BELÉN. Para las familias de los niños de La Crèche, una casa de huérfanos conocida como el portal de Belén, el nacimiento de los pequeños fue todo menos una buena nueva. Fueron fruto de violaciones, incesto o embarazos no deseados, y nadie podía hablar de ello, pues sus jóvenes madres habrían arriesgado sus vidas. Padres y hermanos podrían haberlas matado, en cumplimiento de arcaicas reglas de honor familiar. Así, muchos de los pequeños residentes en La Crèche no saben de dónde vienen. La mayoría fueron abandonados en algún rincón, o traídos al mundo en secreto en el único hogar de huérfanos en todo Cisjordania. Como la pequeña Nihad. Vestida de rosa, descansa en su cuna en el departamento de bebés y, a sus nueve meses, sonríe a todo el que le hace cosquillas en la barriguita. Su madre, de 16 años, fue violada por un conductor de taxi y se quedó embarazada.
El portal de Belén, fundado por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, fue el único refugio para la confundida mujer; salvó su vida y la de su hija. Pero ¿a qué precio? La madre tuvo que dar a luz a los siete meses por cesárea y en secreto, para que sus redondeces no fueran demasiado obvias entre familiares y vecinos. De lo contrario, su "deshonrada" familia la habría matado. La relación con su bebé terminó con la cesárea: nunca lo volverá a ver. Sería demasiado peligroso para ella y para La Crèche.
Mientras en estos días previos a la Nochebuena, la multitud de peregrinos cristianos se acumula a las puertas de la basílica de la Natividad para ver la gruta donde presuntamente nació Jesús, Nihab vivirá sus primeras navidades como huérfana. No puede ser adoptada, porque la ley islámica no lo permite. Si no encuentra ninguna familia que se ocupe de ella, a los seis años tendrá que vivir en otra institución. Y cuando sea mayor, probablemente nadie querrá casarse con ella, pues no tendrá una familia que organice la boda.
"La policía conoce al violador, pero él sigue libre", cuenta Iskandar Andon, un trabajador social en el hogar para huérfanos. "Según las rígidas leyes de la sociedad musulmana, la mujer es siempre la culpable de que nazca un hijo fuera del matrimonio, aunque se deba a una violación", explica este palestino de 42 años. Y para muchas familias, esa culpa se salda con la pena máxima. Cada año tienen lugar en Cisjordania decenas de estos asesinatos por honor. "La Justicia cierra los ojos. Quienes matan para salvar la honra familiar pasan como mucho un par de meses en la cárcel."
"Navidad permanente" Las penurias que sufren las madres se reflejan en los muchos recién nacidos abandonados en ciudades y pueblos, o directamente ante las puertas de La Crèche. "Aquí es permanentemente Navidad, siempre nos llegan bebés", dice la hermana Sophie Bouéri. De origen libanés, esta resoluta mujer pasó casi 20 años al frente del hogar de huérfanos, hasta que recientemente dio el relevo a su joven compañera Elisabeth Noirot.
La historia del portal, en cambio, viene de lejos. Fue fundado en 1883, cuando Belén estaba aún bajo dominio otomano, y actualmente se financia por donaciones de particulares.
Hasta 55 niños de cero a seis años consideran hoy en día a La Crèche como su casa. Otros 70 pequeños, hijos de familias especialmente pobres, acuden durante el día a este hogar donde trabajan unas 50 personas. Uno de ellos es Yussuf, a quien Iskandar lleva llorando junto a su madre. Ella tiene una enfermedad mental, fue vendida por su padre a un señor mayor con el que tuvo que casarse y engendró tres hijos. Ahora tiene 40 años, y su marido murió recientemente, a los 91. "Ningún hombre querrá casarse con ella, porque ella quiere mantener a sus hijos. Eso no lo aceptará ningún hombre", cuenta Iskandar.
Detrás de casi todos los niños de La Crèche se esconden historias igual de tristes. "Es una sociedad muy retrógrada", lamenta el trabajador social. Pero la hermana Sophie añade que también en las sociedades cristianas hay niños abandonados y maltratados. Así, para no herir sensibilidades, en este hogar de huérfanos apenas se ven cruces u otros símbolos religiosos. De lo contrario, algunos padres musulmanes tendrían miedo de que sus hijos se "infectaran" con el cristianismo, dice Iskandar.
El trabajador social no cree que en un futuro próximo vaya a haber cambios en el entorno musulmán, de manera que los hombres no sean tan dominantes y el honor familiar deje de ser más importante que la vida de las mujeres. "Solo hay que mirar lo que está ocurriendo ahora en Egipto", señala. Por eso, La Crèche seguirá siendo un refugio donde ofrecer amor y cuidado a estos hijos de madres que no debieron quedarse embarazadas.