Bruselas - Hace unos días el ministro de Asuntos Exteriores holandés calificaba en el Financial Times el proceso del spitzenkandidat como “un golpe de Estado institucional”. Pero Países Bajos no es el único país que así lo piensa. La forma en la que se asigne al próximo presidente de la Comisión Europea está llamada a ser uno de los debates más importantes en la UE antes de las elecciones europeas. Y así están las quinielas a 100 días de las elecciones europeas. El spitzenkandidat, palabra alemana que podría traducirse como candidato top, vio la luz por primera vez en 2014 y fue el método que aupó a Jean-Claude Juncker al trono del Berlaymont. A través de este proceso, las familias políticas eligen (por consenso o a través de primarias) a un candidato antes de las elecciones (previstas para mayo).

Así el candidato del partido más votado en los comicios debería ser el nuevo presidente del Ejecutivo comunitario. Pero para ello necesita conseguir la mayoría cualificada del Consejo Europeo, es decir el 55% de las capitales europeas que supongan el 65% de la población. Después el candidato se somete al filtro del Pleno necesitando el aval de la mayoría de los eurodiputados.

El Método del Consejo En su momento, Juncker consiguió 422 de 729. Al Consejo este método le entusiasma poco y no está muy dispuesto a adoptarlo este año. Hace un lustro, tuvo más complicado decir ‘no’ a Juncker, pues como primer ministro había sido uno de los suyos. El candidato actual del Partido Popular Europeo (EPP) -la principal familia política de la Eurocámara en la actualidad- es Manfred Weber, una figura cuya carrera política se ha desarrollado en los pasillos de Bruselas y es desconocida para la mayoría de los ciudadanos.

El método del spitzenkandidat despierta recelos y aplausos por partes iguales. Los que lo apoyan lo ven como un impulso a la democracia y un guiño a una ciudadanía europea que se siente desconectada: a través de su voto, los ciudadanos eligen tanto a los eurodiputados como al presidente de la Comisión Europea. “Si se quiere reforzar la democracia europea, entonces no se puede invertir el progreso democrático alcanzado con la creación de candidatos principales”, señaló el propio Juncker en su último discurso sobre el estado de la Unión.

Por el otro lado, los críticos alegan que “automatizar” este proceso entraría en conflicto con los Tratados y supondría que el Parlamento sorpassaría al Consejo Europeo, formado por los líderes de Estado y de Gobierno también elegidos por los ciudadanos.

Grosso modo, podría decirse que el Parlamento y la Comisión (actual) están de acuerdo en instaurar este proceso, con oposición de gran parte del Consejo, que antes de 2014 tenían vía libre para designar en su Juego de Tronos al comandante del edificio de la otra acera. La Francia de Emmanuel Macron, huérfana hasta ahora en el Parlamento Europeo, lidera la oposición, pero también Chequia, Países Bajos, Bélgica, Finlandia, Hungría o Eslovaquia han expresado abiertamente su rechazo; otros como Italia, Croacia o Irlanda no se han mostrado tan escépticos.

Lagunas en el Tratado Uno de los puntos de discordia es la interpretación que cada parte hace del Artículo 17 (7) del Tratado de Lisboa, que regula la elección del presidente del Ejecutivo comunitario: “Teniendo en cuenta las elecciones y tras haber llevado a cabo las consultas pertinentes con el Parlamento Europeo, el Consejo Europeo con mayoría cualificada deberá proponer a la Eurocámara un candidato para presidir la Comisión”, reza. Mientras la cámara legislativa ve estas consultas y el “tener en cuenta” como un margen suficiente para avalar el spitzenkandidat, el Consejo lo ve una vulneración del Tratado. Así, los Veintiocho podrían ignorar la elección del Parlamento, pero corre el riesgo de que la cámara bloquee a su candidato y que ambos entren en un impasse.

Hasta la fecha, la mayoría de familias políticas han presentado su spitzenkandidat. El Partido Popular Europeo eligió al alemán Manfred Weber. Poco después, los Socialdemócratas designaron a Frans Timmermans. Los Conservadores anunciaron al actual eurodiputado checo Jan Zahradil.

Los Verdes eligieron a la alemana Ska Keller y al premio Nobel holandés Bas Eickhout. La Izquierda Unitaria designó a la eslovena Violeta Tomic y al belga Nico Cue.