Triunfo incontestable ante una grada enfervorizada. El derbi impulsó al Athletic hacia cotas que pocas semanas atrás parecían fuera de su alcance. El partido tuvo un desarrollo a su gusto. Aunque no faltó un rato en que las dudas asomaron y se temió lo peor, en líneas generales el equipo de Ernesto Valverde firmó una actuación convincente, trabajó lo indecible para impedir que la Real tirase de catálogo y halló en la figura de Iñaki Williams la solución a sus necesidades. El extremo está en racha, son ya tres citas consecutivas viendo puerta, y este sábado estuvo particularmente inspirado para erigirse en la pieza decisiva, en el futbolista que marca diferencias.

Sin duda, lo procedente es alabar la labor coral. Resulta complicado que un solo jugador determine el signo de un encuentro, pero contar con el elemento que resuelve, no en una sino en dos oportunidades, la segunda coincidiendo con el tramo más crítico del choque, fue clave para sumar los tres puntos. Una cosa es gobernar, mandar, cargar con la iniciativa, lograr que el plan previsto se plasme y otra, más difícil, es reflejarlo en el marcador. De ahí que la aportación de Iñaki Williams merezca ser destacada, máxime habida cuenta que el Athletic no se distingue precisamente por su índice de eficacia en los metros finales.  

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La afición vibra con el Athletic en el derbi ante la Real Sociedad Pablo Viñas

Este sábado no se limitó el Athletic a achuchar y reducir casi a la nada la creatividad de la Real. Impedir que estuviese cómoda era desde luego una prioridad, pero logrado dicho objetivo, el conjunto fue muy explícito, mostró siempre un afán por irse hacia arriba y hacer daño. Incorporó a muchos hombres a posiciones ofensivas y en el primer acto acumuló hasta seis llegadas que comprometieron la integridad de la portería defendida por Remiro. El balance en ataque no dejó lugar a la duda en torno a quién mandaba, puesto que Simón permaneció inédito. Pero más allá de los intentos por adquirir ventaja, fue la sensación de que la Real no podía frenar el ímpetu, la convicción y la velocidad de un colectivo siempre dispuesto a percutir.

Tal fue la tónica del primer período en su totalidad. Una vez aplacados los nervios que en el comienzo generaron una serie de imprecisiones y un par de sustillos, en especial un remate sin oposición de Brais que se marchó muy desviado. Los diez minutos que tardó el Athletic en asentarse, en ajustar posiciones, fue el escaso margen con que contó la Real para desplegar su conocida propuesta. No fue capaz y enfrente empezaron a carburar. La amenaza de los Williams, ambos incisivos, facilitó el paulatino crecimiento del bloque, que por lo demás exhibió una enorme concentración, constancia, espíritu para fajarse de lo lindo y extraer provecho de su agresividad.

No es habitual asistir a una actuación de la Real donde la posesión sea un factor tan intrascendente. Pese al elevado número de efectivos que junta en la franja central, no pudo hallar vías para progresar. Lo que le tocó es recular y corregir desequilibrios por todo el terreno porque el Athletic perseveraba y a cada minuto con mayor convencimiento, encantado con el elevado ritmo de las evoluciones. Iñaki Williams anotó el primer chut dentro del área. Le siguió su hermano en un lance que resume de algún modo lo que ocurría: Guruzeta se la birló a Merino cerca del área, tocó para Sancet, quien a un toque proyectó a Nico y este se sacó un zurdazo que exigió al portero.

Pudo ser el 1-0, cerca ya de la media hora. Poco después, probaba Iñaki Williams y Remiro volvía a volar para ceder otro córner. En el mismo, Vesga prolongaba y el hoy capitán rojiblanco, a la segunda, remataba a la red. El VAR nubló de incertidumbre el feliz instante, pero no observó mano del goleador, que al fallar en primera instancia despistó a su par para luego remachar sin obstáculos. La recompensa, que certificaba la evidente superioridad del anfitrión, se hizo un tanto de rogar, cierto, aunque era asimismo el castigo a que se hizo acreedora la Real, impotente para replicar la propuesta rojiblanca.

Imanol reaccionó en el descanso, varió el dibujo y la aportación de Barrenetxea por la izquierda se dejó sentir. El encuentro experimentó un vuelco radical, pasó a disputarse en terreno local y pronto tuvo que lucirse Simón para evitar que un doble remate tensionase aún más el derbi. En vista de que el Athletic sufría, el técnico de Orio refrescó el ataque con una doble sustitución. Había olido sangre. También, Valverde movió el banquillo y retiró a un Capa que acusaba la inactividad; en su lugar ubicó a Vivian.

La sombra del empate rondó San Mamés durante veinte minutos que se hicieron largos. Hasta que Raúl García, con un cambio de banda a banda, propició una contra. Iñaki Williams pisó área y, en vez de centrar, agarró un chutazo sin apenas ángulo que entró como una exhalación rozando el larguero. El golpe fue excesivo para una Real que vio cómo el Athletic se rehacía, recuperaba el control. El acierto aseguraba la victoria, pese a que todavía contó la Real con dos situaciones ideales, ambas increíblemente desperdiciadas, sobre todo la nacida en un pase horrible del portero que Sorloth sirvió para que Barrenetxea, el agitador, extinguiese cualquier posibilidad de sus colores con un disparo a bocajarro que dirigió a las nubes.

No hubo más, el Athletic fue mejor, bastante mejor, y, salvo la fase comentada, mantuvo a raya a la Real para anunciar a los cuatro vientos que quiere jugar en Europa el año que viene. Si el mayor de los Williams prolonga su estado de gracia, será más viable.

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