madrid. Un halo de magia y misterio envolvió para siempre la sesión de fotos que, durante tres días, reunió al fotógrafo Bert Stern y a la actriz Marilyn Monroe, cuya imprevisible muerte sacudiría al mundo únicamente seis semanas después.
Stern falleció el miércoles 26 de junio a los 83 años, informo la actriz Shannah Laumeister, con quien se casó en secreto en 2009 y quien no reveló las causas de su muerte.
Bert Stern (Estados Unidos, 1929) fue un fotógrafo cotizado en el Hollywood de los 50 y 60, ejemplo de hombre hecho a sí mismo que empezó trabajando en un banco y capturando instantáneas para Smirnoff, como la famosa imagen de la pirámide de Guiza reflejada inversamente en una copa, para finalmente aterrizar en la meca del cine.
Hijo de judíos inmigrantes, Stern nació en 1929 en Brooklyn y emprendió una carrera en la fotografía y terminando en el set de la película Cleopatra, en el que hizo buenas migas con la pareja formada por Liz Taylor y Richard Burton.
Su vida personal no fue tan exitosa como la profesional, y a un fallido matrimonio con su prima, la bailarina Allegra Kent, se unió la ruina en sus finanzas y su delicada salud.
Hizo sesiones a Audrey Hepburn, Gary Cooper, Elizabeth Taylor, Truman Capote y a la modelo Twiggy, pero ninguna le reportaría tanta fama como aquel último encuentro con Marilyn Monroe, plasmado en más de 2.500 fotos y tres sesiones intensivas de doce horas diarias.
En un libro escrito por Norman Mailer sobre él y Marilyn Monroe, Stern recuerda que cuando pensaba en la actriz evocaba dos icónicas imágenes: "La famosa foto de Tom Kelley en 1949", en la que la intérprete posaba desnuda en un fondo de terciopelo rojo, y la escena de la rejilla en La tentación vive arriba (1955), con el vestido blanco levantado por el vapor de aire condensado.
Buscando lo imposible "El pasado no me interesaba, yo tenía que encontrar algo que aún no hubiera sido capturado por otros fotógrafos", prosigue Stern, que a la hora de la sesión se abasteció de los más diversos accesorios de moda que iba a usar su Marilyn personal.
Recién llegado de tomar instantáneas del set de Cleopatra a Richard Burton y a Liz Taylor, y reservada la habitación del hotel Bel Air en Los Ángeles, al fotógrafo solamente le quedaba esperar a una estrella cuya fama de impuntual y conflictiva ya le había ocasionado la expulsión de un rodaje que no concluiría, Something's got to give, remake del clásico de Cary Grant Mi mujer favorita.
Cuando Marilyn llegó a la suite, Stern recuerda haberse quedado "sin habla", ya que había perdido "mucho peso" y estaba muy cambiada, "mejor que la actriz con curvas casi excesivas que había visto en las películas, la belleza con letras mayúsculas".
Vestida con pantalones de lino color verde claro y sin un atisbo de maquillaje, Marilyn Monroe había dejado de lado su rebeldía y aceptó quedarse con el fotógrafo "el tiempo que quisiera", momento en el que Stern comprendió que tenía ante él a la actriz más cotizada de Hollywood en su habitación de hotel: "Ella era mía", recordó posteriormente.
El fotógrafo había recogido varios pañuelos con la idea de que Marilyn, desnuda, posara con la sensualidad oriental de una odalisca, incluso como la legendaria Salomé, intención que la intérprete entendió al instante.
Durante tres días exhaustivos Stern recogió las más diversas instantáneas de la estrella, sin disimular la cicatriz que se dibujaba en su vientre debida a una reciente operación de vesícula biliar, e incluso la permitió que descartara las fotos que no la convencieran.
Demasiado escandalosas La primera serie de fotografías fue demasiado escandalosa para Vogue, dado su carácter explícito para la época, y fue reciclada para su publicación en el magazine Eros, si bien las instantáneas más reconocibles de aquella sesión fueron finalmente publicadas en la revista en septiembre de 1962, semanas después de la trágica muerte de Marilyn Monroe.
Stern terminaría publicando todas las instantáneas en su libro La última sesión, incluso las descartadas por Monroe. Fotografías que inspiraron películas, subastas y relatos, además de condicionar la entera existencia de un fotógrafo que quedó para siempre cautivado por la imagen desnuda de Norma Jean.