Bilbao. Dicen que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer. También detrás de un gran presidente hay un gran escritor. Alguien que materializa las palabras adecuadas para cada momento, un estratega capaz de traducir lo que desea decir el político para volverlo de interés a los oídos de los ciudadanos que le votarán. Y ese, en el caso de John Fitzgerald Kennedy era Theodore Sorensen. El creador de la máxima No pienses en lo que tu país puede hacer por ti, sino en lo que tú puedes hacer por tu país, el hombre que durante once años puso en palabras las ideas que llevaron a Kennedy hasta la Casa Blanca, falleció el 31 de octubre en Manhattan, a los 82 años, víctima de un infarto.
Según The New York Times, Sorensen anticipó que el titular de su obituario sería Theodore Sorenson, el escritor de discursos de Kennedy, escribiendo mal su nombre y desprestigiando su trabajo, a propósito. "Nunca fui sólo un escritor de discursos", defendió en una entrevista con este diario en 2007.
Sorensen se convirtió en el círculo más cercano de asesores de Kennedy y participó en la redacción de la delicada correspondencia con el líder soviético Kikita Khrushchev durante la crisis de los misiles cubanos, recuerda The Washington Post.
Sorensen tuvo un papel fundamental en ayudar a Kennedy a escribir Profiles in Courage, en el que describe actos de valor e integridad realizados por ocho senadores estadounidenses y que le llevó a ganar el premio Pulitzer en 1956.
Tras la muerte de Kennedy, Sorensen se retiró a la actividad privada y en 1965 escribió una biografía sobre JFK, Kennedy, que fue un éxito de ventas en todo el mundo.
Biografía Theodore Chaikin Sorensen nació en Lincoln, Nebraska, el 8 de mayo de 1928. Su padre era un abogado republicano que llegó a fiscal general de ese Estado; su madre, una trabajadora social, pacifista y feminista, como recuerdan los diarios estadounidenses The New York Times o Los Angeles Times. De origen medio danés, medio ruso, medio judío, sus padres le educaron en la fe unitarista, que predica la no violencia.
Estudió Derecho en la Universidad de Nebraska y al terminar, con 23 años, cogió un tren y se fue a Washington. No conocía a nadie, no tenía contactos. Pero se las arregló de tal forma que 18 meses después, tras haber trabajado como empleado de la futura Concejalía de Salud y Servicios Sociales de la capital, le contrató el flamante nuevo senador demócrata de Massachusetts John Fitzgerald Kennedy.
Sorensen quedó subyugado por el político. "Era mi héroe", admitió en su autobiografía. "Era joven, guapo, lleno de glamour, rico, un héroe de guerra, un graduado de Harvard", recordó en una entrevista. Cuando comenzaron a trabajar juntos, tenían en común aquella juventud y los ideales políticos. Y así se tejió algo más que una colaboración.
Su relación se basó, sobre todo, en la confianza. "JFK me introdujo en su círculo más cercano", recordó, "me confió secretos que habrían podido arruinar su carrera política, su imagen pública y, quizás, acabar con su matrimonio".
Cuando Kennedy fue asesinado en Dallas, el 22 de noviembre de 1963, Sorensen se sumió en la tristeza y la desesperación. De hecho, siempre buscó su estela en candidatos demócratas, y posteriormente presidentes, como Bill Clinton o Barack Obama.