LAS Finales ATP ponen el broche desde mañana a un curso extrañamente agitado en el tenis masculino. Este año será recordado como aquel en el que se ha retirado Roger Federer, leyenda para la posteridad y el que más veces ha sido maestro; aquel que comenzó con Novak Djokovic apartado por su negativa a vacunarse contra el covid antes de sumar otro título en el Wimbledon del boicot a rusos y bielorrusos; aquel en el que, cuando no ha estado lesionado, Rafa Nadal ha añadido dos Grand Slams más a su cuenta; y, al final, aquel en el que Carlos Alcaraz ha ganado su primer grande y se ha coronado como el número 1 más joven de la historia. Sin embargo, el murciano será la principal ausencia en el Pala Alpitour de Turín por la lesión en el músculo abdominal que sufrió en el Masters 1000 de París-Bercy, un indeseado colofón a una temporada muy exigente. La otra gran baja es la de Alexander Zverev, el último campeón que aún no se ha recuperado de la lesión en el tobillo que sufrió en Roland Garros.

Este año ha sido también aquel en el que una nueva generación de jugadores, todos menores de 23 años, ha tirado la puerta. No ha sido solo Alcaraz. También Felix Auger-Aliassime, presente en Turín y con la vitola de favorito, y Holger Rune, ganador en la pista cubierta parisina a costa de Djokovic y que se ha quedado a las puertas del torneo de los ocho mejores, han demostrado su enorme potencial y junto a Casper Ruud y Jannick Sinner amenazan con tomar la batuta de mando en el circuito más pronto que tarde. De momento, los Grand Slams siguen siendo coto de las leyendas, con permiso de Alcaraz, aunque el cambio de ciclo se antoja inevitable.

Las Finales ATP reúnen, por tanto, a tres generaciones en busca de un título de prestigio que no repite ganador desde que en 2015 Djokovic logró el cuarto seguido de los cinco que tiene. Nadal se medirá en la primera ronda a Taylor Fritz, ante el que abrirá mañana a las 21.00 horas, Casper Ruud y Felix Auger-Aliassime en un grupo en el que no hay ningún campeón del torneo. Ni siquiera el balear, que se ha clasificado diecisiete veces, pero solo ha podido jugar dos finales. “No he conseguido ser lo suficientemente bueno en este torneo y en estas circunstancias, pero creo que en los últimos años he ido mejorando mi juego en pista cubierta”, comentó ayer Nadal, que destacó que “estar aquí ya es un regalo para mí porque significa que un año más he sido competitivo”.

Una oportunidad

El tenista de Manacor, que está en la capital piamontesa por primera vez con su mujer y su hijo, llega sin demasiado rodaje, pero aseguró que siente que puede tener “alguna oportunidad. Si no, no estaría aquí, Ganar un partido puede cambiarlo todo, pero en este torneo suele ser complicado porque te enfrentas a los mejores del mundo desde el primer día”. Nadal puede salir de Turín de nuevo como número 1 del mundo y para ello debe alcanzar la final, aunque ya ha advertido de que “hace tiempo que no compito por eso, no es mi objetivo. Para 2023 solo espero poder tener más continuidad, para mí eso es clave”.

En el otro grupo, que entrará en liza el lunes, competirán un trío de maestros, Stefanos Tsitsipas, Daniil Medvedev y Novak Djokovic, además de Andrei Rublev. El serbio viene de perder la final de París-Bercy, aunque quizás sea el que llegue más fresco tras una temporada de guadianesca competición y aspira con todas las de ley a su sexto título con lo que igualaría a Federer. Tsitsipas es otro de los que puede alcanzar el número 1 y en su caso sería la primera vez en su carrera tras un año en el que ha sido el líder de victorias en el circuito con 60. El griego tiene que ganar los cinco partidos para desbancar a Alcaraz, pero asegura que llegue “motivado y con chispa”. l