Renato Achondo Pizarro, amigo de un niño de la guerra de Barakaldolas líneas de su vida le llevaron a Chile

Aquel joven llamado Vicente Alti Carro acabaría siendo un reconocido deportista en el país americano. En su juventud, como portero de fútbol profesional en el club Everton de Viña del Mar, a continuación como tenista del Club Inglés de esta misma ciudad, del que fue director y presidente en diferentes ocasiones. Renato fue, además, jugador de bridge. Representó a Chile en torneos internacionales.

Alti, antes de fallecer escasos meses atrás, quiso siempre aportar su periplo vital como legado "a quienes hemos tenido la suerte de no vivir enfrentamientos bélicos, junto a los horrores que sufren los más pequeños, los más débiles", valora Achondo.

De este modo, al alimón escribieron las cuitas del primero en un libro editado en 2007 en Chile. De este país es también originario el fotógrafo vasco Mauro Saravia. Él recuerda su figura y aporta los primeros bocetos para no olvidar su figura, la de un niño al que no se le evitaron conflictos bélicos, aunque se trató de que no los sufriera.

Nuestro protagonista narra claramente sus memorias tituladas con una emocionante frase que le echó en cara su hermana Ana María. La anécdota es necesaria. Él tenía 6 años y ella 5 cuando el Gobierno vasco del lehendakari Aguirre les dispuso ir a tierra en paz tras sobrevivir a bombardeos fascistas contra Bilbao que ambos recordaban a pesar de su corta edad. Vicente evocaba que su padre -al parecer, un combatiente antifascista, porque precisa que "iba uniformado de republicano"- les despidió en el puerto de Santurtzi cuando junto a otros miles de infantes soltaban amarras desde la localidad marinera en el barco Habana. Él viajaba con el número 1.457 impreso en aquellos recordados cartones que lucían en sus solapas. Ella, con el 1.458.

Una vez en Gran Bretaña, los dos hermanos se separaron. E incluso, el padre de ambos, que viajó en el histórico barco Winnipeg (1939), impulsado por el escritor y político comunista Pablo Neruda, retornó a Euskadi en 1941 en busca del varón. Consultado el listado del investigador Jaime Ferrer Mir, aparece entre quienes navegaron desde Burdeos a Chile.

Pero, continuemos con la curiosidad. Al cabo de los años, toda la familia pudo reunirse en la ciudad americana de Viña del Mar. En este reencuentro, Ana María había perdido por completo el castellano ya que vivía en el hogar de una mujer británica. Únicamente se comunicaba en inglés. Sin embargo, ante su hermano le dijo la siguiente frase: "Vicente, me dejaste sola".

Esas cuatro palabras son el título del libro de memorias de Vicente Alti Carro, en el que se pormenorizan las vivencias de una saga en la que abuelo, padre y nieto se llaman por igual. "En su momento, me dijo que nunca se nacionalizó chileno por que él se sentía de aquí, vasco", aporta Saravia, fotógrafo de ascendientes vascos y catalanes que migraron a Chile y que reside en Arratia. Él entrevistó al deportista en 2014 para un excelso trabajo documental y del que hoy muestra esta fotografía inédita. "Valoré de él -aporta ahora DEIA- que cuando aquellos compañeros suyos del que fue el segundo club más importante del fútbol de país, acababan su carrera deportiva, Vicente les daba empleo en su empresa. Y no fue a uno o dos, sino a numerosos. Eso hablaba mucho de su persona", enfatiza Saravia.

Bombardeos en Inglaterra

Vicente Alti Carro, según informa Achondo, afincó su residencia en Viña del Mar desde aquel 1941, país que, a juicio del investigador, fue "su patria y donde logró consolidarse como hombre, padre, deportista y empresario exitoso. La dura niñez que le tocó vivir, con seguridad contribuyó a forjar en él la voluntad y fuerza que le han permitido obtener estos logros".

Alti Carro aseguraba que nunca se cansó de agradecer "a Dios, a Pablo Neruda y al Gobierno chileno de la época", el acoger a tantas familias vascas y españolas que sufrieron el "infierno de la Guerra Civil y la posguerra de hambre y desesperanza". Y continuaba con sus agradecimientos a quien acabó siendo premio Nobel de Literatura. "La pudimos superar solo confiando en el sueño, que mi padre algún día nos mandara a buscar desde Chile, aquel desconocido lugar del mundo, donde un poeta bondadoso, lleno de amor por la vida y el ser humano se lo había llevado. Son muchas las familias que pudieron recoger los pedazos que de ellas quedaban y volverlos a juntar en Chile gracias a la iniciativa de este gran señor de las letras".

En aquel país fue cuando a través de algunas organizaciones humanitarias internacionales, comenzaron su padre y su madre los trámites para rescatar a su hermana Ana Mari, quien en plena infancia sufrió una paradoja. Lo detalla Vicente: "Habíamos viajado a ese país para salvarnos de los bombardeos alemanes en España y a ella le tocó vivir todos los bombardeos efectuados por éstos sobre Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial, entre 1939 y 1945".

Toda la familia pudo reencontrarse en la aduana de Los Andes, en Chile, el 25 de agosto de 1945. Aconteció más de ocho años después de que viajaran juntos Ana María y él en el Habana. Y pasa a matizar en primera persona aquello que su hermana le echó en cara aquel día. "Ana María ya casi no hablaba el español. Lo había dejado de practicar a los 5 años, cuando llegó a vivir con Miss Russell, y ahora tenía 13. Sin embargo, recurriendo quizás a esos recuerdos que se graban a fuego en la mente de un niño, pudo decirme claramente, aunque con un fuerte acento británico: Me dejaste sola, Vicente".

Tras reencontrarse toda la familia en Viña del Mar, Ana María, que había perdido el habla castellana, le dijo a su hermano: "Me dejaste sola"

Alti Carro agradeció "a Dios, a Pablo Neruda y al Gobierno chileno de la época" haber acogido a tantas familias vascas y españolas