Errikotxiki/Altzuza

EL 15 de enero de 1941 permanecía en el espigón nº 7 del puerto de Marsella el mercante Alsina, de la Sociedad de Transportes Marítimos a Vapor, de bandera francesa, listo para partir, escoltado en convoy, con derrotero a América. Este mercante sería bombardeado y hundido en la bahía de Algeciras, un año después.

Francia, dividida en dos, la ocupada y la de Vichy, no era territorio seguro para los vascos que, tras la caída de Bilbao, se encaminaron, en número de doscientos cincuenta mil, al refugio que les deparó Francia, esperando un retorno más o menos rápido a Euskadi. Pero el estallido de la guerra europea y la fulminante ocupación alemana les quebrantó la esperanza. Huyeron de París, Burdeos e Iparralde, donde residían, formando muchos de ellos parte de la caravana que desde París a Marsella ocupó las carreteras, debido al colapso de las vías férreas. La diversidad de los pasajeros que ascendían al Alsina -se rumoreó que era el último mercante en zarpar a América comenzada la Batalla del Atlántico-, da idea de los sucesos de aquel tiempo convulsivo: un importante número de judíos con pasaportes variados, belgas, holandeses, franceses, alemanes y checos, que advertían de los primeros zarpazos del Holocausto.

Otro grupo era el de republicanos españoles aunados bajo la figura del anciano, viudo y enfermo expresidente de la II República Española, Niceto Alcalá-Zamora y sus hijos, quien decidió la expatriación amparado por una autorización expresa del Gobierno francés. Escribió en su libro: 441 días? un viaje azaroso desde Francia a la Argentina, republicado recientemente por el Parlamento de Andalucía y otras entidades "? el 7 de abril de 1936 dije que personalmente recobraba mi paz, pero la República constitucional, democrática, de derecho, había caído conmigo". Los vascos ocupaban la tercerola del barco. Fueron avisados de la partida del mercante por miembros de un disperso Gobierno vasco. A la deriva de los adversos acontecimientos, fueron llegando a Marsella a finales del 40 para escapar de aquella jaula de locos y desesperados en que se había convertido Europa, en palabras del escritor de Algorta, José Olivares Larrondo, conocido como Tellagorri, pasajero del Alsina.

Mencionamos, por significativos, a algunos miembros del grupo vasco: Francisco Basterretxea, abogado y político, su esposa Fernanda y sus cuatro hijos, entre ellos un joven Néstor, el escultor de nuestro tiempo, que hace unos años escribió su relación del viaje: Crónica errante y una miscelánea; Telesforo Monzón, político, consejero de Gobernación del Gobierno de Aguirre, y su esposa, Mª Josefa; Mª Teresa Aguirre, hermana del Lehendakari, su esposo, Juan Madariaga y dos niñas; Luis Bilbao y Mª Dolores, ella enfermera y él médico, y sus dos pequeños hijos; Lucio Aretxabaleta y Katheriñe y sus tres hijos, ambos posteriormente serían delegados del Gobierno vasco en el exilio de Venezuela; Tellagorri y su esposa; Vicente/Bingen Amezaga, abogado, escritor y traductor y su esposa Mercedes Iribarren? junto a este grupo nuclear, que estableció un vínculo entrañable que duró a lo largo de sus vidas, aun cuando permanecieron en países diversos, iban muchos vascos más. Permanecían en Marsella en la vigilia angustiosa de mantener sus papeles al día y comprar tanto comida como pasaje, sintiéndose amenazados por las autoridades: ostentaban pasaportes emitidos por el Gobierno vasco en el exilio, avalado por el de la II República Española.

Dejaron atrás, desde junio del 37, las casas natales, familias y amigos, el respiro económico logrado en sus vidas trabajadoras. Contaban una media de edad de cuarenta años. Los hombres eran profesionales, abogados, médicos, compositores, industriales, escritores, etc., y tenían hijos pequeños o adolescentes. Excepto Tellagorri, afiliado a Acción Nacionalista Vasca (ANV), el grupo pertenecía al Partido Nacionalista Vasco y habían ejercido funciones importantes representativas para el mismo. O lo harían en el futuro.

Las autoridades españolas actuaron con diligencia, removiendo a las francesas. Así lo señala, sin rubor, un documento de las autoridades españolas, fechado el 27 de enero de 1941, firmado por el Coronel de E.M. Agregado Militar, Sr. Barroso, al Presidente de la Comisión de Reivindicación de Bienes y al Subsecretario de la Presidencia en Madrid. "A más, tiene el honor de remitir copia del informe presentado a la Dirección General de Seguridad de Madrid por el agente de policía afecto a la Embajada, Pedro Urraca, en relación a los sucedidos de la partida del Alsina".

En este informe que incluye la detallada lista de pasajeros, Urraca advierte que el barco zarpó a las 9:00 de la noche del 15 de enero, tras las inspecciones realizadas que retrasaron su partida, afirmando que los últimos en abandonar el Alsina fueron él y el inspector francés de policía, Mr. Druillet. Explica su demora en llegar a Marsella a causa de una nevada que bloqueó los caminos ferroviarios por cuarenta y ocho horas, relatando luego su revisión exhaustiva de papeles y enseres de los pasajeros, la breve conversación mantenida con Alcalá-Zamora, protegido por su permiso francés y a quien encuentra muy enfermo. Logra sonsacarle, Urraca era espía, el nº 447, sus planes de futuro para sobrevivir en Argentina. No hay un ápice de compasión por la derrota del viejo exmandatario. Y sí un deseo de menguar su figura, ya que no logró desembarcarlo.

Seguidamente da una valoración: el pasaje era de 190 españoles sin importancia, anotándose el triunfo de haber impedido la partida de Fernández Clérigo, ex vicepresidente de las Cortes; de Rafael Picabea, ex director del Pueblo Vasco de San Sebastián, de su hijo; de Pastoriza y Pilar Lubián, reos de campos de concentración y repatriación a España para responder por su acto delictivo: no apoyar la rebelión militar. No le tiembla la mano a Urraca al anunciar que a esos rojos les era necesario un castigo por su desobediencia, enorgullecido además de que su acción de despliegue policial alrededor del barco sirvió para disuadir a otros de allegarse al mismo, aunque tuvieran sus pasaportes visados por los cónsules de México y Brasil.

Botín monetario

El botín monetario que consigue Urraca resulta insignificante: A Fernández Clérigo y su compañera y familiares de la misma, se le expropian 3.500 francos más el importe de sus pasajes, 50.000 francos. A Rafael Picabea, le expropian 3.500 francos, más el importe de los pasajes de él y su hijo, unos 7.500 francos, cantidad moderada pues iban en tercera clase, advierte el ufano agente 447. Sonsaca de los citados información de sus actividades y la enreda para dar una versión al gusto de las autoridades españolas receptoras, sobre las divergencias del exilio vasco en un momento de clandestinidad. Señala a Irujo en Londres como conocedor del paradero de unos cuantos barcos del gobierno republicano, supongo que cargados con el codiciado oro de España, las actividades de Ramón Aldasoro, en Buenos Aires, quien procuraba cartas identitarias para los vascos, obviando el decreto del Presidente argentino Ortiz Lizardi que dio paso franco a los vascos a la Argentina.

Ante la pregunta de dónde los vascos obtenían el dinero, se señala a José Mª Belaustegigoitia, famoso jugador de fútbol y rico empresario en México, que envió un millón de francos a Monzón y a Sota, residente en New York, otro empresario cuyos bienes y naviera familiares fueron requisados por los franquistas por conspiración contra la rebelión militar. No se encontró semejante cantidad entre los enseres de los vascos. Aparte de las exiguas cantidades expropiadas, se incluía un pequeño lote de joyas encontrados a Juan Esclasans, así como dos joyas de Carne Santiago que se dejan, con los francos obtenidos de la requisa, a disposición del juez Cusset. Lo recaudado no avala una operación de semejante coste, reforzada por 150 inspectores, comenzada en la Embajada española de París, llevada a cabo en Marsella y culminada ante el Presidente de la Comisión de Reivindicación de Bienes y la alta instancia de la Presidencia del Gobierno.

Ni la Legación de México enviaba sospechosas maletas diplomáticas, culmina Urraca con relamida satisfacción, ni ninguno de los expasajeros portaba nada sospechoso, pero una parte importante de su misión sí que fue cumplida, tal como él lo expone: ?Mantenerles en estado de inquietud y zozobra, merecidas por el mal causado. Es la parte del informe que más cuesta leer por su insensibilidad. Y por su mentira. Eran hombres y mujeres con hijos pequeños, que debieron abandonar sus casas paternales, un entorno amado, seguro y familiar. Por no haber accedido a las codiciosas ambiciones de Franco y Hitler, aquellas personas marchaban al Exilio de América, sin otro caudal que sus mentes y sus manos. Su brioso espíritu emprendedor. Ellos sobraban en una Europa acuartelada por las tropas nazis que se sirvieron de la península ibérica, con total apoyo del patriota Franco, como campo de ensayo bélico. Que arrasaron Gernika, símbolo de la libertad vasca, antecedente de un bombardeo civil que sirvió luego para la destrucción de ciudades europeas y asiáticas.

Partió pues el Alsina un 15 de enero de 1941, para un viaje que se anunció de quince días y que, por razones de la tibieza francesa en relación a Alemania, endureció los permisos británicos, impidiéndole cruzar el Atlántico, a falta del Navy Cert requerido. Por tal conflicto burocrático, aquellas personas estuvieron retenidos meses en la rada de Dakar, a bordo de la nave, sin alimentación apropiada aunque pusieron todo su empeño en la alimentación de los niños y en no desmerecer de sus atuendos, remendados y planchados una y otra vez con diligencia; fueron enviados a campos de concentración en el interior de Marruecos y, finalmente, accedieron a América en el vapor Quanza, de bandera portuguesa, recalando en Veracruz y La Habana, a finales del 41. En el vapor Río de la Plata partieron los que decidieron allegarse a Venezuela y la Argentina, en abril del 42.

Estuvieron, como afirmó Alcalá Zamora, 441 días de peregrinaje en condiciones angustiosas, pero ninguno flaqueó. No es fácil encontrar en los múltiples barcos de refugiados a América en aquel tiempo, uno en el que se escribieran tres libros, dos de poesías, y en el que un adolescente pintara los sucesos. Tenemos el libro de Tellagorri, París Abandonada, con ilustraciones de Basterretxea, publicado en La Habana, y el de Monzón, Urrundik, publicado en México, y las poesías de Amezaga, Itxaso aurrean, publicadas en Zarautz, recopiladas por Xabier Irujo. Es un hecho de por sí extraordinario. A veces me pregunto cómo pudieron sobrevivir con semejante dignidad ante tanta adversidad como la que padecieron. Pero aquellos pasajeros de la Libertad fueron el símbolo, dentro de su absoluta indefensión, de la entereza vasca de resistir para sobrevivir.