El anverso y el reverso de la derecha se han apoderado de Madrid, cuya Comunidad gobernarán, al menos, otros dos años más. PP, de manera especial, y Vox ,como cómplice necesario han obtenido en el 4-M un éxito político de dimensión estatal, que provocará una justificada cascada de reacciones y, también, de inevitables consecuencias internas en más de una candidatura. Esta victoria queda avalada, además, por una desbordante participación ciudadana (68,17% ), que supera en casi 11 puntos a la registrada en la anterior convocatoria y que echa por tierra todo tipo de prejuicios a la convocatoria de unos comicios bajo la implacable amenaza de la pandemia. Tras estos resultados, la izquierda rumia su derrotada porque no puede rentabilizar el efecto de esa polarización acuñada durante una campaña plagada de agresividad que, sin embargo, no ha erosionado la figura de Isabel Díaz Ayuso, más presidenta hoy que ayer.

La derecha sale fortalecida en la plaza autonómica más poderosa por el estrepitoso hundimiento de Ciudadanos, no por aventurado menos espectacular, y el rédito incuestionable del carisma de la nueva lideresa nacional del PP, con su discurso de andar por casa. Asistida con el escrutinio ya bastante avanzado de sus 62 escaños, Díaz Ayuso solo necesitará un guiño de la ultraderecha de apenas 7 votos para alcanzar la mayoría absoluta, quizá sin el trago amargo de aceptar su presencia en el futuro gobierno de la Puerta del Sol. Un desenlace largamente preconizado en las encuestas, incluso en el mismo día de las votaciones con una marea de trackings horarios, que arrastra al PSOE al rincón de pensar para que depure la cascada de errores acumulados en su despropósito de campaña y que le supone la pérdida de hasta 11 parlamentarios, tras haber ganado las elecciones pasadas. Allí se encontrará con Inés Arrimadas y Edmundo Bal que rumian su fiasco como partido extraparlamentario como consecuencia de la desastrosa moción de censura fallida en Murcia.

Con el triunfo clamoroso del PP, en unas elecciones que han sido entendidas como un avance de las próximas generales, Pablo Casado está en condiciones de iniciar una campaña de permanente desprestigio contra Pedro Sánchez exhibiendo cada vez que se tercie los resultados de Madrid. Ahora bien, a cambio, el líder del PP deberá tragarse el sapo político que le supondrá el respaldo explícito del partido de Abascal, aunque lo hará desde una presidencia que se le resiste a la izquierda desde hace casi tres décadas.

Indudablemente, desde La Moncloa refutarán la pretensión de identificar los datos del 4-M como un castigo hacia el Gobierno central. Pero el sanchismo haría mal en ningunear esta bofetada del electorado al PSOE porque Madrid representa un termómetro -no el único- demasiado influyente.

En el resto, resurgimiento espectacular de Más Madrid que confirma la importancia de un discurso acorde con la situación y con la credibilidad suficiente de una cabeza de lista, Mónica Garcia, que se ha consolidado como un valor político de futuro, aunque por detrás del PSOE. Desde luego, todo lo contrario de Pablo Iglesias que no ha resultado el galvanizador de la izquierda poderosa que él mismo y su cohorte se creían, pero se lleva el triunfo moral de haber elevado la representación de Unidas Podemos. Eso sí, por debajo de Vox, como ya le ocurrió hace tres meses en Catalunya, otra plaza polarizada.