Diplomacia es mano izquierda, habilidad en el trato, artesanía de las relaciones humanas, savoir faire, cortesía, tacto, saber callar a tiempo y conocer cuándo se debe hablar. Ni uno solo de esos rasgos de carácter se puede borrar de Pedro Elorduy, a quien en la intimidad de los cercanos llegaron a llamarle el zorro de Begoña por su talante capaz de solucionar problemas de toda índole. Su figura hizo fortuna en Bilbao con uno de los apelativos más agradecidos que le pueden dar a un persona en la villa: era una persona con fuste.

Recuerda su hija, Itxaso Elorduy, los orígenes de su padre. Lo había oído en casa. “Desde pequeño, vivió en el caserío familiar de Begoña, donde la explotación de una pequeña granja alimentaba a los cuatro hijos de la familia, mientras el padre, Leandro, regentaba el Café Petit Arriaga, por el que paseaban bilbainos de pro como el campeón del mundo de billar, Juan Butrón. Era un chico responsable, un alumno aplicado que aprendió idiomas y acompañaba desde la tierna infancia a sus hermanos pequeños al colegio. Poco después empezó a trabajar en el Consignatario de buques en el que pasaría toda su vida, Jentoff”.

Ahí comenzó su contacto con medio mundo y el porte y el carácter que le dio bien ganada fama, además de una imagen reconocida. Desde esa atalaya desplegó las cualidades de su personalidad íntegra y de un carácter educado con los que se hizo merecedor de respeto y reconocimiento en los diversos ámbitos en que se movió. Ámbitos circundados primero, como les dije, a su actividad profesional de Consignatario de Buques, en Jentoff S. A., cuyo ejercicio fue ampliando al asumir gestiones de trato humanitario, lo que le llevó a ser designado cónsul de Suecia y de Dinamarca, cargo, este último, que ejerció durante casi dos décadas, siendo reconocido por este país como Caballero de la Orden de Dannebrog y Patrono de la Fundación hispano-danesa, Reina Isabel de Dinamarca.

En un tiempo en que era poco habitual que hasta Bilbao llegasen exposiciones de calado internacional sobre arquitectura o diseño industrial, Pedro Elorduy se interesó en la exposición que el Museo de Bellas Artes de Bilbao dedicó en 1995 al gran arquitecto danés, Arne Jacobsen. Una muestra, organizada por el Gammel DOK –Centro Danés para la Arquitectura–, que llegó a Bilbao patrocinada por la Embajada Real de Dinamarca, tras exhibirse en varias ciudades europeas.

Desde entonces, fue habitual verle en los foros relacionados con la evolución de Bilbao o en los que convocaba desde el consulado, para difundir la cultura danesa e integrar a la colonia nórdica. Acompañado a menudo por Per Erik Lindegaard, alias Pío, el danés nacido en Amorebieta, ingeniero termodinámico de formación y experto divulgador de la música de jazz durante 48 años en Radio Bilbao y en el Jazz Club de Bilbao, que fundó en 1958.

Cultivó una fuerte amistad con Iñaki Azkuna y aún se recuerda su gestión para que atracase en Bilbao el Danmark, una histórica fragata a vela, de tres mástiles, construida en los astilleros daneses en 1933 y en cuyo currículo figuraba que, tras el bombardeo de Pearl Harbour, fue requisada por los Estados Unidos para servir en la contienda, siendo devuelta a su país en 1945, una vez acabada la guerra. El velero y su historia, pudieron conocerse en los actos didácticos de divulgación de la vida marinera organizados por el Itsasmuseum.

Al jubilarse de su actividad diplomática, el Cuerpo Consular de Bilbao, en reconocimiento a su valía, decidió, por unanimidad, nombrarle Cónsul de Honor, asignándole las relaciones del ente consular con las instituciones y los medios de comunicación, labor que realizó con eficiencia y rectitud.