EL futbolista completo sería aquel capacitado para responder con nota en cada uno de los aspectos del juego. Raúl García cumple ese requisito que distingue a los mejores. Solo así se explican las estadísticas que luce, su extraordinaria durabilidad en la elite de un mundillo tan exigente. Los hay más rápidos, más fuertes o más hábiles, más listos, mejor dotados en el manejo de la pelota, pero él siempre ha destacado no solo por poseer un físico imponente que ha cultivado con mimo, así como una técnica estimable, especialmente en la valiosa faceta del remate, donde ha combinado el instinto con la depuración. Ahora bien, al enumerar las virtudes de Raúl García, destaca una que le ha permitido ganarse el reconocimiento general: la competitividad que ha desparramado sobre la hierba en los 811 encuentros en que ha intervenido. En esto, pocos pueden hacerle sombra.

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Raúl García anuncia su retirada para final de temporada Athletic Club

Entrega, dedicación, implicación, sacrificio, generosidad, inconformismo, ambición. Cualquiera de esta serie de términos vale por sí solo para describir su manera de comportarse en el terreno de juego; todos juntos le definen. Y explican su fácil encaje en el Athletic, el club que ha defendido en más partidos y a donde llegó siendo un tipo curtido, hecho y derecho, con mucha mili a cuestas, dispuesto a asumir el que ha resultado ser su último reto profesional.

Ahora que ha tomado la determinación de dejarlo, de colgar las botas, sería fácil decir que quizás haya dilatado en exceso su carrera. Ya la campaña anterior le tocó ejercer un rol secundario, circunstancia propiciada por el desgaste acumulado y la competencia surgida en la plantilla. En la vigente, el declive se ha acentuado, como refleja su escueta participación. Despedirse de toda una vida que, como él mismo señalaba ayer, gira en torno a una rutina privilegiada, para iniciar otra sin punto de comparación, debe ser un trámite complicado.

Pero tampoco cabe reprocharle nada, a él precisamente, que ha hecho gala de una entrega total en el trabajo y que, seguro, le habrá dado mil vueltas al tema. Solo él conoce la dura batalla librada en su fuero interno por esas dos personalidades que moldean su carácter. Solo él sabe desde cuándo viene gestionando el pulso entre el guerrero que salta al campo y el chico pausado, reflexivo; entre el protestón agresivo y pesado vestido de corto y el interlocutor cabal, casi tímido, con ropa de calle.

Lo que procede es alegrarse de que, como deseaba, su año de despedida haya transcurrido en un ambiente plácido y brindado la posibilidad de vivir en primera línea un éxito, de chutar uno de los penaltis que han recompensado la tenacidad del equipo en su torneo preferido.

Se va Raúl García, lo anuncia discretamente, sin darse importancia, pero con su marcha el Athletic registra la baja de un futbolista ilustre, de primera categoría. De casta y de calidad. De una pieza. Un prototipo perfecto de lo que San Mamés siempre ha estimado.