Síguenos en redes sociales:

Abraham Serfaty y el Almacén

Abraham Serfaty y el AlmacénFoto: afp

BILBAO. Judío antisionista y marroquí prosaharaui; burgués de cuna y comunista; indomable, el segundo preso africano en años de condena cumplida después de Mandela; educado en Francia para ser élite dirigente, se convirtió en luchador anticolonialista y por la independencia de Marruecos. Abraham Serfaty murió ayer en Marrakech y así otro amigo de los vascos entra en el Panteón de los Inmortales.

Hoy viernes hace justamente trece años que le tuvimos en la Fundación Sabino Arana pronunciando una conferencia que llevaba por título Lucha por la democracia en África, mi experiencia en los años negros. Vino desde París, donde se hallaba exiliado después de que Hassan II, su Enemigo real y Real, dispuso su excarcelación tras casi dos décadas de condena. Era su segundo encarcelamiento, del que salió maltrecho y postrado en silla de ruedas. Su contumaz delito: oponerse a Al-Majzen. Por esa denominación, que en árabe significa Estado, se conoce en Marruecos el entramado de intereses económicos, clientelismo político y relaciones familiares que conforman la monarquía alahuita. Si ustedes reparan en la palabra se darán cuenta de que corresponde a la castellana Al-macén, de origen árabe precisamente. Imposible mejor descripción para un Estado mangoneado por unos pocos que amontonan y amasan la riqueza mientras distribuyen las miajas a la muchedumbre.

Contra el Almacén lucho Serfaty, después de haber vez comprobado que las buenas intenciones de Mohamed V, el rey de la independencia, de quien fue director general de Minas, no eran seguidas por su hijo y sucesor Hassan II, el constructor del Majzen. Y el Almacén se convirtió en su cárcel. Sus vivencias y reflexiones políticas de esa etapa las dejó escritas en su libro En las prisiones del Rey. Escritos desde Kenitra sobre Marruecos, imprescindible su lectura para conocer el pensamiento político de Serfaty.

acogida en bilbao Alto y señorial, imponente desde su silla de ruedas, recibió la calurosa acogida de los marroquíes residentes en Bilbao. Me impresionó ver la reverencial fila de jóvenes, bereberes en su mayoría, que le besaban la mano por la palma y el dorso. Me emocionó su alegato contra la insensibilidad europea ante los inmigrantes, su evocación de esa inmensa tumba marina que son las aguas del Estrecho y del Mar de Alborán para quienes se aventuran en pateras a la búsqueda de una vida mejor.

La emoción fue turbación. Lo comprobé en los ojos de las mujeres presentes en la sala de las Juntas Generales de Bizkaia cuando finalizó su conferencia invocando a su madre, acompañante perenne hasta su muerte en todos sus avatares: "Mater Dolorosa", dijo, como todas las madres, insistió, que siguen a sus hijos en el infortunio, la lucha y la insumisión.

Abraham Serfaty pudo ser un hombre de los que se dice "de la situación", bien situado, situado en el poder, quiero decir. Terminó siendo solamente, nada menos, que Un Hombre, a secas. Quienes tuvimos la dicha de conocerle y tratarle podemos afirmar que mientras haya personas como él nada está perdido. ¡Que la tierra te sea leve, Abraham!

* Abogado y ex coordinador de la Tribuna de Reflexión de la Fundación Sabino Arana