Bilbao. Con una amplia trayectoria artística, Fuat Mansurov, conocido como el Karajan ruso, y considerado uno de los directores rusos de mayor renombre, falleció el pasado sábado 12 de junio. Mansurov, nacido en 1925 en Almaty, capital de Kazajistán, se formó en la gran tradición musical rusa, en la música de Chaikovski, de Glinka, Musorgski y Rimski Korsakov, contemporáneo de Prokofiev y Shostakovich. Director titular del famoso Teatro Bolshoi de Moscú, se graduó con la más alta calificación en el Conservatorio de Alma-Ata (Kazajstán, Rusia), trabajó en la capital de la República de Tatarstán al frente de diversos organismos orquestales: en el Teatro de la Ópera, en la Orquesta Sinfónica de la Radio Estatal e incluso en la Orquesta del Conservatorio que, bajo su dirección, fue distinguida con la Medalla de Oro en el Festival Internacional de Jóvenes Orquestas de Moscú.

Mientras realizaba cursos de postgrado junto al maestro L. Guinzbourg, fue nombrado director de la orquesta del Teatro de la Ópera y Ballet de Kazakstán. Durante ese período trabajó junto al prestigioso maestro Igor Markevich, y obtuvo pronto una importante distinción en el Concurso Nacional de Dirección Orquestal de Moscú.

Debutó en el Teatro Bolshoi de la capital rusa con la ópera La novia del zar, de Rimsky-Korsakov, un clásico en aquellas latitudes, y en ese escenario estuvo cerca de cuarenta años. A partir de ese momento, su repertorio -que atendía de preferencia el repertorio ruso de ópera y ballet- se amplió dirigiendo las grandes obras de la música de Occidente.

Aunque la carrera de Mansurov se desarrolló principalmente en los límites de la Unión Soviética, su maestría como director lo llevó más allá de las fronteras de su país -a pesar de las restricciones políticas- en bastantes oportunidades. Realizó exitosos conciertos en las principales salas de Francia, Italia, Grecia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Hungría, Rumanía, Polonia, Inglaterra, Alemania, Finlandia, Argentina, Brasil, Australia y Estados Unidos de América.

Fuat Mansurov alcanzó el reconocimiento internacional como artista, como profesional y también como persona. Su carácter polifacético (estudió Matemáticas y Física, practicó el patinaje y el ajedrez, estudió pintura, etc.), su apasionado amor por la música, su aquilatada experiencia y su don de gentes le hicieron ganarse el respeto y la admiración tanto de los colegas como de la crítica y del público.

alpinismo También practicó el alpinismo, afición que le costó los dedos de los pies, que le tuvieron que ser amputados por congelación. "Pedí que no me administraran anestesia porque soy un hombre de extremos. Quería saber hasta qué punto es soportable el dolor. Me dieron a morder un trapo y pusieron música de Beethoven mientras cortaban", recordaba en una entrevista en 2007.

Mansurov estaba convencido de que la música sirve para superar malos momentos, como la pérdida de su mujer e hijo en un accidente de tráfico.

Aficionado a las lenguas y la literatura, cuentan que hablaba ruso, inglés, alemán, francés, español, italiano, portugués, polaco, turco, y los idiomas de su tierra, en la que coincidían diversas culturas. El ejercicio de la memoria -su maestro Markevich le había insistido en dirigir sin la partitura a la vista-y su gusto por la poesía rusa, le llevaban a recitar varios poemas de Ruskin, entre otros.

Su forma de dirigir concentrada, elocuente y con frecuencia con los ojos cerrados, llevaron a sus promotores a llamarle el Karajan ruso, un elemento que seguramente aportaba espectadores a la sala pero que no hacía mucha justicia ni a admirador ni a admirado.

Fuat Mansurov sonreía ante esta comparación y en una entrevista en El País, en 2007, afirmaba que, aunque le agradaba parecerse a uno de los grandes, él tenía su propio estilo. "Karajan dirigía con los ojos cerrados sin consultar las notas. En los conciertos verán que yo tampoco miro las partituras, porque tengo la mirada puesta en los músicos de la orquesta. Para dirigir una orquesta hay que mirarla directamente a los ojos".