Bilbao. La actriz Lydia Lamaison, una gloria del teatro, el cine y la televisión argentina, murió el lunes en Buenos Aires.

No era resistencia a la muerte, era amor a la vida. En un reportaje concedido al diario Clarín de Buenos Aires hace ahora dos años pidió, con acento porteño: "Poné que quiero entrar en el Guinness. ¿Ves que estoy fuerte? Quiero pasar los 100", proyectaba Lydia Lamaison. La periodista inquiría: ¿Por qué le gusta tanto vivir? Contaba después que sus pícaros ojos azules revoloteaban y contestó: "¡Por todo! La vida tiene tanto para ofrecerte: estudiar, trabajar, moverse, viajar, leer, opinar. Fíjate que yo selecciono los recuerdos. Puedo recordar, pero vivo hoy. Y si el futuro viene, que venga".

El lunes, a los 97 años, esos ojos bonitos se cerraron, pero aquella entrevista cobró otro sentido: "No hay que complicarse la existencia. Arriba hay un titiritero que maneja los hilos y decide: Esto lo vas a hacer y esto ya no ".

Nacida el 5 de agosto de 1914 en la provincia de Mendoza (oeste) pero afincada desde muy joven en Buenos Aires, Lamaison comenzó su carrera como actriz de teatro, aunque en 1939 fue convocada para rodar su primera película, Alas de mi patria, de Carlos Borcosque, y en 1940 fue elegida Revelación Femenina por su labor en Madame Curie.

Trabajó en obras teatrales de la talla de Perdidos en Yonkers, Los físicos, Doña disparate y Bambuco, Ollantay, Biógrafo y Pasajeras, entre otras. Actuó en más de 25 películas, entre ellas La hora de las sorpresas, La caída, Fin de fiesta, Un guapo del 900, En mi casa mando yo, La fiaca, En retirada, Pasajeros de una pesadilla y Ciudad del sol.

También tuvo un intensa carrera como actriz de culebrones de televisión como Celeste siempre Celeste, Zíngara, Jesús, el heredero y Muñeca Brava.