eL pasado 25 de febrero falleció en Bilbao, a los 92 años, el psiquiatra Rodrigo González-Pinto López. Biznieto, nieto e hijo de psiquiatras, que había nacido en la localidad madrileña de Ciempozuelos en 1921, trasladándose al poco tiempo, con su familia, a Bilbao donde vivió hasta su muerte.
A dicha localidad de Madrid, en la segunda mitad del siglo XIX, había llegado el padre Benito Menni con la idea de crear un hospital psiquiátrico en el que tratar a personas con problemas psíquicos graves. Allí encontró la colaboración del bisabuelo de Rodrigo, que se convirtió en lo que entonces se llamaba médico alienista. Su hijo, y abuelo de Rodrigo, fue director del hospital y prestigioso psiquiatra. Su nieto, el padre de Rodrigo, que también fue psiquiatra, trabajó la mayor parte de su vida en Bilbao y Arrasate.
Rodrigo González-Pinto tuvo contacto desde sus primeros años con pacientes con patología mental y pronto aprendió en qué consistía ser médico psiquiatra, ya que su padre era el director de la sección de mujeres del Sanatorio de Ciempozuelos. A los 8 años de edad, en 1929, Rodrigo se trasladó con su familia a Bilbao, donde cursó el bachillerato en el Colegio Alemán. El último curso lo compatibilizó con estudios en los Jesuitas de Bilbao. Estudió la carrera de Medicina en la Universidad Central de Madrid, en la que también se doctoró, y se especializó en Neuropsiquiatría. Posteriormente obtuvo el título de médico forense, dedicando una parte muy importante de su actividad médica a la Medicina Legal.
Médico psiquiatra, desde el comienzo de su actividad profesional ejerció como médico en la red pública de Salud y en su consultorio privado, en el campo de la neuropsiquiatría y en el de la actividad forense. Durante las décadas de los 60 y 70 mantuvo de forma desinteresada un servicio de asistencia psiquiátrica gratuito en el hospital de Basurto, que en aquellos años no contaba con unidad de Psiquiatría.
A lo largo de su vida y hasta su jubilación fue profesor de Psiquiatría y de Medicina Legal así como de la Escuela de Enfermería de la Universidad del País Vasco, desde que fueron fundadas, en los años 70 del siglo pasado. Excelente orador, era requerido frecuentemente para disertar sobre temas científicos novedosos en conferencias y en los medios de comunicación.
Una actividad a la que dedicó muchas jornadas fue la de director médico, como psiquiatra, en centros de jóvenes con problemas de adaptación y conducta, trabajo en el que centró su discurso de recepción pública en la Real Academia de Medicina de Bilbao en 1975: Sociopsicopatología de la Inadaptación Juvenil.
Hubo dos acontecimientos que marcaron su vida profesional: el accidente de tren de Urduliz en 1970, en el que fallecieron 33 personas, y el accidente de aviación del monte Oiz en 1985, que costó la vida a 148 pasajeros. En ambos dirigió las labores de identificación de las víctimas y se implicó absolutamente en las tragedias.
Publicó numerosos artículos y escritos relacionados con sus especialidades de Psiquiatría y Medicina Legal, participó en numerosos congresos nacionales e internacionales, pero sobre todo, debe destacarse el abnegado trato a sus pacientes en jornadas interminables que frecuentemente comenzaban antes del amanecer y terminaban a altas horas de la noche. Se le podía ver a cualquier hora recorriendo las calles de su querido Bilbao y saludando a las miles de personas a las que trató a lo largo de su vida profesional.
Director del Instituto Anatómico Forense de Bilbao, en el terreno de la Medicina Legal impulso la creación del Instituto Vasco de Medicina Legal, que definitivamente fue creado en 2001 y que fue su ilusión profesional en esa área. Precisamente en 2001, tras más de 55 años de trabajo ininterrumpido, a los 80, le jubiló un cáncer al que siguió después una larga enfermedad que le derrotó definitivamente el pasado 25 de febrero.
Había contraído matrimonio con Asunción Arrillaga Ubarrechena, con la que tuvo siete hijos, algunos dedicados a la medicina y a la salud mental; 21 nietos, algunos de los cuales también son estudiantes de medicina, y tres biznietos.
Bondad, inagotable capacidad de trabajo y profundo sentido social caracterizaron a este médico bilbaino. Fue la cuarta generación de una saga familiar de psiquiatras que aún continúa, tras heredar de él la vocación y pasión por la medicina.