrollo a nivel global.

La fortuna del dueño de Amazon, que fundó su empresa hace 25 años, es superior a la solidaridad de los países más desarrollados y ricos del mundo. Y además, esta cifra no hace más que reducirse en los últimos años. Tras el pico alcanzado en el año 2016 con 147.550 millones de dólares invertidos por los 30 Estados miembros de la Comisión de Asistencia al Desarrollo (DAC por sus siglas en inglés) de la OCDE, en 2018, esta cifra se redujo hasta los 143.220 millones de dólares.

Una de las razones que pueden explicar este descenso es la crisis de refugiados. El año 2015 supuso el mayor repunte en el flujo de refugiados, especialmente procedentes de Siria, norte y centro de África y otras zonas de Oriente Medio hacia el continente europeo, principalmente. Las costas de Europa eran testigos de la mayor crisis de refugiados de la historia reciente, sin cifras similares desde la II Guerra Mundial.

Y es cierto que el flujo de llegadas a Europa se ha reducido, pero el número de personas desplazadas (no solo refugiados, sino también desplazados internamente en el territorio de un país), ha seguido aumentando en todo el mundo hasta alcanzar su récord en 2017 con 68,5 millones de personas en todo el mundo, según cifras de la Agencia de Refugiados de las Naciones Unidas (Acnur). La ayuda parece insuficiente, o al menos, no da resultados a la hora de atajar una de las crisis humanitarias más acuciantes de los últimos tiempos. Y es que la cuestión de la financiación parece clave. Es por ello que las Naciones Unidas (ONU) establecieron en 1970 el objetivo de Asistencia al Desarrollo Oficial (ODA, por sus siglas en inglés) que establece en el 0,7% del PIB el porcentaje ideal de financiación para proyectos de ayuda al desarrollo.

Sin embargo, solo cinco países han alcanzado ese 0,7% en 2018. Suecia, Noruega, el Reino Unido, Luxemburgo y Dinamarca son los únicos países que han cumplido con sus compromisos mientras que la media se mantiene en 0,31%. Países como España, Estados Unidos, Grecia o Polonia no alcanzan siquiera o por la mínima el 0,2%.

La Unión Europea y los 20 Estados miembros que conforman el DAC mejoran un poco la media hasta alcanzar los 0,47% de media al combinar fondos nacionales y comunitarios. De hecho, el bloque comunitario es el principal donante de ayuda al desarrollo a nivel mundial y representa más de la mitad de todas estas ayudas globalmente, alcanzando el 57%.

“La Unión Europea debería estar orgullosa de sus esfuerzos pero también avergonzada por su incapacidad para alcanzar un compromiso que se hizo en los 70”, señala un portavoz de Oxfam, quien también apunta que es un “menosprecio” para los países que si cumplen con su objetivo ofrecer cifras conjuntas.

Involución Pero si hay una cifra que llama la atención al respecto es la comparativa anual de ayudas al desarrollo. Estas estadísticas, que se inician en 1960 señalan que el índice del ODA ha sufrido una continua devaluación. Si en 1961 el DAC representaba de media el 0,54% del PIB de los países miembros, en 1973 y a causa de la crisis del petróleo se reduce a la mitad con un 0,27 %.

A partir de entonces, la cifra fluctúa en un rango bajo y especialmente en la segunda mitad de la década de los 90 y principios de los 2000 se hunde hasta alcanzar el 0,21 en 2001. Ha sido en los últimos años cuando esta cifra ha experimentado una leve mejoría que le ha llevado a situarse al 0,31% en 2018. “Al no ser legalmente vinculantes, los objetivos de las Naciones Unidas requieren voluntad política y nacional para ir más allá del interés propio y alcanzar estos acuerdos”, apuntan desde Oxfam como una de las claves para explicar porque solo Luxemburgo y Reino Unido, gracias a la trasposición legal de las recomendaciones de Naciones Unidas, han logrado en los últimos años ser los únicos países en unirse al club de países escandinavos que desde hace más de 30 años superan el 0,7%.