Bilbao
Hay quien planea calmar la ansiedad succionando hojas de roble enrolladas y quien, dejando a un lado lo rústico, se decanta por el cigarrillo electrónico, cuyo cargador tiene hasta USB. En las farmacias vascas han oído prácticamente de todo, pero lo que más se repite estos días, en plena temporada de productos adelgazantes milagro y pulseras fraudulentas, es si eso del pitillo con batería funciona para dejar de fumar. "Es solo una ayuda para ciertos pacientes. Para los que tienen dependencia física de la nicotina el tratamiento indicado son los medicamentos, parches y chicles, junto al apoyo de un profesional de la salud", explica, al otro lado del mostrador, Juan Uriarte, coordinador de la comisión de Atención Farmacéutica del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Bizkaia.
Presionados por una ley que ha restringido los espacios donde dar unas caladas, los fumadores se afanan en buscar remedios para desengancharse de la nicotina. Uno de los más demandados es el cigarrillo electrónico, cuyas ventas se han disparado en las últimas semanas hasta el punto de haberse agotado en algunas farmacias vizcainas. "En el mes de diciembre ya empezó a haber demanda. Si hace años el regalo sanitario de Navidades fue el tensiómetro, este año ha sido el cigarro electrónico", afirma Uriarte, quien no oculta la falta de información científica que existe sobre este producto. "No hay estudios rigurosos que demuestren que sea un tratamiento seguro y eficaz", admite. Pese a ello, dice, "los distribuidores de estos cigarros a veces reivindican efectos terapéuticos que no están probados".
Tal y como se asegura en el prospecto, los pitillos electrónicos que se dispensan en las farmacias, y que permiten inhalar y exhalar vapor mezclado con diferentes aromas, no contienen toxinas cancerígenas ni nicotina, a diferencia de algunos modelos que se pueden adquirir por internet. No obstante, hay facultativos que los desaconsejan, como Myriam Aburto, médico del Servicio de Neumología del Hospital Galdakao-Usansolo.
"Últimamente están teniendo mucha prensa los cigarrillos electrónicos, pero no son un método para dejar de fumar. Los que tienen nicotina tendrían los mismos efectos adversos que el cigarro consumido. Podrían hasta crear dependencia. Por otro lado, no sabemos qué efectos secundarios puede tener ese vapor inhalado sobre el pulmón. Han hecho algunos estudios en animales y estudios muy leves en personas, pero se desconocen sus efectos a largo plazo", subraya.
El hecho de que se dispensen en las boticas y sin prescripción médica no garantiza, según sostiene Aburto, que sean totalmente inocuos. "En las farmacias hay productos que a una persona le pueden ir bien y a otra causarle efectos secundarios. Las pastillas y antigripales que se venden sin receta también los tienen", afirma.
Enganche psicológico Dado que simulan un cigarrillo real, tampoco estas réplicas sirven, en opinión de esta experta, para eliminar la dependencia psicológica. "Cuando tú haces un tratamiento de deshabituación del tabaco el problema más grande no es la dependencia física a la nicotina, que puede durar dos meses -tiempo que solemos utilizar los fármacos-, sino la dependencia psicológica o social, porque has estado durante muchos años haciendo una serie de gestos y llevando a cabo una serie de tradiciones", indica Aburto.
Tomar el café fumando, tener el pitillo en la mano o llevárselo a la boca son costumbres que "no te quita el cigarrillo electrónico, con lo cual no estaríamos tratando la dependencia psicológica al tabaquismo, que es lo que te lleva a recaer, más que la propia nicotina", aclara esta neumóloga.
Por todo ello, nunca se lo recomienda a sus pacientes. "Hay otros sistemas farmacológicos de liberación de nicotina, ya controlados, e intentamos que sean lo menos parecido posible a un cigarro: chicles, pastillas, inhaladores, esprays...", enumera. Aunque algunos de ellos requieren receta, como es el caso de los comprimidos Champix o Zyntabac, "la red pública de salud no cubre el tratamiento de deshabituación al tabaco, por lo que lo debe pagar el paciente".
Para el farmacéutico Juan Uriarte, en cambio, el cigarrillo electrónico tiene su lado positivo. "Sirve para vencer la ansiedad y se puede combinar con terapias sustitutivas de la nicotina. Además, todo lo que haga fumar menos, aunque sea un solo cigarro, es una ventaja para el fumador y quienes le rodean", argumenta. Tras recalcar que "fumando esta cosa no dejas de fumar, pero sí que ayuda", sostiene que "lo más importante es concienciarse y ver cuál es tu nivel de dependencia porque igual es muy fuerte y solo con esto lo pasas mal", avisa.
Del Rayo láser a la hipnosis La oferta para ayudar a los fumadores a jubilar el cenicero abarca desde los rayos láser hasta la milenaria acupuntura, pasando por la homeopatía o la hipnosis. "Si confías en una cosa, como hay un gran componente psicológico, puede ayudarte a dejar de fumar, pero no hay ninguna evidencia científica de que esos tratamientos sean mejores que el placebo, que no tiene ningún efecto terapéutico", aclara Aburto.
Aunque su eficacia no esté demostrada, no es raro que muchos adictos a la nicotina acaben probando esas técnicas, ya que solo "entre el uno y el cuatro por ciento de la población consigue dejar de fumar porque sí". El resto, detalla, lo intenta una media de siete veces antes de conseguirlo, si bien el porcentaje de éxito aumenta hasta el 50% cuando el paciente cuenta con apoyo médico y psicológico. "El médico de cabecera, en función de la severidad de su tabaquismo, sabrá dónde derivar al paciente, si puede empezar a ayudarle él con fármacos y visitas o si la dependencia es muy alta", explica.
Convencida de que "el truco para dejar de fumar no son solo los sustitutivos de la nicotina, sino las formas de afrontar el día a día y la dependencia psicológica al hábito", aconseja a quien lo intente "estar muy ocupado haciendo cosas las primeras semanas, de forma que no te dé tiempo a pensar en el cigarrillo que no puedes fumar, y evitar las situaciones de riesgo". Por ejemplo, tomar el café de pie en la cocina de casa, en vez de en una cafetería, o levantarte de la mesa nada más comer, sin hacer sobremesa.
Con todo y con eso, no es fácil dejarlo. De hecho, un 30% de los pacientes crónicos con enfermedades respiratorias sigue fumando y Aburto lo ha comprobado con sus propios ojos. "Me acuerdo de una bronquítica crónica que, después de un trasplante pulmonar, era incapaz de dar diez pasos seguidos y se escapaba de vez en cuando a fumar dos, tres o cuatro cigarrillos al día porque no podía vivir sin el tabaco ni en esa situación tan grave".
Estar convencido de querer dejarlo y dispuesto a afrontar el esfuerzo que supone es el primer paso, pero una vez dado, si se fracasa, dice esta neumóloga, no hay que desanimarse. "Cuantas más veces intenta un fumador dejar de fumar más posibilidades tiene de lograrlo. Haber tenido un fracaso no significa que no lo vayas a conseguir nunca más en tu vida".