SOPELA - Lo que empezó como una plácida jornada de playa estuvo cerca de acabar en tragedia para Carlos Curto, un algortarra de 44 años, que ayer pasaba el día en el arenal de Arrietara-Atxabiribil, en Sopela, en la zona de El Peñón. Fue al mediodía cuando un talud rocoso de siete metros de altura cedió permitiendo que cayera al suelo una cuña de roca de aproximadamente tres metros cúbicos que estuvo a punto de sepultarle.
“Estaba justo debajo de la terraza del bar. Diez minutos antes del desprendimiento noté que caían unas piedrecillas y decidí moverme un metro más lejos. Si no me llego a mover, podría haber muerto”, relató ayer, ya más tranquilo, en su domicilio de Algorta. Carlos no sufrió ningún rasguño pese a que, en el momento del suceso, estaba tumbado leyendo a menos de un metro de distancia de donde cayeron las imponentes rocas. “Menos mal que decidí moverme, si no llego a oír las piedrecillas caer no lo cuento”, añadió. Más tarde empezó a ser consciente de lo que podía haber pasado. “Viendo las fotos me he dado cuenta de que las rocas son gordísimas”, agregó. “Si no se mueve, ahora mismo no tengo hijo”, añadió su madre, aún compungida tras ver a Carlos llegar a casa descalzo y en bañador.
El coordinador de los socorristas de la playa se ofreció amablemente a llevarle al no tener Carlos ninguna de sus pertenencias, aplastadas bajo las rocas. “Ha sido muy amable y se lo agradezco mucho. Luego me han traído la mochila con el móvil y todo lo que tenía”, indicó.
Afortunadamente, no hubo que lamentar ningún daño e incluso el móvil de Carlos se libró y sigue funcionando. “Es sorprendente. Tiene una de estas pantallas de protección y, como estaba envuelto entre la ropa, no se ha roto”, afirmó.
La situación vivida ayer ha hecho que Carlos tenga claro que “jamás” se volverá a poner en esa zona. Lo cierto es que, aunque muchas veces pase desapercibido, a la entrada de la playa hay carteles que advierten del peligro por desprendimientos. Sin embargo, Carlos espera que este suceso sirva para que todos aprendan y sean precavidos. “Espero que la gente avise, sobre todo a los turistas, de que no se pongan en esa zona porque además ahí suelen jugar niños”, advierte.
Sobre esta línea, idéntico susto al que se llevó Carlos padecieron algunos de los usuarios de la playa más próximos a él. “No le ha aplastado de milagro. Se ha quedado blanco. Soy habitual de la playa y nunca me pongo en esa zona porque veo que se va a caer”, señaló Joseba.
También sorprendidos se mostraron Unai y Eli, una pareja que acude habitualmente a esta playa con sus hijos. “El golpe ha movido la arena. La pared ha ido resbalando hasta caer al suelo”, describieron. “Nosotros nos ponemos siempre en esa zona porque da sombra y los críos juegan allí. Hoy no han venido porque empezaban el colegio”, desvelaron.
El peñón
Nada más conocer lo ocurrido, los dos socios responsables del bar restaurante El Peñón, -situado justo encima del desprendimiento- Aitor Arketa y Seli, solicitaron un informe geológico y topográfico que estará listo “en una o dos semanas”, según indicó el geólogo Agustín Larrea, quien estuvo inspeccionando el terreno. “El mar llega hasta el pie de la ladera y la erosiona junto al cambio de temperaturas en la superficie. Todo eso sumado a la composición de las rocas, que son margas, calizas y areniscas, hace que pierdan la base y los bloques calcáreos se desplomen”, explicó.
Respecto al informe, los responsables del local lo han encargado “para verificar que la terraza no corre ningún riesgo, pero estamos tranquilos porque está acondicionada con hormigón y se reformó precisamente por seguridad”, indicaron. Mientras, la Policía Local precintó la terraza exterior “como medida preventiva”.