Para el nacionalismo radical su figura es un mito que simboliza la unidad de todos los abertzales

Telesforo Monzón nació en Bergara el 1 de diciembre de 1904 en el seno de una familia aristocrática que aborrecía el mundo moderno e idealizaba el pasado nostálgicamente. Su padre, Vicente Monzón (Bergara 1860-Donibane Lohizune, 1913), fue un jauntxo integrista, de espíritu indolente y carácter depresivo. Su madre, Concepción Ortiz de Urruela (Sevilla, 1867-Donibane Lohizune, 1965), procedía de una familia de indianos enriquecidos en Centroamérica. Telesforo, primer hijo varón del matrimonio, estaba llamado a heredar y dar continuidad a la gran casa de los Monzón de Olaso, una de las más poderosas y ricas de Gipuzkoa. Por eso fue educado como alguien importante, destinado a ocupar la cúspide de la jerarquía social. Preceptores religiosos dirigieron la formación del pequeño Telesforo, que recibía en alguna de las mansiones familiares, sin mezclarse con los muchachos de su edad. En 1921 Telesforo Monzón se trasladó a Madrid a estudiar la carrera de Derecho, acompañado de su madre viuda y de sus hermanos. En aquella época llevaba la vida de un joven aristócrata, trataba de codearse con la alta sociedad de la capital y profesaba las ideas monárquicas del nacionalismo conservador español. A finales de los años veinte el joven Telesforo no había conseguido acabar sus estudios -fue un pésimo estudiante-, mientras su familia había dilapidado buena parte del patrimonio económico acumulado durante siglos. Fue entonces cuando Telesforo Monzón regresó a Bergara y se adhirió al nacionalismo vasco. Según él mismo relató tiempo después, dudó de su identidad nacional. Se debatió entre el nacionalismo español y el patriotismo vasco, para decantarse finalmente por este último.

Poco antes de la proclamación de la Segunda República se afilió al PNV. Debido a sus dotes oratorias, tanto en euskera como en castellano, y a su capacidad para entusiasmar a las masas abertzales, se convirtió en poco tiempo en el máximo líder del nacionalismo vasco en Gipuzkoa. En 1931 fue elegido concejal de Bergara. En 1933 fue designado presidente del Gipuzko Buru Batzar. En las elecciones generales de ese mismo año obtuvo un escaño en las Cortes de la Segunda República. Y en octubre de 1936 el lehendakari José Antonio Aguirre le nombró consejero de Gobernación del primer Gobierno vasco de la historia. La tarea de cuidar del orden público en plena Guerra Civil era ciertamente complicada. Para ello Monzón creó la primera policía autónoma, la Ertzaña. Aunque su gestión al frente de Gobernación fue correcta en líneas generales, no consiguió evitar el asalto a las cárceles y asesinato de 225 presos derechistas en Bilbao, el 4 de enero de 1937, tras un bombardeo contra la villa que encendió ánimos de venganza. El máximo dirigente del Bizkai Buru Batzar, Juan Ajuriaguerra, responsabilizó a Monzón de no haber evitado aquella tragedia -de su departamento dependía la seguridad de las cárceles- y exigió su dimisión. Pero José Antonio Aguirre le mantuvo en el cargo.

El exilio

Tras la Guerra Civil, Telesforo Monzón se exiló primero en Francia y después en México, donde desarrolló una intensa actividad política como delegado del Gobierno vasco. Por aquel entonces Monzón era la mano derecha del lehendakari, su consejero más cercano, además de su íntimo amigo. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, regresó a Francia y se estableció con su esposa, María Josefa Ganuza, en Donibane Lohizune. En 1946 Aguirre le confió la cartera de Cultura, dada su dedicación al euskera y a la poesía. Sin embargo, desde finales de los años cuarenta Monzón empezó a distanciarse de la línea política del PNV. En 1953 abandonó el Gobierno vasco por sus discrepancias con su partido y con el lehendakari. En aquella época proponía la alternativa monárquica para derrocar a Franco. Según decía, los nacionalistas vascos debían dirigirse al pretendiente don Juan de Borbón y ofrecerle su apoyo. Criticaba la lealtad del PNV hacia las instituciones republicanas y su alianza con socialistas y republicanos en el Gobierno vasco. Propugnaba un nacionalismo moderado capaz de atraer a las derechas vascas y rechazaba reivindicar la independencia de Euskadi. Su objetivo era la reconciliación con los franquistas vascos, especialmente con los carlistas navarros, para reconstruir la unidad del pueblo vasco, quebrada durante la Guerra Civil.

Desde el punto de vista ideológico, el nacionalismo de Telesforo Monzón entre 1930 y 1960 se caracterizó por su intensa religiosidad y por su tradicionalismo. Entendía el abertzalismo como un medio para preservar la pureza católica del pueblo vasco y obtener así su salvación religiosa. Por eso sus mensajes políticos adoptaban un tono trascendente, casi místico. A Monzón le preocupaba conservar lo que él llamaba el espíritu vasco más que alcanzar el autogobierno: La independencia política de Euzkadi interesa menos que el desarrollo de su vida espiritual, escribió en 1957. Concebía al pueblo vasco como una comunidad orgánica, creada por Dios, arraigada en el pasado, cuyas virtudes tradicionales eran amenazadas por el mundo moderno. Su pensamiento maniqueo contraponía el bien y el mal, lo vasco frente a lo español, el euskera y el erdera, la virtuosa tradición autóctona contra la degenerada innovación foránea. Frente al idílico ámbito rural que todavía albergaba el espíritu vasco, oponía el urbano mundo moderno. La función principal del nacionalismo debía ser cultivar y preservar ese virtuoso espíritu vasco, católico, euskaldun y rural.

A finales de los años cincuenta la estrategia política y los planteamientos ideológicos de Telesforo Monzón carecían de apoyo en el nacionalismo vasco. Como dijo su amigo Manuel Irujo en 1956, el político de Bergara era una voz aislada que no representaba a ningún sector del pueblo vasco. Monzón parecía entonces un político amortizado. Sin embargo, el nacimiento de ETA en 1959 le permitió superar su aislamiento político, aunque para ello tuvo que remozar profundamente su pensamiento. Su nacionalismo se tornó beligerante y agresivo, bajo la influencia de ETA. Su anterior menosprecio a la independencia de Euskadi, se transformó en exigencia inmediata e irrenunciable de la plena soberanía vasca. Sus relaciones con los dirigentes del PNV se fueron enturbiando cada vez más. Monzón les acusaba de actuar de forma antidemocrática y de anquilosar el partido. Exigía la renovación del PNV y la convocatoria de una Asamblea Nacional que modificara su línea política y facilitara la creación de un frente abertzale, constituido por el PNV y ETA. Telesforo Monzón tendió siempre a destacar en público. Su afán de protagonismo y su convicción de que estaba destinado a realizar grandes tareas por su patria formaban parte de su singular personalidad. Desde finales de los años sesenta se creyó llamado a acometer una trascendente misión histórica: forjar la unidad del pueblo abertzale. Afirmaba que la lucha conjunta de todos los abertzales unidos era el único camino para evitar la muerte de Euskal Herria. Y él, un nacionalista histórico que colaboraba con los refugiados de ETA, se creyó predestinado a ser el puente que uniría a todos los abertzales: los viejos jeltzales y los jóvenes seguidores de ETA.

Cumbre de Txiberta

Con ese objetivo impulsó diversas iniciativas. La última de ellas fue la cumbre de Txiberta (abril y mayo de 1977), una serie de reuniones de todas las organizaciones nacionalistas para adoptar una postura común ante el proceso de Transición. En Txiberta no se llegó a ningún acuerdo. Frustrado su sueño de encabezar el frente abertzale, Monzón se convirtió en el líder más carismático de Herri Batasuna. En su nueva etapa política siguió utilizando narrativas religiosas, ahora al servicio de ETA. Glorificó la violencia y la muerte por la patria. Presentó el terrorismo de ETA como acción heroica. Ensalzó la muerte del etarra y la describió como martirio por la patria vasca. Desde su condición de veterano nacionalista trató de legitimar históricamente a ETA, equiparando al gudari de la Guerra Civil con el militante etarra. Su exaltación de ETA y sus reiteradas llamadas a continuar la guerra contra España abonaron una cultura de la violencia que causó centenares de víctimas mortales y se prolongó durante décadas.

En 1979 fue acusado de apología del terrorismo por sus constantes declaraciones de apoyo a ETA. En febrero y marzo estuvo encarcelado varias semanas por ese motivo. En la cárcel enfermó y se temió por su vida. Fue entonces cuando alcanzó enorme difusión su imagen de viejo luchador abertzale, dispuesto a entregar su vida por la independencia de Euskadi.

Telesforo Monzón falleció en una clínica de Baiona en 1981, víctima de una dolencia cardiaca, a los 76 años de edad. A su muerte el nacionalismo radical rindió culto a su figura como símbolo de la unidad abertzale y de la lucha por la independencia de Euskadi. Sin embargo, como hemos visto, su trayectoria política fue mucho más compleja y contradictoria. Su contribución durante los últimos años de su vida a la violencia de ETA es la parte más funesta de su legado, un legado que exige una mirada crítica por parte de quienes, todavía hoy, continúan mitificando su figura.

(Bilbao, 1963), profesor de Historia Contemporánea en la UPV/EHU, es autor de ‘Telesforo Monzón. Realidad y mito de un nacionalista vasco’ (Tecnos, 2021).