Sucursal de la BBK en Bilbao: "Estoy en un atraco, no puedo ir"
Nerea relata a DEIA cómo vivió el atraco de ayer a una oficina bancaria del Casco Viejo bilbaino LaErtzaintza redujo al hombre, que amenazó a las empleadas con dos pistolas y una granada simuladas
Bilbao. Nerea participó ayer sin pretenderlo en una película de terror. Fue testigo de un atraco que tuvo lugar en una sucursal de la BBK en el Casco Viejo. Afortunadamente, hubo final feliz. El atracador fue detenido por la Ertzaintza y las empleadas y los clientes fueron liberados sin sufrir ningún daño.
Nerea (nombre ficticio) lo vio todo. Desde la entrada del atracador, amenazando a las empleadas para que abrieran los cajeros automáticos, hasta su rendición tras la irrupción de los ertzainas. Pasadas las horas, y haciendo gala de un gran humor, relata a DEIA qué pasó en cada instante de un atraco en el que se vio atrapada.
La joven trabaja en el Casco Viejo y había acudido al banco a hacer unas gestiones. El atraco le impidió regresar a su puesto de trabajo y su tardanza alertó a su jefe, quien no paraba de enviarle mensajes para saber dónde estaba; a los que ella solo podía contestar: "Estoy en un atraco, no puedo ir".
La pesadilla se inició poco antes de las 11.00 horas. "A mí me estaba atendiendo una de las empleadas en una mesa, porque en esa oficina de la plaza Unamuno no hay ventanillas, así que yo estaba de espaldas a la puerta". "De repente, la chica me dice: no te muevas, estáte tranquila". En ese momento, ni se le pasaba por la imaginación que iba a vivir un atraco en directo.
"Yo pensaba que iba a levantarse para hacer algo; pero como me lo ha repetido varias veces y he visto que se ponía nerviosa, he mirado para atrás, porque yo estaba de espaldas a la puerta". En ese instante, Nerea se llevó el susto de su vida: "He visto a un tío con una pistola y una granada en la mano. En ese momento, me he quedado en blanco; me temblaban las piernas". Aun así, dice que "he intentado estar lo más tranquila posible, aunque con un miedo en el cuerpo terrible".
Alarma Una vez en el interior de la sucursal, el atracador, según relata Nerea, amenazó a una de las empleadas para que abriera la parte trasera del cajero automático. Mientras, la empleada que estaba atendiendo a Nerea activaba la alarma para avisar a la Ertzaintza. "El atracador se ha puesto nervioso", señala Nerea, "porque le han dicho que las cajas iban a tardar diez minutos en abrirse". Ese tiempo, el mismo que tardó la Er-tzaintza en entrar en la oficina, se hizo eterno para las dos empleadas y los pocos clientes que estaban retenidos. La tensión iba acrecentándose a medida que el atracador se ponía más nervioso. Por ejemplo, cuando encañonó en la sien a una de las empleadas, obligándole a coger un teléfono que sonaba insistentemente. "A ver lo que dices, que yo estoy muy loco".
Mientras transcurrían los minutos, que parecieron horas para Nerea, la vida transcurría con normalidad en el exterior. Algunos clientes intentaban entrar en la oficina y las empleadas tenían que rechazarles la entrada. "Les decían que se fueran, que volvieran otro día, que no les podían atender". Esa aparente normalidad se producía porque el atracador "escondía la pistola cuando veía a alguien que quería entrar".
Durante la tensa espera hasta la apertura automática de las cajas, a Nerea le llegaban mensajes de su jefe a través del móvil que se estaba impacientando por su tardanza. "Era como de película", cuenta Nerea, "yo, allí, junto a otra clienta, una señora mayor que lo estaba pasando mal, escribiéndole a mi jefe: Estoy en un atraco, no puedo ir". Horas después del susto, Nerea todavía tenía el suficiente humor como para reírse de la situación.
En esas andaba cuando vio a la Ertzaintza llegar a las inmediaciones. "Al verlos me he tranquilizado", dice, "pero cuando han entrado, ha sido cuando más miedo he pasado". Nerea resalta que la entrada de los agentes "sí que ha sido de película". "Han entrado dando gritos y diciéndole al tío aquello de: manos arriba y tire la pistola al suelo". En pocos segundos, el caso estaba resuelto. El atracador no opuso resistencia y se entregó.
"He pasado miedo porque en ese momento podía haber habido tiros, por eso me he echado para un lado y la señora que estaba junto a mí se ha metido debajo de la mesa".
Detención
Cuando llegaron los er-tzainas, el atracador ya había comenzado a meter el dinero de los cajeros automáticos en unas bolsas de plástico. Según Nerea, otro de los momentos más delicados fue cuando los agentes le dijeron que tirara el dinero al suelo; al parecer, el hombre hizo amago de coger la otra pistola. "Yo he pensado: este ahora se pone a disparar". Pero no fue así. La pesadilla terminó con el atracador detenido y los rehenes liberados. "He salido pitando porque tenía mucha prisa", afirma, quizás pensando en su insistente jefe. Nerea ríe, pero nunca olvidará el aspecto de aquel hombre que le hizo pasar uno de los peores momentos de su vida. "Tenía cara de loco y hablaba mal, porque yo creo que se había metido algo, aunque no tenía mala pinta". Tampoco olvidará las pistolas, que, aunque eran simuladas, daban el pego.
Según el Departamento de Seguridad, el atracador tiene 55 años y cuenta con antecedentes por otros dos atracos, en 2006 y 2008, en entidades bancarias de Barakaldo y Basauri.
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