DE vez en cuando, un entrenador es capaz de reconocer en público aquello que todo el mundo a su alrededor piensa, pese a que quizá no sea el mensaje más correcto en boca de un profesional. Ayer jueves, víspera del compromiso liguero que la Real afronta ante el Villarreal, Imanol Alguacil no se anduvo por las ramas. Introdujo una excepción en ese discurso cerrado que siempre otorga absoluta prioridad al partido más inminente y deja en segundo plano todo lo demás. Se desmarcó del manido “partido a partido” y reconoció que él, al igual que sus jugadores, no puede evitar pensar en que el martes deben resolver la vuelta de las semifinales de Copa.

Arrancó su intervención tal como se espera: “el siguiente es el más importante, pero…”. Y a continuación, recordó que su equipo se halla “a un paso de una final con público”, acontecimiento que “no sabemos cuando se volverá a dar”. En efecto, la Real obtuvo un empate sin goles en su visita a Son Moix, marcador en principio favorable para eliminar al Mallorca en Anoeta y pelear por el título el próximo 6 de abril en La Cartuja.

El técnico guipuzcoano podría haber evitado expresarse tan abiertamente, entre otras razones porque la Real dispondrá de tiempo suficiente para preparar la cita del martes. Sin embargo, optó por ser sincero y asumió así el riesgo que implica salirse del carril habitual, de las respuestas de manual que resuenan a diario en todas las salas de prensa. Ahora, Imanol queda expuesto a que, en función de cómo le vaya a su equipo en estos dos encuentros, los resultados le puedan pasar factura.

No tiene pinta de que estas declaraciones fuesen el típico desliz que comete un ingenuo, de modo que solo queda agradecerle la naturalidad con la que describió una realidad incuestionable: en términos de trascendencia deportiva y social para un club, una cita de liga en el mes de febrero jamás podrá equipararse a la vuelta de una semifinal copera. La confesión de que la segunda le ronda la mente no es sino un gesto de normalidad que, por supuesto, no significa renunciar a nada.

La situación que debe gestionar el Athletic es muy similar, por no decir que clavada, a la de la Real: el domingo viaja al Villamarín y el jueves recibe al Atlético de Madrid, con una plaza para la final en juego. Habrá que escuchar lo que Ernesto Valverde tenga que comentar al respecto. Tampoco será relevante, está en su derecho de posicionarse delante del micrófono como considere oportuno. Ello no quita para que en su fuero interno coincida totalmente con el planteamiento de su colega.

Al igual que Imanol, Valverde decidirá qué le conviene para aspirar a la suma de tres puntos el fin de semana. Diseñará un once equilibrado para visitar al Betis e irá retocando cosas sobre la marcha como mejor estime. Pero el plan, en alguna medida, estará mediatizado por el objetivo irrenunciable de que el equipo llegue el jueves a San Mamés en las mejores condiciones posibles. Luego, podrá debatirse si tal o cual detalle ha sido acertado; es decir, lo usual a toro pasado. Pero nadie en el entorno rojiblanco, ni dentro del vestuario, negará que suscribe a pies juntillas el criterio aireado por Imanol. Una final es una final y punto. No hay más que hablar.