Quienes convivan con un gato es posible que se hayan planteado la posibilidad de incorporar otro compañero felino al hogar, o que ya lo haya hecho. En estas circunstancias, cuando comienza la convivencia los primeros contactos suelen ser tensos, en especial para el que se encuentra con que llega alguien a su territorio. La cosa puede acabar bien, mal o regular. Si es esto último, puede que se ignoren mutuamente o, símplemente, se toleren sin interactuar demasiado. En los otros dos casos, pueden jugar juntos o pelearse. Y a veces puede ser complicado distinguir una de otra

Las peleas suelen ser de contacto y de persecuciones, además de ruidosas, algo que también ocurre con los juegos. Para saber si hay que intervenir o no hay que conocer las diferencias entre ambos leyendo su lenguaje corporal, que en caso de ir camino de un enfrentamiento, detenerlo antes de que empiece. Por eso hay que observar su postura corporal, sus movimientos, sus vocalizaciones, y los antecedentes de convivencia.

Dos gatos con el pelo erizado y las orejas algo retrasadas se miden muy de cerca. Freepik

La postura

Antes del enfrentamiento, de la pelea, la postura de ambos es tensa, con el pelaje erizado (especialmente las colas) y las orejas hacia atrás. Los rasgos faciales se tensan. Además, uno de ellos adoptara una posición dominante y el otro adopta una defensiva, esperando para el contraataque. Si se enseñan los dientes, la expresión se verá indudablemente agresiva. Cuando acabe la pelea cada uno se irá por su lado y no volverán a hacerse caso en mucho rato.

Si lo que se trata es de un juego, las posturas serán relajadas, el pelo liso y las orejas en su posición normal y las colas se moverán de forma tranquila. Cuando pase la agitación, descansarán juntos o uno cerca del otro.

Los movimientos

Durante una pelea de gatos, los movimientos son muy rápidos y agresivos, bruscos y directos. El atacante avanzará directamente sobre el otro gato o se defenderá o huirá. Serán enfrentamientos rápidos y cortos, con una breve parada y vuelta a empezar. Hay tensión y estrés.

En los juegos, el acercamiento es paulatino, tanteando el estado de ánimo del otro. Si el segundo está por la labor responderá imitando los movimientos. Se alternarán a la hora de llevar la iniciativa y lo harán de forma sincronizada, unas veces uno persigue y otras es perseguido. La actitud es más relajada y disfrutona. La duración del juego es más larga que la de una pelea.

Los sonidos

Durante una pelea no faltaran los sonidos y es importante reconocerlos si nos encontramos en otra estancia. Maullidos, bufidos o gruñidos no van a faltar. Serán fuertes y agresivos, muy intensos. Los maullidos serán largos y los chillidos agudos, casi gritos.

En los juegos, las vocalizaciones serán menos tensas, más relajadas, parecerán sonar a satisfacción. Los maullidos serán algo más agudos y cortos abundarán los ronroneos.

Antecedentes de convivencia

Una pelea, una discusión, como en toda convivencia, entra dentro de lo normal como una interacción circunstancial más. Si llevan tiempo conviviendo y nunca ha habido roces o conflictos, si han llegado a compartir arenero o comida, a pesar de tener cada uno la suya lo más probable es que se trate de juego y no de peleas. Si la convivencia es tensa o apenas existe, la pelea es la opción más probable.

Parar la pelea

Si nos encontramos ante una pelea, hay que tratar pararla cuanto antes. Lo normal es que un enfrentamiento directo acabe con heridas en al menos uno de ellos y que haya que acudir al veterinario para curarlo y prevenir infecciones o males mayores, razón más que suficiente para intervenir.

La regla básica es no interponerse físicamente ya que lo más probable es que se acabe con alguna herida. Lo más eficaz es hacer un ruido fuerte y repentino que capte de forma rápida su atención y la desvíe de la de su oponente. Un aplauso fuerte, un golpe enérgico en una mesa o en una puerta, dejar caer un objeto metálico como unas llaves tintineen o la tapa de una olla.

Se trata de desviar su atención pero sin aumentar su estrés o causar miedo o inseguridad.