Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. Al Surne Bilbao Basket se le han mezclado este domingo en la misma coctelera sus dos principales rémoras de estos últimos meses de competición, su horrible racha lejos de Miribilla y la lacra de las lesiones, para componer un trago de digestión amarga que desembocó en una derrota en la cancha del UCAM Murcia (67-55) en la que, atendiendo a las circunstancias, hubo mucho de dignidad y espíritu de resistencia. Y es que si el historial de ausencias por percances físicos entre los hombres de negro es ya largo y dañino, pues viene afectando a jugadores de gran importancia, en esta ocasión el conjunto vizcaino perdió durante el choque a sus dos directores de juego. Nikola Radicevic se fue al banquillo en el amanecer del segundo cuarto por una lesión en su rodilla izquierda y en los primeros compases del tercero hizo el mismo viaje Agustín Ubal, víctima de un esguince de tobillo. Lo que no puede ser…

Eso sí, tras las derrotas de Breogán y Obradoiro las opciones europeas siguen intactas. Ganar en la última jornada en el Bilbao Arena al Unicaja sería sinónimo de conquista definitiva de esa décima plaza que actualmente está en manos de los de Jaume Ponsarnau y que es sinónimo de pasaporte continental. Con una derrota, dependerían de que los de Moncho Fernández no derrotasen en casa al descendido Fuenlabrada, circunstancia altamente improbable.

Las cosas ya habían arrancado muy mal para los de Ponsarnau, con un horrible primer cuarto resuelto con un 18-7, pero estas dos bajas en la dirección del juego dentro de un grupo humano ya deshilachado por las lesiones supusieron una losa imposible de levantar. Y eso que los visitantes lo intentaron, colocándose en varias ocasiones en situaciones amenazantes en el luminoso pese a que su desventaja llegó a ser de 18 puntos, pero en esos momentos faltó acierto y frescura física y mental para hacer dudar a los de Sito Alonso. Los parciales en los arranques del primer (9-0), tercer (13-1) y cuarto acto (9-0) dificultaron mucho la vida a los de Ponsarnau, que lucharon sin descanso para neutralizarlos, pero sin la pólvora (4 de 22, 18 % en triples y siete tiros libres fallados) ni la profundidad de recursos humanos necesarios para conseguirlo (Unai Barandalla jugó más de diez minutos ante los problemas en la rotación exterior). Jeff Withey lideró a los suyos en anotación (14 puntos) y Emir Sulejmanovic se encargó de la intendencia (14 rebotes), pero el desacierto colectivo ante una retaguardia rival muy física y agobiante no dio opción a la campanada.

MAL ARRANQUE

El encuentro se puso cuesta arriba para los intereses del Surne Bilbao Basket desde el arranque. Sus tempraneros intentos de hacer daño con Withey y Sulejmanovic cerca del aro fueron contundentemente repelidos por la retaguardia murciana y su ataque perdió pronto cualquier tipo de compostura. Con dos triples de Danilo Nikolic y David Jelinek y un dos más uno del montenegrino, los de Sito Alonso pusieron el 9-0 a su favor con solo tres minutos disputados. El equipo de Ponsarnau quedó colapsado, incapaz de encontrar ventajas contra la efusiva defensa rival y encadenó una sucesión de lanzamientos forzados y, por consiguiente, fallados desde todas las distancias, sin que ningún jugador pudiera tampoco convertirse en tabla de rescate desde la generación individual. Así, pese a que los anfitriones se mostraban fallones desde la larga distancia, la primera brecha de dobles dígitos llegó con el 15-5 y el acto inaugural echó la persiana con un 18-7, con los hombres de negro penando su 2 de 11 en tiros de dos puntos y su 1 de 5 en triples.

En el momento en el que parecía que ya nada podía irle peor, el conjunto vizcaino perdió a Radicevic a 7:25 del descanso. Sin embargo, dos triples seguidos de Withey y Álex Reyes reactivaron sus constantes vitales (20-14). Pero Thad McFadden respondió con un par de canastones de tremenda calidad individual mientras que los de Ponsarnau seguían fallando bandejas por doquier (27-16). El buen trabajo defensivo del Bilbao Basket comenzó a tener incidencia en el partido. El Murcia vio frenado su suministro de puntos mientras el marcador, pobre en guarismos, se iba estrechando. Sin embargo, a los visitantes les faltó mejor criterio y dirección en la cancha para hacer más daño. Perdieron tres balones absurdos con el 27-20 y los de Sito Alonso alcanzaron el ecuador de la contienda en ventaja (30-24).

MÁS PROBLEMAS

En la reanudación, el choque no tardó en saltar por los aires por un cúmulo de despropósitos. No solo fue que Jelinek se activara con ocho puntos seguidos, sino que además Ubal cayó también en acto de servicio. ¿El resultado? Un parcial de 10-0 en contra y ausencia absoluta de bases para afrontar el resto del encuentro. Ese golpe fue ya un directo al mentón de la escuadra de Ponsarnau, tocadísima en su estructura. Los anfitriones aprovecharon para coger vuelo en el luminoso (43-25), pero si algo caracteriza a estos hombres de negro es que en su ideario el esfuerzo no se negocia. Smith permitió a los suyos no desplomarse del todo y la resistencia más meritoria llegó con un novedosísimo quinteto forzado por las circunstancias compuesto por Rabaseda de base junto a Barandalla, Reyes, Tsalmpouris y Kyser: dos aleros, dos pívots y un canterano. Con muy buena actitud defensiva y un triple final del griego, estar en distancia de opositar a la campanada con el 49-41 a diez minutos del final rozaba lo milagroso.

Hasta tres triples tuvieron los visitantes para meter más incertidumbre al encuentro, pero no hubo acierto y con otro contundente parcial en apertura de cuarto (9-0) el Murcia lanzó el demarraje definitivo hasta el 58-41. A partir de ahí todo fue un quiero y no puedo. Entre Withey y Sulejmanovic volvieron a dar esperanza a los suyos, pero con el 58-50 a tres minutos y medio del final Smith falló otro triple y en la acción siguiente Chris Chiozza metió sus primeros tres puntos de la cita. Sin muchos recursos para opositar al más difícil todavía, los de Ponsarnau no permitieron a su rival vivir tranquilo hasta el 63-55 a 33 segundos del final, pero Sule falló dos tiros libres para certificar la derrota de un equipo que luchó con dignidad hasta el último balón a pesar de la acumulación de problemas en su contra.